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Montañismo y Exploración
La Araña Blanca

La pared norte el Eiger es la más simbólica de los Alpes. Heinrich Harrer, uno de los cuatro que realizaron su primer ascenso muestra su propia versión del ascenso y una historia muy completa de lo que ha pasado en la montaña hasta 1998, a sesenta años de su primer ascenso. Ahí se reconocen a Terray, Bonington, Messner…







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Heinrich Harrer. La Araña Blanca. Dramática historia de la ascensión a la pared norte del Eiger. Ediciones Desnivel, Madrid. 2006. 240 páginas. ISBN: 8496192-99-7

 

La forma y condición de una persona forman su destino; y lo que éste llama destino no es sino la predisposición de su carácter.

Menandro

La araña blanca. Heinrich Harrer
Cuando todas las cumbres de los Alpes se habían subido, comenzó el alpinismo de dificultad y las últimas vías en ser ascendidas se denominaron “Los tres últimos problemas de los Alpes”: la pared norte del Cervino, la norte de las Grandes Jorasses por el espolón Walter y la Eigernordwand (pared norte del Eiger).

La pared norte del Eiger es la más famosa de todos los Alpes porque desde su pie, como en el Capitán, en Yosemite, se puede ver con telescopios el progreso de las cordadas. Pero se trata de una pared de mil ochocientos metros, una pared de roca con aludes y un tiempo inestable constante.

Pared cuyas desgracias fueron muy promovidas por la prensa, fue incluso prohibida, pero esa prohibición fue removida al poco tiempo. En los dos primeros intentos todos los integrantes de las cordadas murieron pero fue la agonía de Toni Kurz lo que proporcionó la imagen sangrienta de la cual aún no se desprende el alpinismo.

Pese a todo, una cordada de cuatro personas la ascienden y llegan a la cima después de varios vivacs: “Son las 15:30 horas del 24 de julio de 1938.” (p. 90)

Fritz Kasparek escalando en el Eiger, 1938Esta primera cordada la conoce la gran mayoría de los alpinistas, aquellos que dirigen sus inquietudes a las paredes heladas de gran nivel. El Eiger sólo puede existir por su pared norte y por ella subieron Anderl Heckmair, Wiggerl Vörg, Fritz Kasparek y Heinrich Harrer.

Harrer proporciona aquí su propia versión de la historia, versión que sólo cambia por el personaje que lo vive pero que si se compara con la de Heckmair, no discrepa en nada y añade un punto diferente:

“Anderl tiene que dejar su mochila para intentar superar de nuevo esa zona desprovisto de carga, pero dejándose puestos los crampones debido a las placas de hielo que se pueden encontrar una y otra vez sobre esta pared. Es una forma nueva de escalada: ascensión con crampones por roca difícil o muy difícil, pasando por encima de zonas extraplomadas.” (p. 71)

¿Comenzó aquí, realmente, el alpinismo extremo? Buen punto de inicio.

Pero Harrer no se detiene aquí. Considera que:

“Nosotros, los mayores, debemos alegrarnos de que sigan existiendo jóvenes prometedores alpinistas que sobresalen en la multitud por iniciativa y fantasía. Los jóvenes, a su vez, que alcanzan hoy logros más importantes, deben reconocer que para conseguirlos necesitaban tener esos predecesores que les allanaron más de un camino.” (p. 192)

Y su pequeña contribución es hacer el recuento de las escaladas hechas en la Eigernordwand, desde el primer intento hasta el momento en que deja de escribir: 1998, en los 60 años del primer ascenso. El resultado es una secuencia de ascensiones e intentos que dejan grabada en la montaña la inquietud humana y no sólo un montón de rocas.

Algunas de las ascensiones las narra con más detalle y otras sólo las echa al gran listado que está al final del libro y que ocupa 38 páginas, pero el resultado es un compendio del Eiger en muchas facetas: escalada, parapente, esquí y anhelos. Y también es interesante comparar la forma en que Harrer describe la ruta a como la harían los alpinistas modernos.


Erratas

“En los cincuenta años de la historia de la Pared Norte del Eiger desde su primera ascensión, esta fue la peor desgracia y la que causó más víctimas.” (p. 183) Está hablando en 1967, a menos de 29 años de esa fecha.



 



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