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Montañismo y Exploración
La epopeya del Everest
10 junio 1999

El primer acercamiento a la montaña más alta del mundo con el propósito de escalarla se realizó en 1921 por la vertiente norte, en el Tibet. Esta es la historia de las primeras expediciones al Everest, de 1921 a 1924, es el descubrimiento de la ruta norte (otra exploración de montaña), el intento sucesivo por llegar a su cumbre y, finalmente, la desaparición de Mallory e Irvine en 1924 mientras subían a la cima, lo que supondría la creación de una hombre legendario.







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CAPÃ?TULO VI
EN LAS CERCANÃ?AS DEL Everest


Llegaron a Tingri el 19 de junio; desde allí podrían iniciar con eficacia sus tareas de reconocimiento. Emplearon exactamente un mes en el viaje desde Darjiling �mucho más de lo que se necesita para llegar a Darjiling desde Londres�, pues era muy largo el rodeo que dieron para evitar el Estado del Nepal. Pero las marchas a través del Tibet aclimataban a los exploradores para mayores altitudes. Desde una montaña que se eleva tras de Tingri pudieron contemplar el magnífico panorama de la otra parte de la llanura: el Everest, situado a setenta kilómetros, así como los majestuosos picachos que se yerguen a Occidente, entre ellos los dos gigantes mellizos: el Cho Uyo (8,194 metros) y el Gyachungkang (7,926 metros).
Sin embargo, aún se interponían cordilleras, pues las cumbres himalayas no suelen surgir aisladas. El problema de Mallory era difícil de veras. Se hallaba entonces en el lado occidental de la sierra del nordeste que constituía su meta. Miraba desde un punto opuesto a Darjiling �desde donde antes la había contemplado� y debía descubrir una ruta para la ascensión, arrancando de ese lado noroeste, y observar si existía un paso hacia la cumbre, mejor que la sierra nordeste. Acaso sólo habría abismos y cascadas de hielo y �como le ocurrió al duque de los Abruzzos con el picacho K2� tal vez el Everest, por su naturaleza física, resultaría inaccesible, aparte los efectos de la extraordinaria altitud. Tales eran los enigmas que debía descifrar Mallory al llegar más cerca de la montaña. Su tarea inmediata consistía en buscar algún valle que le permitiera aproximarse a ella. Tal vez no sería fácil encontrarlo, pues frente a los exploradores se extendía un laberinto de montañas y, estando entonces en la estación de los monzones, el propio Everest solía permanecer oculto.
Tingri resultó una excelente base de operaciones. Mallory y Bullock partieron de allí el 23 de junio, para encaminarse directamente al Everest, mientras el resto del grupo, incluyendo a Wollaston, se dedicaba a sus peculiares tareas: cartografía, geología e historia natural. Los que debían efectuar la ascensión se hicieron acompañar por dieciséis de los mejores peones y un sirdar o jefe; enterados de la existencia de un largo valle, que conducía al Everest, allí se dirigieron. Tras cruzar una cordillera, llegaron al valle de Rongbuk, lo remontaron y el 26 de julio alcanzaron la punta del glaciar que da origen al río y pudieron contemplar toda la mole del Everest, sólo a una distancia de veinticinco kilómetros: la amplia ruta del glaciar ascendía directamente hacia la codiciada montaña.
Vista de cerca, ¿cómo era? Eso es lo que muchos desearon saber y lo que Mallory y Bullock pudieron ver entonces por sí mismos y con toda calma. El primer rasgo digno de nota es el carácter amplio y sencillo de su perfil. No se observa en el Everest las suaves ondulaciones de esas montañas nevadas que poseen blanca caperuza y heladas vertientes, pero tampoco es un abrupto picacho, cruzado por gargantas, con escarbadas crestas y agujas. Es, en realidad, una prodigiosa masa orográfica �una titánica roca� revestida de una leve capa de blancura, que desaparece en sus flancos; solo ostenta nieves perpetuas en los declives menos pronunciados y en ciertos amplios trechos no tan escarpados como el resto de la montaña. En conjunto, su perfil es relativamente suave, pues son horizontales sus estratificaciones; una gran faja amarilla se destaca claramente en la mitad del gigantesco muro. Esta circunstancia parece prestar más solidez y volumen a su enorme base.
Desde el punto de observación donde se hallaba Mallory se ofrecían a su vista dos sierras de forma atrevida y precisa: una de ellas era la nordeste (que ya pudieron ver desde las cercanías de Darjiling y desde Khamba Dzong) la otra era la noroeste. Entre ambas se erguía la imponente cara norte del Everest, cuyas abruptas vertientes morían en el glaciar Rongbuk.
