Las quebradas de Bacís
10 febrero 2006
Internarse en la barranca de Bacís, en la Sierra de Durango, no es fácil. Las espinas y los saltos en las rocas para no caer al río logran que el llegar hasta las cuevas de los antiguos sea complejo. Pero más complejo se torna el mundo interior del explorador que llega hasta allá y descubre un poco de ese polvo.
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PRELUDIOHay que darle crédito. Héctor Barrón empezó todo. Siendo el más experimentado, a Héctor le entró la espina de organizar una exploración de verdad, ¿adónde? Es donde entró la influencia del jefe de Exploración, Carlos Rangel. Durango es un lugar que él conoce bien y finalmente era un lugar bastante inexplorado, ideal.
Empezamos por ver un mapa y escoger una barranca, después decidimos qué hacer allí y finalmente vino el trabajo difícil, salir de la ciudad.
Una vez allá fuimos recibidos calurosamente por el Secretario de Salud del estado de Durango, doctor José Ramón Enríquez, quien nos proporcionaría transporte desde la ciudad de Durango hasta Bacís, una útil carta de presentación, alimentos y hospedaje y una ayuda invaluable sin duda.
Para el 16 de diciembre estábamos todos juntos y ese mismo día salimos a la sierra, por la carretera a Mazatlán. Nos desviamos un paso antes de El Salto y a poco el camino secundario se transformó inevitablemente en una terracería plana y sosa llena de bosques.
Entonces llegaron las quebradas. Salieron de una curva en que el paisaje se transformó y se plantaron justo enfrente.
Nosotros, callados.
Bacís, al fondo de todo.
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