Al asalto del Khili-Khili
1 noviembre 1998
La montaña más alta del mundo no es el Everest, sino una que tiene más de catorce mil metros. Esta es la historia de su primer y único ascenso. Una novela que, además de divertida, es la única que trata al montañismo de forma sarcástica.
|
Hacía mucho tiempo que ardía en deseos de saber algo de la novia de Shute; pero ahora que la ocasión se presentaba, no sabía cómo abordar este tema, en la duda de si heriría su sensibilidad. Una tarde que yo estaba sentado en la tienda, preparando una carta de pésame para el padre de Prone, Shute entró. Me dijo que estaba bastante desconcertado. ¿Me molestaría mirar algunos clichés? Le dije que me encantaría. Exhibió entonces varias fotografías de una encantadora joven que me dijo ser su novia. Debían casarse poco después de su regreso. Le felicité y le deseé mis mejores votos de felicidad. Le dije que su novia era encantadora. El me aseguró que era la criatura más exquisita del mundo. Me habló largamente de ella, y todo eso me pareció perfectamente normal y delicioso. Me preguntó si me aburría. Le dije que no; pero ¿no había ninguna sombra en su felicidad? Me dijo que no. ¿Por qué las iba a haber? Yo le expliqué que eso solía ocurrir a menudo. ¿Quizá había tenido experiencias ingratas antes de conocerla? Me aseguró que no; se conocían desde la infancia; se habían amado siempre; jamás había tenido el ninguna otra mujer. ¿Por qué le preguntaba yo eso? Le dije que me esperaba otra cosa y que eso era todo. Me consideró con aire que me pareció desconfiado, y declaré que sentía haberme decepcionado. Me apresuré a decirle que me había comprendido mal, y le rogué que me dijera más; lo hizo y satisfizo plenamente mi curiosidad. Su novia era evidentemente una criatura tan normal y satisfecha como él; adiviné que serían muy felices juntos. Le pregunté qué es lo que hacían los sábados por la tarde. Iban a visitar —me respondió— a una vieja tía de su novia que estaba enferma y tenía que guardar cama. Yo había notado que la costumbre del eructo cotidiano con que me saludaban So Lo y Pong cuando estábamos en la montaña se había extendido a los otros portadores. Pregunté a Constant si conocía el significado de aquello. Me dijo que como el yogistanés se habla con el estómago, el regüeldo —signo de supremo contento del estómago— era utilizado como expresión de respeto; indicaba el gran placer que experimentaba el eructante de encontrarse ante la ilustre presencia de la persona ante la que emitía sus eructos. Esta noticia me alegró mucho, no solamente porque me mostré sensible al honor que se me dispensaba, sino también porque eso confirmaba mi fe en Pong y en la naturaleza humana. Lamenté que el tiempo fuera demasiado limitado y mis deberes demasiado absorbentes para permitirme hacer amistad con cada uno de los portadores. ííQué tesoros de afectos —pensé— deben ocultarse bajo estas caras impenetrables! Pase largos momentos con Pong, en los que me hizo interesantes confidencias sobre su vida. El pobre diablo parecía haber tomado mucho afecto por mí. Dijo a Constant que yo era la única persona que le había testimoniado siempre bondad, sin esperar recibir nada a cambio. Eso me conmovió profundamente. Tomó también la costumbre de hacerme pequeñas ofrendas de alimentos a todas las horas del día. Yo era muy sensible a estas atenciones, y mi estómago no lo era menos.
* * *
Después de algunos días de madura reflexión, envié cl mensaje siguiente: "Expedición, triunfado plenamente, habiendo vencido Khili y Guili. Todos buena salud y buen humor. La moral del equipo es excelente, y los portadores están por encima de todo elogio.” Por descuido, firme este mensaje como Lazo de Unión, en lugar de utilizar mi propio nombre. Esto causó alguna sorpresa en Inglaterra, y se creyó que este despacho era falso. Después se extendió el rumor de que habíamos sido adelantados en la montaña por una expedición desconocida dirigida por un tal Lazdunion. Se procedió a una encuesta en los medios montañeros, pero sin encontrar ningún indicio. El asunto causó una viva emoción, la prensa inglesa se apoderó de él y el misterio no se aclaró hasta que llegamos a Chaikhosi, donde nos vimos inundados de telegramas procedentes de todas partes del mundo, lo que nos obligó a emplear tres secretarias para responder a ellos. Uno de estos secretarias, llamado Plouk, se reveló ser un bromista, que se aprovechó de esta situación sin precedentes para ridiculizar a la prensa del mundo entero publicando declaraciones absurdas y contradictorias. Nos fue preciso emplear en seguida los servicios de seis secretarias más para disipar la confusión así creada. Pero aquí también anticipo. A medida que los días pasaban sin traer ninguna noticia de Prone, la inquietud me ganaba. Dios sabía qué tormentos estaría sufriendo el pobre; eso, si es que aún estaba con vida. No pude resistir más. Convoqué a todos en la tienda-refectorio y dije que había que hacer algo. Alguien debía subir hasta la cumbre. La cuestión que había que precisar era: ¿quién? Todos se miraban, pero nadie hablaba. Este espectáculo me lleno de una profunda humildad. —Mis queridos amigos —dije—, sé que todos desean ir; pero es necesario que alguien se quede aquí. Estimo que mi responsabilidad está en juego. Espero que no me tachen de egoísta si voy yo. Hubo un silencio. Después, Burley me miró largamente y dijo con su voz de bajo: —íCaramba! Lazo de Unión, creo que sería usted capaz. Le miré sorprendido. Parecía estar, no sé por qué, embargado por la emoci6n. —Si usted va —dijo al fin—, yo voy también. En aquel momento la puerta de la tienda se abrió para dar paso a Prone.
Páginas: 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 31 32 33 34 35 36 37 38 39 40 41 42 43 44 45 46 47 48 49 50 51