El sitio donde acampaba Mallory �allí se alzó más tarde el principal campamento de la expedición� se hallaba a 5,032 metros sobre el nivel del mar; los exploradores habían realizado, pues, la mitad de la altura de la montaña. �sta no tenía un aspecto de gigantesca altitud, como lo tendrá, sin duda, en su vertiente meridional o como el Kangchenyonga contemplado desde Darjiling. No se erguía a más de 3,900 metros sobre el nivel del campamento; parecía, por lo tanto, de magnitud aproximada a la del Mont Blanc. Pero no hallaríamos en éste el aspecto de austeridad peculiar del Everest. Entre la sierra y el campamento no había ninguna habitación humana, ningún árbol, ni una sola pradera; apenas respiraba allí un ser vivo. Todo eran ceñudas rocas, nieve y glaciares. No soplaba en aquel pasaje la agradable brisa de los valles. Aun en el campamento, situado precisamente en un valle, y en pleno verano, el viento era furioso y atrozmente frío.
Mallory tenía ante sí la montaña y una ruta accesible: el mismo glaciar les permitiría alcanzarla. Sin descansar ni un solo día, emprendió la marcha glaciar arriba, deseoso de encontrar un paso hacia las alturas de la sierra nordeste, que durante largo tiempo había sido objeto de sus reflexiones. La noroeste tal como la veía entonces, era tan escarpada en las cercanías de la cumbre que debía desecharse definitivamente. Le atraía con más fuerza la sierra nordeste por haber observado que en un extremo �en lo que pudiera llamarse saliente nordeste� hay un ramal secundario, que forma ya el borde de la cara norte, los conduciría probablemente a un collado; alguna estribación la unía, acaso, a un picacho interpuesto que les vedaba la visión.
El Glaciar Rongbuk, en vez de ruta, resultó ser un obstáculo; pero podía vencerse y les brindaba un espectáculo de singular belleza. En la parte alta era un mundo de mil encantadas torres. El hielo, al fundirse, formaba inúmeros pináculos. Unos tendrían quince metros de altura. Parecían un caos de colosales carámbanos invertidos, surgiendo de una sola masa de hielo, asentada sobre unos cimientos de más definido perfil.
Al subir por el glaciar, los exploradores sintieron un extraño cansancio que desvanecía todas sus fuerzas. Fue lo que llamaron más tarde "fatiga del glaciar", causada, al parecer, por la intensa humedad que producía el sol ardiente al dar en el hielo, del cual surgían continuos vapores. Peones y alpinistas experimentaron idéntica sensación.
Mientras ascendía y dominaba mejor la montaña, advirtió Mallory que escalar el Everest sería una labor más dura de lo que se había figurado. Los precipicios que contemplaba ante sí eran un feo espectáculo, muy distinto de los largos y suaves declives nevados que sugerían las fotografías tomadas a distancia. En un principio, imaginó que el supremo esfuerzo para conquistar la cumbre consistiría en arrastrarse, casi a ciegas, por una nieve fácil, ascendiendo siempre desde el campamento por pendientes no muy pronunciadas hacia trechos de nieve más llana. Pero entonces vio que era muy otro el cantar. Sería necesario contar con escaladores... que no avanzarían precisamente a ciegas. El Everest es una montaña rocosa.
Pero aun no había encontrado el paso desde el glaciar a la montaña misma. Prosiguiendo la marcha por el helero, partió el 1° de julio, con el propósito de examinar su extremo, situado al pie del precipicio donde termina la sierra nordeste. Allí hizo un descubrimiento importante. Sólo fué una fugaz visión, a causa de las nubes, pero distinguió claramente la ondulación �llamada Collado Norte� que une la escarpada cara norte la del Everest con un pico mas septentrional, al que se ha dado el nombre de Pico Norte. Un glaciar quebrado o cascada de hielo se precipita desde aquel collado al Glaciar Rongbuk.
Esa ruta occidental hacia el Collado Norte era, acaso, accesible, y Mallory no la desechó del todo. Pero llegó a la conclusión de que sólo debía seguirse en último extremo, si no se hallaba un paso mejor. Sus principales inconvenientes eran la considerable altura de la cascada de hielo y el riesgo de los aludes, pero, sobre todo, el hecho de que aquella zona era batida por el terrible viento de oriente, que sopla allí sin cesar. Ese viento azotaría al escalador con concentrada furia, pues el glaciar se halla en el mismo vértice del embudo que conduce a la Vertiente norte de la montaña.
Impelidos más por su indómito espíritu montañero que por estricta necesidad, Mallory y Bullock ascendieron dos días después a un pico �llamado luego Riring� de 6,868 metros, situado en la vertiente occidental del Glaciar Rongbuk. Desde aquella altura pudieron observar que las partes más elevadas de la cara norte del Everest estaban a su espalda, formando un ángulo no muy pronunciado, especialmente sobre el Collado Norte y hacia el saliente nordeste: aquél era el camino por el que se realizaron más tarde todas las ascensiones.
Se veía, pues, mucho más clara la ruta hacia la cumbre. Podía llegarse a la sierra nordeste pasando por el borde de la vertiente norte y desde el collado septentrional. Desde éste hasta la cumbre era patente el camino.
