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Montañismo y Exploración
Escalad, escalad, malditos
1 diciembre 2006

Recopilar biografías de personas que hayan cambiado aunque sea ligeramente el rumbo del montañismo no es nueva. ¿Qué tan importante puede ser una persona desconocida que no ha tenido un gran logro como subir un ochomil? Al final, Escalad, malditos, escalad, nos deja con un bosquejo de varias personas que tienen algo en común: el montañismo.







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Álvaro Osés Arbuzu. Escalad, escalad, malditos. Ediciones Desnivel, Madrid, 2006. 208 páginas. ISBN: 84-9829-021-X

…lo fundamental está en la cabeza, en esa mentalidad de quien está dispuesto a subir controlando el miedo a base de sangre fría e imaginación.

escalad, escalad, malditos
Son aquellos que se dedican a hacer preguntas cuya respuesta sobrepasa al común de las personas. Son insistentes y no desisten de sus preguntas. Por eso sacan a los adultos de sus casillas. Se caracterizan por ser rebeldes, pues los han tratado tan mal con respuestas que nunca satisfacen sus inquietudes, que terminan aislándose en sí mismos y rechazando al mundo. Son los infantes malditos.

Este concepto es el que toma Álvaro Osés y coloca en un libro una breve semblanza de quince montañistas españoles que, aunque no son infantes, pertenecían a la misma casta:

“Los malditos del alpinismo son los que viajaron al Himalaya cuando lo normal era ir en una expedición pesada, aquéllos que eligieron los rincones más recónditos en busca de la plenitud en vez de los sitios más trillados, aquéllos que decidieron subir sin cuerda despreciando el apego que todos tenemos a nuestro pellejo, los que se recluyeron en un refugio perdido en las montañas durante años o los que tuvieron la osadía de escribirlo con la esperanza de que alguien lo leyera (¡ah, pobres incautos!).” (p. 12)

La idea de recoger biografías perdidas de personas que hayan cambiado aunque sea ligeramente el rumbo de alguna actividad humana es antigua y cada escritor que se decide a hacer una recopilación se encuentra en el problema de decidir quiénes son más importantes entre todo el crucigrama del montañismo.

¿Qué tan prominentes pueden ser si no subieron antes a un ochomil?

“En la primera ascensión a la Norte del Pájaro, pesaba el punto final que aparentemente había puesto César Pérez de Tudela con su apertura de la Oeste. En esta vía, Pérez de Tudela y sus compañeros tuvieron que poner entre cincuenta y sesenta buriles para acabar sentenciando que ya no era posible abrir más vías en ese risco… Un mes después, el Cogoteras, sin utilizar un solo buril, escalaba con David Rodríguez la pared norte, dejando boquiabiertos a los entendidos y demostrando que los jóvenes llegaban empujando.” (p. 15)

Conocidos o no, lo importante es tener un patrón que lo haya distinguido. Y así se narran historias que a veces van entretejidas unas de otras y unas con otras.

Sin embargo, el resultado deja mucho que desear. Álvaro se dedica mucho a la forma como dice las cosas y no a qué es lo que realmente está proporcionando como información. Quizá el capítulo donde se nota más esto es en el de Marisa Montes, donde se pasa hablando del pasado de la humanidad por demasiado tiempo. Al final, uno no alcanza a conocer a Marisa y se pregunta si realmente fue importante para el autor o sólo fue un trámite que tuvo que llenar.

Otro caso es el de Fernando Garrido: una entrevista en vivo y no hace las preguntas correctas para hacernos saber por qué es uno de los malditos elegidos. Lo menciona en breves líneas, claro, pero entonces, ¿para qué la entrevista? Y de Fernando Garrido se puede hablar mucho, pero teniéndolo ahí…

Como libro, es recomendable para aquellos que se dedican a la historia del montañismo español, pero no tendrá mucho uso para aquellos que busquen un libro de literatura de montaña que leer, tal como su Centinela de piedra.


Erratas

Página 39, menciona: “De aquella visita de Ron [Fawcett] y Pete [Lievesey], de la enseñanza de la nueva filosofía, derivaron después las ideas del séptimo y octavo grado europeos, de subir sin ayudas artificiales cuando la cosa se ponía difícil, de dejar lo mínimo en la pared, de ensayar los pasos difíciles de una vía, de entrenamientos específicos, en resumen, de la escalada deportiva, el rotpunkt y toda la faramalla posterior.”

Esta visita a España fue en 1978 y hay que hacer notar que al menos una década antes, Reinhold Messner sostenía ya una batalla interminable sobre esos puntos y que a partir de sus escaladas y su filosofía, fue que se estableció el séptimo grado.

Lee un capítulo del libro (PDF)



 



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