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Montañismo y Exploración
Cartas de relación de un viaje
1 octubre 1999

Lo que ahora se conoce como la “Ruta de Cortés” fue la primera ruta seguida por los europeos para penetrar un continente que conocían apenas por su costa. Después de Cortés y sus soldados, nadie volvió a recorrerla jamás y dados los pocos detalles que hay de ella, quienes han repetido ese recorrido han tenido que hacer una investigación exhaustiva para elegir una de las variantes que hay. Sin embargo, ninguno ha quedado conforme con la certeza que adquieren de la ruta elegida por Cortés y la vaguedad de sus descripciones en la Segunda Carta de Relación.







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CARTA DUODÍCIMA

La ciudad de los rebeldes y la gran Tenochtitlan

Tlaxcala, pese a toda su historia y lo importante que fue para la historia de México, no representó para nosotros sino carreteras y campos de cultivo. Todo plano. La ciudad de Tlaxcala comenzó a introducirnos en la civilización, en las urbes. Después de no haber tocado ciudades durante semanas, comenzábamos con la pequeña Tlaxcala y comenzábamos a presentir que sería bastante difícil el retorno a la vida de siempre.

Caminamos hacia arriba, hacia arriba. Todo lo que sea necesario hasta llegar a «Paso de Cortés», entre los volcanes Iztaccíhuatl [en náhuatl, la mujer de blanco] y el Popocatépetl [id, montaña que humea], a menos de cuatro mil metros de altitud y, sin embargo, el punto más alto que alcanzara Cortés en su marcha de aproximación a Tenochtitlan. Caminamos. Hacia el atardecer nos hemos dispersado a lo largo del camino. Sabemos que estamos cerca aunque no nos veamos. Extraña sensación y seguridad. Saber que estamos. Después de todo, hemos estado durante semanas.

Tlaxcala representó también una postura. En el palacio de gobierno, viendo los excelentes murales, alcanzamos a distinguir al autor.

—Disculpe. Alcancé a escuchar sin querer algo de lo que platicaba. ¿Es usted el artista que realizó estos murales?

—Sí.

Una hora y media de plática con Desiderio Hernández Xochitiotzin nos había llevado por caminos insospechados: descubrimos a una Tlaxcala vista por un tlaxcalteño que conoce su historia y que, además, se ha dedicado al arte, aunque como de costumbre, le paguen poco. "Pero no les puedo exigir que me paguen más. Ellos no saben de arte, sólo son políticos. ¿Qué van a saberlo?"

En una curva del camino, veo hacia lo alto: unas torres de transmisión. "Altzomohni", me digo y pienso: "Ya llegamos". Sigo caminando. Un rato después, caigo en la cuenta de que no son las torres de transmisión que yo pensaba. "Pero si no son... Entonces deben ser las del Cerro Tlamacas". Entonces estamos más cerca. Pero antes de que las vieran mis compañeros, las nubes cubrieron al volcán. Comenzó a oscurecer. "Tenemos que encontrar un lugar donde dormir porque va a llover".

Sobre una pared del exconvento de San Francisco hay una inscripción:

En esta fuente recibieron la fe católica los cuatro senadores de la antigua república de Tlaxcala. El acto religioso tuvo lugar el año de 1520, siendo ministro Dn. Juan Díaz, capellán del ejército conquistador, y padrinos Dn. Hernando Cortés y sus distinguidos oficiales Dn. Pedro de Alvarado, Dn. Andrés de Tapia, Dn. Gonzalo de Sandoval y Dn. Cristóbal de Olid. A Maxixcatzin se le dio el nombre de Lorenzo, a Xicoténcatl de Vicente, a Tlahuexolotzin el de Gonzalo y a Zitlalpopocatl el de Bartolomé.

Debajo está la "fuente": una pila bautismal de casi metro y medio de diámetro de cantera sólida. Me pregunté si los españoles habían distraido su atención de la conquista de México para hacer una pila de bautismo de semejantes proporciones.

La lluvia llegó poco después de las once y que no pararía en toda la noche. Nacho amaneció completamente mojado: su bolsa de dormir, las piernas empapadas, levantado desde que comenzó a clarear. 'Faltan como 20 kilómetros hasta Paso de Cortés y luego la bajada a Amecameca... ¡Vámonos!' Pero lo tomamos todo con calma. En realidad, estábamos más cerca de lo que Nacho pensaba. En hora y media, a través de las veredas que de noche no se podían ver y que eran más cortas que los grandes caminos, llegamos a Paso de Cortés.

