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Montañismo y Exploración
Al asalto del Khili-Khili
1 noviembre 1998

La montaña más alta del mundo no es el Everest, sino una que tiene más de catorce mil metros. Esta es la historia de su primer y único ascenso. Una novela que, además de divertida, es la única que trata al montañismo de forma sarcástica.







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Un mes más tarde nos encontrábamos en la cima del Voiajenkar, enfrente del macizo del Khili-Khili, la última posición de la Naturaleza que se había resistido hasta entonces al espíritu de conquista del hombre. La gran montaña se erguía majestuosa sobre un cielo sin nubes, inspirando el respeto en el corazón de las minúsculas criaturas que muy pronto iban a poner un pie presuntuoso sobre estas pendientes temibles. ¿Que pluma podría describir nuestros sentimientos mientras que desde la cima del Voiajenkar contemplábamos el macizo del Khili-Khili? Abandonaré un momento a la expedición inmóvil en la cima del Voiajenkar, enfrente del Khili-Khili, a fin de describir la configuración de esta potente montaña y de evocar los acontecimientos que llevaron nuestra presencia a estos lugares. El Khili-Khili fue descubierto por aviadores aliados durante la guerra. Sus informes evaluaban la altitud de la cima entre diez y diecisiete mil metros. En 1947, una expedición de reconocimiento se personó en el Himalaya, conducida por Totter, con la misión de fijar el emplazamiento exacto de la montaña, de medir su altura y de estudiar las vías posibles de acceso a la cumbre. Diversas expediciones agregaron después mas informes, pero la nuestra marcó la primera tentativa seria de ascensión. El macizo del Khili-Khili tiene la forma de una M invertida. La cima comprende dos picos: el Khili-Khili propiamente dicho y el GuiliGuili, que se encuentra un poco al oeste de la verdadera cumbre. Las estimaciones en cuanto a la altura del pico más elevado difieren considerablemente; pero, apoyándose sobre estas diferencias, se puede afirmar que la cima del Khili-Khili está a trece mil trescientos cincuenta metros sobre el nivel del mar. La arista principal del macizo va del Norte al Sur; está interrumpida por la línea de partición de las aguas de dos ríos: el Agenda y el Enigma, que dividen el macizo en tres partes, separadas por gargantas de unos siete mil metros de profundidad. La verdadera cima esta situada en la parte central, y el GuiliGuili, aunque distante un poco más de seiscientos metros, esta separada de ella por la garganta del Enigma. De cada una de estas cimas una cresta desciende en la direcci6n Nordeste; estas dos líneas de cresta se unen para formar un col, el col Sur (8.300 metros). La cara norte del col Sur se une con el glaciar del Voiajenkar, que rodea la cara sudeste de la montaña antes de virar bruscamente hacia el Noroeste. Este glaciar da nacimiento al río Voiajenkar, que corre hacia el Norte después de haber franqueado la garganta del Agenda. La ultima rama de la M invertida es completada por la vertiente sur del valle del Voiajenkar, que corta la arista central del macizo a tres kilómetros alrededor al oeste de la cima propiamente dicha. He aquí cuál era nuestro plan. El campamento de base sería establecido en lo alto del glaciar, a siete mil metros de altura. Pasaríamos algunos días allí para aclimatarnos. Durante este periodo haríamos un reconocimiento hasta la cara Norte, que lleva al col Sur. Instalaríamos un campo avanzado sobre el col, con un campamento intermediario a media altura de la ladera. De allí hasta la cima estableceríamos campamentos en los lugares más apropiados. Trataríamos de instalarlos a cada seiscientos metros a partir del campamento avanzado. El último —el número 7— se encontraría a trece mil metros, a trescientos cincuenta metros solamente debajo de la cima. En cada campamento serían dejados víveres para quince días, lo que nos dejaría un margen suficiente en caso de mal tiempo. La gran cuestión era ésta: ¿la montaña cedería? En 1947, Totter había escrito: "La montaña es, ante todo, difícil —incluso severa—, pero cederá." Los reconocimientos posteriores habían planteado la cuestión de saber si la pared norte cedería, pero se había finalmente decidido por la afirmativa. El mismo Totter había resumido así la cuestión: "Con un buen espíritu de equipo y buenos portadores, la montaña cederá." Todo el mundo sabe hoy que, en efecto, ha cedido. Pero desde la cima del Voiajenkar, donde nos encontrábamos, estabamos muy impresionados por la vista de este importante bastión que erguía su cabeza majestuosa sobre un cielo sin nubes. Fue Constant quien expresó los sentimientos de todos: "Se diría una diosa desafiando a los que quieren posar un pie sacrílego sobre su altar virgen." Un murmullo aprobador le respondió. En este instante nos sentimos muy poco a la altura de la enorme tarea que nos habíamos fijado, y yo dirigí una ferviente oración para pedir del Cielo me pudiera mostrar digno de las pruebas que nos esperaban. Nos quedamos allí hasta el momento en que la puesta de sol vino a florecer de capas rojas los campos de nieve de este potente bastión; la montaña se convirtió entonces en un cuadro que muy pocos ojos humanos habrán visto. Sin una palabra, descendimos, en la noche que caía, hacia nuestro campamento en el valle.

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