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Montañismo y Exploración
Al asalto del Khili-Khili
1 noviembre 1998

La montaña más alta del mundo no es el Everest, sino una que tiene más de catorce mil metros. Esta es la historia de su primer y único ascenso. Una novela que, además de divertida, es la única que trata al montañismo de forma sarcástica.







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CAPÍTULO II Nuestro Plan
Después de tres meses de febriles preparativos, nos reunimos en Londres la víspera de la partida para examinar juntos por última vez nuestro plan. Sólo Jungle, que debía instruirnos acerca del empleo de material de radio y de sus métodos personales de navegación en montaña, estaba ausente de la reunión. Telefoneó para anunciar que se había equivocado de autobús y que no sabía muy bien dónde se encontraba, pero que acababa de ver la Estrella Polar y esperaba reunirse con nosotros en seguida. Burley, aunque no estuviese en lo mejor de su forma —me confió más tarde que la vida en Londres le fatigaba—, nos dio explicaciones detalladas sobre la forma en que sería organizado el transporte. El objeto de la expedición era llevar dos hombres a la cima del Khili—Khili. Esto necesitaba del establecimiento de un campamento a trece mil metros, con quince días de víveres para dos, a fin de que, caso de condiciones meteorológicas desfavorables, los dos miembros de la expedición pudiesen esperar confortablemente una mejora. EL equipo de este campamento debería ser transportado desde el término del ferrocarril, en Chaikhosi, lo que representaba una distancia de ochocientos kilómetros. Serían precisos para esto cinco porteadores. Dos porteadores serían necesarios para transportar el abastecimiento de sus cinco compañeros, y un tercero se encargaría del abastecimiento de estos dos. Los víveres de que tuviera necesidad este último serían llevados por un muchacho, que transportaría además su propio abastecimiento. El campamento precedente sería instalado a doce mil setecientos metros, con otros quince días de víveres, lo que exigía también ocho porteadores y un muchacho. En total, para transportar las tiendas del equipo, los víveres, el material de radio, los instrumentos de observación científicos y el material de fotografía además de nuestros efectos personales, harían falta tres mil porteadores y trescientos setenta y cinco muchachos. En este preciso momento de la exposición, el teléfono sonó. Era Jungle, que aprecia estar muy contento. Nos dijo que ya sabía donde se encontraba: en Cockfosters. Le felicitamos y le dijimos que esperábamos tenerle entre nosotros muy pronto. Se felicito a Burley por la forma tan magistral con que había resuelto el problema del transporte. Wish, sin embargo, declaró que, en su opinión, el peso previsto para el material científico era escandalosamente débil. Quería llevar especialmente una pala de hielo mecánica y un martillo neumático de geólogo que pesaba tres toneladas, pero no fue autorizado a llevar ninguno de estos dos elementos indispensables. Burley se mostró muy firme. Le hizo observar que desembarazarse del hielo con la pala sobre el Khili—Khili y sobre le Mont Blanc eran dos operaciones muy diferentes, y que la rarificación de la atmósfera haría, sin duda, imposible el empleo del martillo neumático. Wish estalló en sollozos y amenazó con que se iría a su casa, puesto que no se le apreciaba. Constant, con el tacto que le caracteriza, afirmó que seguramente Burley no había querido disminuir la importancia del papel de Wish en la expedición, sino que había querido decir que el material científico no tenía nada que hacer en una expedición que tenia por objeto llevar dos hombres a la cima del Khili—Khili. Esta observación provocó una intervención de Shute: éste lamentaba infinitamente, declaró, ver el material científico tratado como un pariente pobre; uno de los puntos mas importantes de nuestros trabajos consistiría en estudiar los efectos de rarificación de la atmósfera sobre la televisión de colores a tres dimensiones. Prone, que sufría un violento romadizo, murmuró algo que nadie comprendió muy bien acerca “del imbortante baterial bédico”. Sensible, como debe ser un buen jefe, a tales matices, percibí en seguida una sorda hostilidad entre mis compañeros, y les recordé simplemente las palabras de Totter: “Un equipo de sonido podría lograr la ascensión del Mont Blanc; nunca la del Khili—Khili.” Esta observación apaciguadora surtió el efecto deseado, apoyada, quizá, también por el hecho de que Burley, abrumado por la fatiga, se había dormido. Wish que debía compartir una tienda con él, se mostró desagradablemente sorprendido al descubrir que Burley roncaba pesadamente; pero Shute le consoló recordándole que, en razón de la atenuación de las ondas sonoras en atmósfera rarificada, los ronquidos serían menos molestos a elevadas alturas. Wish esbozo entonces las grandes líneas de nuestro programa científico. Además de los estudios sobre la fosiferación hipográfica y topnológica de la región, esperaba recoger elementos nuevos de información sobre el efecto de distratificación biocrónica de las pendículas geneosféricas sobre la exégesis de las transversiones de Warthon. Esperaba igualmente recoger una pareja de todas las especies vivas que encontrara en la montaña, a fin de estudiar la posibilidad de producir una raza de montañeros capaces de llevar una vida normal a altas altitudes.

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