Cholula, la gran Cholula, la de la matanza en el siglo XVI, la de 177 iglesias para visitar, la ciudad religiosa desde siempre, fue un paso más cercano a la gran ciudad. Tras los volcanes (que no veíamos) estaba la Ciudad de México. Llegando a Paso de Cortés, estaríamos en casa: de aquel lado de los volcanes, conocíamos las veredas, podíamos tomar cualquier camino. Pero teníamos que ver la gran pirámide, la más grande del mundo antiguo, con sus túneles, con ese pequeño pedazo de pirámide restaurada, uno se pregunta sobre la divinidad, sobre dios. Un dios que no es precisamente el que está sobre la capilla de la cumbre. La capilla... Era tan silenciosa, tan tranquila, que Nacho y yo nos quedamos dormidos por quince minutos. Nos despertó el batir de alas de unos pajarillos que entraron. Era más que tranquilo.

Paso de Cortés sería nuestra cumbre. La sentíamos así porque sólo faltaba bajar para estar en Ameca, en el tráfago de vida citadina, aunque ésta estuviese todavía lejos.Era la Cumbre. La cumbre de nosotros tres. Nos abrazamos. Nos dio mucho gusto estar con nosotros mismos. Yo no recordé a nadie más. Estábamos ahí y simplemente me sentí bien. A cinco kilómetros de distancia, el Popocatépetl estaba grabado en el bajorelieve del cielo azul y despejado. El Popocatépetl con su gran fumarola de humo blanco saliendo hacia oriente, hacia la gran ciudad de Puebla de los Angeles. "¿La verían así Cortés y su ejército cuando pasaron por aquí?" El Gran Popocatépetl. La lluvia de toda la noche había sido nevada de toda la noche en las alturas y lo que veíamos era una gran montaña nevada. Nieve. (ver apéndice documental)

El siglo pasado, pensaron que el Popo era una gran montaña de azufre recubierta de ceniza, la quisieron vender a un extranjero, por la noche llegaban los 'hieleros' a su manto nevado y bajaban grandes trozos de hielo para que al mediodía estuvieran listas las nieves de sabor en la Ciudad de México. Y luego, este siglo, la gran erupción provocada por el hombre. Durante varios días, estuvieron atrapados en el fondo del cráter varios hombres. Sólo uno vivió: el que contó todo.

El Popocatépetl. También había sido mi gran ambición de adolescente hasta que subí a su cumbre. Y años después... el eclipse total de sol.

Desde que la sombra inundó la ciudad de México y en ella se encendieron las luces de las calles, pasaron dos minutos antes de que nos tocara la noche de casi siete minutos. Hay nubes por todos lados pero siempre por debajo nuestro, nunca por encima. Todo es impresionante y poco común: el valle de México sumergido en la oscuridad mientras el de Puebla goza de un crepúsculo a mediodía... las nubes que rodean la Iztaccíhuatl se iluminan desde dentro con sendos relámpagos... a lo lejos, el Pico de Orizaba completamente blanco, lleno de luz.

Estamos sobre diamantes... bajo estrellas...

Dentro de una tienda de campaña hay cinco monitores y sus respectivas videocaseteras, todo conectado a un telescopio instalado tres metros más allá, apuntando al sol, a la luna... Y nosotros estamos poseídos de una alegría excepcional. Durante doce días, los expedicionarios habíamos subido hasta el borde del cráter casi 800 kilogramos de equipo, incluyendo el científico. Doce días de estar subiendo y bajando enmedio de tormentas de nieve o de agua helada. ¡Doce días! Demasiado tiempo para cualquiera. Casi nos habíamos hecho a la idea de ser testigos de un hecho natural irrepetible en nuestras vidas como simples moradores de sombras densas y blancas. Quizá dentro de otra tormenta más.

Pero el Popocatépetl nos había de dar una sorpresa: de noche se sacudió las nubes y hasta las fumarolas que salían del cráter cesaron. Simplemente increíble. Desde que se produjo el "primer contacto" hasta la etapa de totalidad, aproximadamente una hora y media, la temperatura ha bajado 22 grados C. Uno de los japoneses no cesa de decir que es un verdadero milagro. Cada uno de los montañistas de la UNAM y de los soldados que participan en todo esto, también tienen, como yo, lágrimas en los ojos. Milagro o no, nuevamente la naturaleza nos sorprende, ahora en el punto más alto posible. El telescopio funciona y el experimento planeado hace tres años se está realizando... La expedición científica más numerosa (más de 50 personas) y ambiciosa en toda la historia del Popocatépetl lograba su propósito... (1991)

Y bajamos... bajamos... En el camino surgieron cantos. Cantos del retorno porque ya estábamos en un terreno que nos era familiar. Pronto llegaríamos a la ciudad pero aunque nos faltara todavía para eso, lo que restaba también significaba carretera y casas. Nada qué decir. Habíamos entrado a lo que antaño fuera la gran Tenochtitlan.

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