Lawrence Millman. En los confines del mundo. Un viaje a los lugares más remotos del Atlántico Norte, siguiendo la ruta de los vikingos. EDHASA, Barcelona, 1991. 189 páginas. ISBN: 84-350-1946-2
| En los viajes, como en la comida, lo que es caviar para unos, es bazofia para otros. ¿Qué puedes esperar del confín del mundo? Lawrence Millman |
Lawrence Millman es un especialista en hongos pero eso no le impide tener sus sueños de aventurero que al parecer cumple con frecuencia. Uno de esos viajes lo dirigió hacia el Atlántico Norte, una zona que sería un destino poco común para viajeros y mucho menos para turistas. Como necesitado de una justificación o de una línea a seguir en ese viaje, elige seguir la pista de los vikingos de hace mil años, de Noruega a Terranova.
Como viajero solitario y terrestre, tiene que adaptarse a los transportes que pueda conseguir, el más lento que pueda conseguir:
“…entre un barco rápido y uno lento, elegiría el lento. Entre un barco lento y caminar, elegiría lo último, puesto que caminar hace del mundo el lugar inmenso y agradable que era antiguamente.” (p. 15-16)
Al final de su viaje, “traiciona” este principio y “alquilé un coche desvencijado (acto que puedo justificar diciendo que estaba todo desvencijado y que yo me sentía también un poco desvencijado por entonces)”
Lo que deja un poco de vacío es precisamente su justificante: al final, no es que pretendiera seguir la pista de los vikingos, sino que era el hilo que lo llevaba de un lado al otro, pero sin tomar una conclusión. No es el viaje tipo Kon-Tiki que va tras una pista y el viaje mismo está hecho para encontrarla. Aquí no se halla esto. De hecho, las referencias a los vikingos son escuetas y ocasionalmente habla de ellos, pero no hay nada concreto.
Pero eso no le quita mérito al viaje y Millman va de isla en isla buscando encuentros con lugares y gente al ritmo más lento posible. Así encuentra el “Infierno” en Islandia, a un guía que lo lleva siguiendo las huellas de osos en Terranova, a un hombre que ha pasado muchos años como eremita y que pasado poco tiempo huye y le dice que se vaya (“No está bien robarle la soledad a otro hombre”, p. 126), a una pareja inuit que pretende obligarlo a que tenga relaciones sexuales con la mujer y a muchos más encuentros.
El resultado es un libro lleno de anécdotas que muestran a las personas que habitan los diferentes lugares que Millman visita, incluidos barcos, una travesía en la que están a punto de zozobrar rodeados de hielo y más, como el encuentro con un farero solitario que le dice: “¡Mira esos preciosos acantilados, amigo mío! ¡Mira esa niebla sobre la tierra! ¡Escucha la acometida del oleaje! ¿Cómo puede sentirse solo un hombre en semejante compañía?” (p. 106)
Es un libro de alguien que sabe escribir, aunque personalmente me parece que le faltó ponerle más emoción a la aventura porque uno no se siente identificado con ella.