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Montañismo y Exploración
Por el camino del Inca


El camino del Inca es como actualmente se conoce a la larga red de caminos construidos durante los incas antes de la llegada de los españoles. ¿Cómo está actualmente el camino? Karin Muller lo recorre junto con un cámara del National Geographic esperando encontrar algo que ella misma no sabe en un principio y que encuentra más allá de las ruinas de Macchu Picchu o los viajes a la selva en busca de laboratorios de cocaína.







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Karin Muller. Por el camino del Inca. Odisea de una mujer en el corazón de los Andes. National Geographic Adventure Press-RBA, Barcelona, 2000. 304 páginas. ISBN: 84-8298-210-9

Había abierto una puerta a otro mundo, y tal vez no aquel día ni al día siguiente, pero en algún momento la franquearía. Se había convertido en un viajero.

No creo que en toda la historia humana se haya construido nada tan grandioso como este camino —escribió un cronista—. Salva los valles más profundos y las más altas cumbres nevadas, atraviesa paredes de roca sólida y bordea tortuosos torrentes de montaña. En todas partes, el camino está sólidamente construido, sostenido por terrazas en las laderas, abierto en la roca en las riberas de los ríos y protegido por muros de contención. En los tramos a mayor altura hay peldaños y bancos donde los viajeros pueden sentarse a recuperar el aliento, y en toda su longitud se mantiene abierto y libre de escombros en todo momento.


Auspiciada por la National Geographic Society, Karin Muller inicia un viaje a América del Sur en pos del Camino del Inca, esa enorme vía que comunicaba a todo el imperio.

"En realidad no hubo un solo camino del Inca, sino varios. El más famoso, el Camino Alto, discurría a lo largo de la espina dorsal de los Andes, desde el norte de Ecuador hasta Argentina y Chile, 5,000 kilómetros más al sur. Un segundo camino avanzaba más o menos al mismo ritmo por la costa. Entremedias había cientos de conexiones, atajos, rutas importantes y desvíos. El resultado era una red de 25,000 kilómetros tendida sobre el imperio como una telaraña, para facilitar la conquista de nuevos territorios, la administración y la recaudación de impuestos." (p. 17)

"Mi plan era seguir el Camino Alto como vía principal de mi viaje al sur, en dirección a Chile. De vez en cuando me apartaría del Capae Ngan (=Camino Hermoso) para aventurarme por los múltiples desvíos en busca de los restos de un imperio conquistado hace 500 años." (p. 18)

Con este propósito y con el título del libro uno esperaría algo parecido a un descubrimiento arqueológico de uno de los caminos más importantes jamás construidos. Sin embargo, el descubrimiento es muy otro, pues Karin, afortunadamente, no se dedica exclusivamente al Camino, sino a lo que encuentra a lo largo de él. De esta forma, se mezcla con curanderos, hechiceros, se ve atrapada dentro de una manifestación que la policía reprime con gases lacrimógenos, participa en fiestas importantes como uno más del pueblo, se mete a la selva en busca de laboratorios donde se procesan las hojas de coca para extraer la cocaína, duerme en las ruinas de Macchu Picchu y muchas situaciones más.

Esta inmersión en un mundo que no conoce es profunda, aunque siempre se trata de un lapso muy breve, aunque el hecho de estar a punto de pisar una mina en una vereda le hiciera parecer esos momentos muy largos. ¿Dónde refugiarse de esta avalancha de experiencias abrumadoras? Recurre a la historia del Imperio Inca para explicar con mucha frecuencia los paisajes o las costumbres. Pero en muchas ocasiones el refugio intelectual no le sirve y entonces produce sus propias versiones. Hablando de la convivencia de la religión cristiana y de los ritos quechuas que parecieran muertos pero que descubre muy vivos, dice:

"Sincretismo. Mi diccionario lo define como «intento de combinar principios irreconciliables de índole filosófica o religiosa». A mi entender significa poner la devoción por delante del dogma, y la familia por encima de todo." (p. 48)

Ahí ha comenzado su verdadero viaje y no con la llegada a Quito. En sus inicios, buscaba con afán al camino mismo y eso le lleva a las ruinas de una ciudad abandonada, Caxas:

"A primera vista, la «ciudad» me pareció una extensión de prados de montaña entre campos recién sembrados. Pero gradualmente empecé a distinguir, justo debajo de la hierba, alineaciones de surcos y protuberancias semejantes a las cicatrices que los masai se provocan con fines cosméticos. Caxas se extendía hasta el horizonte, y por primera vez comprendí lo grandiosa que debió haber sido aquella ciudad en ruinas. Una ancha franja de un tono más oscuro de verde discurría recta como una flecha por uno de los bordes. El Camino del Inca." (p. 137)

Sin embargo, es en Bolivia donde encuentra el tramo más importante del Camino del Inca:

"Chuck quedó como fulminado nada más de verlo. De más de seis metros de anchura, hecho de piedras que encajaban perfectamente y pulido por cientos de años de lluvia. Unos canales cuidadosamente labrados en la piedra drenaban el agua de la superficie brillante. Era una obra de arte, una escultura modelada por inhumanas manos humanas. Era como si sus constructores hubieran encontrado la forma de fundir la piedra y colarla en moldes gigantescos... Era la respuesta a mis sueños, la visión que me había estado persiguiendo desde que tracé por primera vez aquella delgada línea roja en el mapa de mi habitación." (p. 266)

¿Eso era todo? ¿Un camino hermoso e impresionante y nada más? Uno de sus hallazgos personales fue la convivencia con curanderos, hechiceros y chamanes, de quienes dice:

"Los curanderos y su filosofía definen toda la psicología de la vida indígena... Puede que el chamanismo sea una religión, pero los chamanes no son sacerdotes. La autoridad de un sacerdote es el resultado del perseverante estudio de un conjunto de dogmas religiosos, mientras que el poder del chamán deriva de una experiencia psicológica personal. El sacerdote ha optado por dedicarse al sacerdocio, mientras que el chamán ha experimentado en algún momento de su vida la revelación de que posee un don. Más que un sacerdote, es un poeta." (p. 128-129)

Lo que más le atrae es la poderosa conexión del ser humano. Los hombres son diferentes de lo que ella misma pensaba y se descubre incapaz de volver a emitir un juicio sobre alguien.

De la gente que vive en Nambija, un pueblo donde todavía se extrae oro pero de forma muy artesanal y con alto riesgo dentro de las minas:

"Me había equivocado al juzgar a la gente de Nambija. No era la codicia lo que atraía a los mineros. Era la esperanza. La esperanza de una vida mejor para ellos y para sus hijos, o por lo menos de salir un poco mejor parados de lo que habían venido." (p. 102)

En pocas palabras:

"Aprendí acerca del poder de la fe, expresada en una festividad católica pagana de un hechicero. Sentí la magia en su estado más puro, en la fiesta de la Mamá Negra, en una noche en que no hubo extraños, sino únicamente amigos. Aprendí lo que es la amabilidad en medio de unos disturbios callejeros." (p. 302)

Había aprendido que a pesar de haber pasado una noche sola en las ruinas de Macchu Picchu, "A mi fantástica experiencia inca le faltaba un ingrediente fundamental: los incas." (p. 219) Y justo después participa en una ceremonia indígena: "Recordé mi noche en Macchu Picchu y perversamente me sentí agradecida por la lluvia y la enfermedad que me habían traído hasta allí. Ningún tiempo transcurrido entre piedras solitarias podía compararse con aquello." (p. 222)

Y detrás de la gente que ella conoce y que le enseña su forma de vida, hay algo fuerte, importante, que es el motor de sus vidas:

"«Los bailarines participan en el equilibrio de poder entre las divinidades indígenas y el dios cristiano —prosiguió—. Por eso, al final del desfile, se quitan la fachada pagana y renuevan sus votos de fidelidad a la religión católica.»

"No me había dado cuenta de que todo el festival estaba cuidadosamente coreografiado, como una historia popular destinada a confirmar el orden social existente." (p. 287)

Seis meses y medio después, el viaje termina en Chile, aunque en el libro no existe una descripción de nada importante en ese país y todo se circunscribe a Ecuador, Perú y Bolivia. Los capítulos fueron escritos como si fueran artículos independientes y dan la sensación de tratarse de un viaje nuevo cada vez y quizá a eso deba la "ligereza" de la narración aunque llena de datos históricos. Como viajera, también comienza a sentir el cansancio del viaje prolongado:

"Llevaba cinco largos meses viajando. Estaba cansada de ver a la gente entrar y salir de mi vida como luciérnagas y de luchar por establecer vínculos significativos a través de la confusa estática intercultural, sólo para tener que despedirme, preguntándome si la nueva amistad iba a sobrevivir alimentada por el correo electrónico y por alguna ocasional llamada telefónica hasta mi eventual regreso por aquellas tierras." (p. 253)

Al final Karin Muller tiene la honradez de poner a cada uno en su lugar:

"No tenía idea de lo mucho que esa espléndida obra de ingeniería, antaño «pavimentada, flanqueada de árboles frutales y bordeada de acequias», había sufrido como consecuencia el desarrollo moderno, la indiferencia y las guerras. En realidad, el camino ha dejado un legado más importante que el pavimento de losas labradas y las posadas en ruinas. Hizo posible la difusión del imperio, iniciando una tradición que ha perdurado hasta el presente... Los libros de historia se equivocan. El imperio inca nunca fue conquistado. Está vivo y goza de buena salud.

"Creí que me estaba embarcando en un «viaje heroico», una odisea hacia lo desconocido, llena de obstáculos, triunfos, fracasos y nuevos conocimientos. Y así fue. Sólo que no fui yo la heroína de la historia, sino apenas su cronista. Los verdaderos héroes fueron las personas que conocí en el camino..." (p. 302)


Erratas

En la página 54, dice: "Aunque Suiza se ha apoderado del chocolate, Italia de los tomates y Hawai de las piñas, los tres alimentos proceden de América del Sur..." El chocolate es originario de México, no de América del Sur.



 



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