El problema inmediato era el modo de alcanzar el Collado Norte por un paso mejor que el ya observado por Mallory y que arrancaba de la punta del Glaciar Rongbuk. Pero antes de examinar esa cuestión, debía resolver otro punto. Acaso habría otra ruta muy distinta para conquistar el Everest. Si lograba alcanzar el flanco opuesto de aquella larga sierra occidental �doblándola por el Sur�, tal vez encontraría esa ruta. Nadie había visto aquel lado �el flanco sudoeste� y acaso existía allí un paso secreto. Era una posibilidad que debía examinarse.
Después de varios días de tareas preliminares, el 19 de julio alcanzó Mallory un collado situado al extremo de la sierra nordeste del Everest y desde allí contempló el flanco de la montaña que da al Nepal. Era, en sus palabras, "un panorama de fantástica belleza", pero no ofrecía paso alguno. Debía salvarse una altura de unos 450 metros para llegar a un helero y luego se alzaría un insondable abismo. Se figuró que podría cruzar hasta la punta de aquel glaciar, pero tampoco resultó hacedero. Además, la parte más elevada del glaciar superior era terriblemente abrupta y la cruzaban incontables grietas. Por aquel flanco meridional no logró descubrir ninguna posible vía de ascensión al Everest; si existía, debía llegarse a ella desde el Nepal; era de todo punto imposible alcanzarla desde el Norte.
Pero, ¡qué espectáculo ofrecería el Everest en su vertiente meridional, si pudiesen llegar a ella los exploradores! Por grandioso que sea desde el Norte, sería, sin duda, mucho más soberbio contemplado desde el Sur. Mallory observaba un bello grupo de montañas, hacia el Sur del Nepal. ¿ Se sabía algo de ellas? Seguramente se habría precisado su altitud y su situación geográfica, corro ocurría con el Everest, mediante observaciones efectuadas desde las llanuras de la India. Pero ¡cuántas bellezas ofrecerían aquellas sierras! ¡Qué de selvas y flores! Y una vez en ellas mirando hacia el lugar desde donde Mallory las contemplaba en aquel momento, ¡qué soberbio espectáculo se dominaría! De ser tales montañas un gigantesco espejo, en el que Mallory pudiese ver reflejada la región donde se hallaba entonces, hubiera descubierto lo que es acaso el más hermoso panorama de la Tierra: en primer término, profundos valles cubiertos de florestas; tras ellos la mole del Everest, con sus tremendas simas, flanqueado por el Makalu y el Cho Uyo; y más lejos, al Este y al Oeste, una inacabable serie de picachos menores, pero majestuosos, resplandeciendo bajo el sol radiante, con su blancura teñida de esa neblina purpúrea y azulada que se observa en la húmeda vertiente del Sur.
Mallory pudo contemplar otras gloriosas maravillas en la elevada región donde se hallaba, y que acababa de reconocer ya del todo. Desde la cima del Riring vio frente a sí, a escasa distancia, hacia poniente, las cumbres del Cho Oyu y del Kangchenyonga, de poderoso y magnífico perfil. También contempló el Pulmori, de menor altura (7,072 metros), pero tal vez más hermoso y atrayente. Vio igualmente un grandioso mundo de glaciares, que se henchía con lo que derramaban aquellas montañas cubiertas de nieve; y al borde de los heleros, precipicios de ferrugmosos matices y terrible aspecto.
De sus observaciones concluyó que desde aquel glaciar principal, el Rongbuk �que les pareció en un principio excelente avenida para alcanzar la montaña�, no había modo humano de escalar el Everest. Lo bordeaban allí simas tan pavorosas que no era posible acercarse a él por ningún paso, salvo, en último trance, la abrupta cascada de hielo que conduce al Collado Norte. Desde el Glaciar Rongbuk tampoco podía pasarse al flanco meridional para buscar allí una ruta. Aunque exista, no es posible alcanzarla, pues se interpone un abismo inaccesible que da al Sur.
Pero el reconocimiento del Glaciar Rongbuk dio un resultado importante: Mallory se convenció de que podía conquistarse la cumbre ascendiendo a lo largo de la parte alta de la montaña. Contemplando atentamente a partir de la cima, vio, en primer lugar, que en la sierra nordeste había una pendiente relativamente suave, que tendría algo más de un kilómetro; y luego, que la cresta de la cara septentrional, que conducía a la sierra nordeste desde el Collado Norte, aunque escarpada, era accesible. Quedaba aún por resolver el modo de llegar al collado, pero, una vez allí, la ruta sería ya practicable; en la cresta de la vertiente septentrional no existía el obstáculo de agujas ni de abruptos muros roqueños: era una cresta roma, relativamente suave y continua.
Hasta entonces todo iba bien. Mallory y Bullock debían doblar hacia el flanco oriental del Everest, no sólo para resolver el problema del Collado Norte, sino también para ver si desde allí habría alguna ruta mejor. La parte sur del Everest estaba cerrada. Habían examinado la mitad occidental del portillo del Norte. Sólo les faltaba explorar su porción oriental.

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