follow me
Montañismo y Exploración
Al asalto del Khili-Khili
1 noviembre 1998

La montaña más alta del mundo no es el Everest, sino una que tiene más de catorce mil metros. Esta es la historia de su primer y único ascenso. Una novela que, además de divertida, es la única que trata al montañismo de forma sarcástica.







  • SumoMe
CAPÍTULO VIII DE LA BASE AVANZADA AL CAMPAMENTO 2
Al día siguiente nos reagrupamos. Wish había descubierto interesantes especímenes de hielo de los que quería medir el punto de ebullición; se quedó, pues, en la base avanzada con Burley, al que los esfuerzos de la víspera habían agotado y que, por tanto, no estaba en estado de continuar. Constant y yo debíamos acompañar hasta el campamento de base a los portadores sobrantes y regresar a la base avanzada al día siguiente. Jungle intentaría establecer el campamento I a nueve mil metros. Shute se uniría a Jungle después de haber filmado nuestras partidas respectivas. Shute se afanaba desde el alba entre su material, pero los aparatos de toma de vista no estaban aún en estado de funcionar cuando Jungle partió; tampoco lo estaban una hora más tarde, cuando Jungle tomó de nuevo la salida, pues la primera vez había dado la vuelta en redondo. Noté que ninguno de ellos hacia ningún comentario sobre las actividades del otro, y quise creer que no habría en aquello ningún síntoma del mal de las alturas. Pero cuando Jungle pasó por segunda vez ante Shute, murmuró algunas explicaciones según las cuales se trataba de "un simple ajuste del compás", mientras que Shute giraba la manivela como si filmara realmente. Esperé que estos manejos no significaran que trataban de engañarse mutuamente, pero yo tenía, por mi parte, demasiados asuntos en la cabeza para detenerme en éste. Después de haber terminado nuestros preparativos. Constant y yo retardamos nuestra partida tanto como fue posible, pues deseábamos dar a Shute la ocasión de ejercer sus talentos; pero tuvimos que marchamos sin ser filmados. Alcanzamos el campamento de base sin incidente y nos encontramos a Prone anémico, pero alegre. Pasé la tarde poniendo al día mi Diario y zurciendo calcetines, mientras que Constant repetía a los portadores las ultimas instrucciones. Por la noche. Prone, siempre tan altruista, rehusó dejarme compartir su tienda; dijo que Constant y yo, que debíamos hacer la ascensión juntos, no debíamos estar separados. Pensé que tenía razón; Constant y yo no debíamos olvidar ninguna ocasión de mejor conocernos. De hecho, todo lo que pude saber de Constant fue que tenía un buen dormir, pues apenas me había metido en mi saco, ya estaba él dormido. Nos levantamos muy de madrugada, y expedí el mensaje siguiente: "Cara Norte conquistada, hemos comenzado el reconocimiento del Khili-Khili. Todos en buena salud e impacientes de atacar la potente montaña que se yergue por encima de nosotros, como desafiándonos a poner el pie sobre sus pendientes traidoras. La moral de la expedición continua siendo excelente, y los portadores son magníficos." Dimos un ultimo adiós a Prone. Era una gran decepción para él —tanta como para cada uno de nosotros— que no pudiese acompañarnos; me pregunté cómo su padre reaccionaría al saber que se había quedado atrás. En cuanto a su mujer, sin duda encontraría ahí otro medio de atormentar al pobre hombre. Traté de reconfortarle. Le declaré que la noble forma con que había soportado todos sus sufrimientos era para todos nosotros un constante ejemplo, y sobre todo para mí, que conocía su triste historia. Me golpeó afectuosamente el hombro, diciendo: "Sí, mi pequeño." Parecía que estaba encantado. Llegamos sin incidente a la base avanzada. Constant cayó en algunas grietas, y yo mismo tropecé en una o dos; pero fuimos sacados por los portadores, que no habían tardado en aprender el uso de la cuerda. Se llamaban So Lo y Lo Too. Eran pequeños y robustos. Cuando no fumaban groka —lo que era raro— se querellaban, o, al menos, esa era la impresión que me daban; no nos prestaban ninguna atención ni a Constant ni a mí, salvo cuando les dábamos órdenes, que ellos ejecutaban escrupulosamente, pero sin manifestar el menor signo de interés. Constant me dijo que ahora que habíamos sobrepasado los siete mil metros, el humor de los indígenas mejoraría rápidamente. Yo estaba al acecho del más ligero síntoma de esta evolución, pues, a decir verdad, yo soportaba difícilmente su independencia de espíritu y su impasibilidad. Yo sabía, ciertamente, que el Oriente es impenetrable, pero no pensaba que permanecería impenetrable a mis ojos.

Páginas: 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 31 32 33 34 35 36 37 38 39 40 41 42 43 44 45 46 47 48 49 50 51



 



Suscríbete al Boletín

Google + Facebook Twitter RSS

 

Montañismo y Exploración © 1998-2024. Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con SIPER
Diseño por DaSoluciones.com©