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Montañismo y Exploración
Choyero: Baja California en bicicleta
1 abril 2007

La península de Baja California es uno de los destinos favoritos de los ciclistas. En una tierra donde el desierto, el mar y la montaña dominan siempre, el ciclista se ve enfrentado a cientos de kilómetros por rodar con muy poco tránsito de vehículos. Sin embargo, el que permanece ahí viendo todas sus facetas, regresa cambiado.







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Viajar... De aquí en adelante me vi sumamente involucrado con esta palabra, la abstracta idea y el concepto mismo de transportarse se convirtieron en un pensamiento recurrente, mi mente se ocupaba con esto constantemente y solo así pude enfrentar mi primer reto: el Desierto Central.

La Zacatona, a punto de encumbrar.

La Zacatona, a punto de encumbrar.

“Ahí los pueblos están a más de un día...” me dijeron en San Vicente, mientras comparábamos cuidadosamente la escala del mapa con la distancia entre asentamientos. Efectivamente, las rancherías estaban bastante separadas entre sí y en ellas no encontraría mucho, pero lo indispensable: agua, algo que comer y hospitalidad si de veras lo precisara. Trazaba rutas en mi mente, preguntando por ranchos, caminos y distancias hasta que conseguí una ruta aceptable con dos características importantes. ¿? Tendría que pedalear un poco mas de 100 km al día y dos noches las pasaría en el monte; en el desierto.

Los kilómetros no representaron conflicto, pero la noche sí que fue especial... cuando llegó no pude pensar en un lugar mejor para pasarla: estaba rodeado por cirios y a la mitad de un desierto que me había cautivado desde el momento que cambié el industrial Valle de San Quintín por la cuesta de San Jorge, la entrada al Desierto Central y al corazón de la verdadera Baja California.

La vista mejora mucho cuando subes y La Zacatona es de lo más alto alrededor.

La vista mejora mucho cuando subes y La Zacatona es de lo más alto alrededor.

Aquí el paisaje es único en el mundo, en gran parte gracias a la alta densidad de cirios, esta especie es endémica al desierto de la península. Es muy particular en forma y funcionamiento, lo que permite especímenes de más de 20 metros de altura. En ese momento, la soledad pasó a segundo plano, pues tan sólo levantar la vista me llenaba de energía y no nada más por la singular cualidad estética del Valle de los Cirios, sino por el aire de calma que aquí circula.

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