Alberto Bertolazzi. La Tierra. Numen (Cube Book), México. 2004. 728 páginas. ISBN:970-718-189-3
Hace poco me hacían la siguiente pregunta: “¿Es importante tener lugares naturales conservados?” Mi respuesta fue afirmativa por tres razones: la primera porque los lugares por sí mismos merecen estar como se les encuentra, sin la intervención del hombre. Millones de años han pasado para que un solo sitio sea tal cual es y basta la sola presencia del hombre para cambiarlo en unos minutos.
La segunda razón es que cuando el hombre se encuentra en un ambiente natural sin modificaciones, tiene la gran oportunidad de aprender de ese lugar, de sí mismo y de la capacidad creadora de la naturaleza. Hombres de ciudades que vivimos, estudiamos, trabajamos o hacemos la mayoría de nuestras actividades en lugares cerrados (casas, edificios, ciudades), el estar en contacto con un espacio abierto nos produce miedos profundos y tratamos de modificar el medio para sentirnos a gusto. Pero perdemos la oportunidad de saber qué tan capaces somos de vivir en ese medio.
Finalmente, el conocer espacios naturales en vivo hace que uno llegue a amarlos, a desear que se conserven así, a viajar y a buscar más sitios naturales en donde poder disfrutar.
Alberto Bertolazzi publica un libro llamado La Tierra, un volumen pequeño que tiene un propósito específico:
“En este volumen hemos querido presentar una Tierra en la que el hombre no es tanto el protagonista como el extasiado observador, pero no de carreteras, ciudades y monumentos, sino de bosques, montañas, mares, desiertos… maravillas postales de un mundo que nos acoge pero del que no somos propietarios.” (p. 18)
Conociendo el mundo que habitamos, podríamos “viajar con los ojos abiertos” para “no ser esclavos, sino dueños de nuestro viaje” (p. 23) Pero lo cierto es que sólo viendo las fotografías que se presentan uno queda impresionado de la belleza de nuestro planeta. Se presentan montañas, mares, desiertos, bosques, grandes lagos, volcanes en erupción y más temas que pueden impresionar con una sola fotografía.
Para los montañistas, el capítulo Pilares del cielo es quizá el mejor. Montañas de todo el mundo desde perspectivas no usuales (muchas fotografías son aéreas) invitan a adivinar de qué montaña se trata.
Un libro excelente que puede ser hojeado, mirado, observado o analizado detalladamente por todos. Sólo hace falta tener ojos para poder admirarse. Sus carencias son los mundos que no vemos normalmente: el subterráneo y el subacuático.