Eduard Sallent. Mientras haya luz. Tragedia en el Nanga Parbat. Ediciones Desnivel, Madrid, 2002, 236 páginas. ISBN: 84-95760-40-1
...la literatura sobre las expediciones parece toda igual. Leído un libro, leídos todos, incluyendo el que escribí yo al volver del Annapurna, hace veintiséis años.
Jordi Pons
Para la inmensa mayoría de la gente, ¿merece la pena este reino de lo inútil? ¿Quedan aquí? ¿Dinero? ¿Comodidades? ¿Lujos?... ¿Nada? No, no se da nada material aquí. Aquí se vive intensamente, aquí uno contempla cómo puede llegar a ser de insignificante cualquier persona delante de tanta grandiosidad y de tanta belleza insuperable. Aquí lo tengo todo.
Eduard Sallent
Nanga Parbat. 1997. Cinco hombres, cuatro españoles y un rumano, ascienden poco a poco por la vertiente del Diamir por la ruta Kinshofer, abierta en 1962. Pese tener 35 años de haber sido recorrida por primera vez, la montaña mantiene sus problemas de siempre y quizá más, pues con el paso de numerosas expediciones, el equipo dejado en la pared es de diferentes calidades:
"Estoy jumareando sobre una cuerda de plástico, de esas de tender ropa..." (p. 41)
Sin embargo, suben continuamente. Dos de esos hombres se dirigen a la cima mientras los otros tres van en calidad de equipo de apoyo, pero cuando llegan alcampamento dos, deciden continuar juntos a la cima, pese a que tres de ellos
"No habíamos estado nunca en estas tierras. Nuestra altura máxima la alcanzamos, hace dos años, en las montañas andinas, en pleno continente sudamericano. Sin embargo, aquí es preferible no precipitarse y, en principio, actuar como equipo de apoyo." (p. 18) Eduard Sallent menciona que "No sé si podré llegar a la misma cumbre, pero ya empiezo a tocar el cielo." (p. 64)
Por ello, "...a partir de donde estoy ahora todo será nuevo: la ruta, la altura, mis reacciones físicas y psicológicas..." (p. 59) y por supuesto, lo son: "...hay algo que no me deja ser ni comportarme como lo hago normalmente. Me cuesta percibir todo lo que estoy viviendo. Quiero decir que no sé si soy consciente de todo lo que hago, seguro que no. Vivo estos momentos porque estoy aquí, pero nada más." (p.92)
La cumbre la alcanzan días después: "Son alrededor de las nueve y media de la noche. El aire es frío, la noche es muy oscura. Una dulce brisa roza mi cuerpo, es muy suave." (p. 101) "...casi siempre, la obsesión de llegar arriba deja a los alpinistas ciegos, incapaces de darse cuenta de los peligros que les están acechando." (p. 118)
En el descenso, en una noche sin luna, vivaquean en la pendiente helada:
"Edu, habías leído en libros sobre los grandes alpinistas, soportando peligrosas noches al raso, sin saco ni funda de vivac, por encima de los ocho mil metros. Hombres muy duros y valientes, que aguantaban, agotados, noches eternas en medio de los hielos perpetuos. Epopéyicas narraciones que hacían que te sintieras como un aprendiz, todo eso lo veías muy muy lejos. Todo te parecía cosa de grandes hombres. Ahora te toca a ti." (p. 109)
Al otro día, dos de ellos caen por una rampa de hielo. Uno queda mal herido y el otro no puede moverse por un dolor intenso en el hombro. Los problemas comienzan en serio, pues han de cuidar y bajar a dos heridos que casi no pueden tenerse en pie. Además, el rumano no quiere participar en ello, pues "I'm not a strong man..." (p. 182) Uno de los heridos cae por la pared del Diamir y el rumano deja solos a los otros, bajando a toda prisa. Los que quedan, "hechos polvo" continúan bajando y ayudan a su amigo, que se niega a descender, que quiere descansar.
"Quedamos tres. A partir de ahora, tenemos que trabajar juntos para conseguir la verdadera y última cumbre: llegar al campamento base." (p. 192)
Se preguntan si el herido podrá descender casi dos mil metros de rapeles por la pared. Saben que
"...eso hace que no tenga claro si lo que tengo es un miedo inconsciente o bien que estoy en un estado de ponerme a prueba superando todos mis límites, hasta ahora conocidos. Es como entrar en una confusa dimensión donde el agotamiento es tan grande que se activan nuevos sistemas de lucha para ayudarme a superar obstáculos que se me han revelado importantes." (p. 167)
En el Nanga Parbat, sin embargo, no hay espacio para bromas:
"Poco a poco vamos aprendiendo que aquí, en el Nanga, no existe la palabra broma, aquí es todo muy serio. Es una montaña que no permite ni un solo descuido, no se puede bajar la guardia ni un segundo. Se puede pagar muy caro. Y nadie podrá juzgar los hechos que aquí arriba han ocurrido. Nadie que no haya estado viviéndolo en su propia piel, entre nosotros. Se tiene que haber vivido y sufrido en las entrañas de este gigante del Himalaya. Hace falta haber luchado de forma extrema para conseguir sobrevivir. El Nanga es una montaña muy difícil y complicada. Es un mundo donde en cada momento tienes que subsistir, tienes que esforzarte hasta unos límites desconocidos, incluso para nosotros. Es una prueba muy dura, en todos los aspectos y nosotros lo estamos viviendo." (p. 193)
La ruta Kinshofer les exige mucho: "...para una ruta como la que hemos elegido es imprescindible acostumbrarse a estar colgado, a mejorar el equilibrio, a familiarizarse con el material, a educarse con un compromiso real..." (p. 46) "...vuelvo a adentrarme en las inacabables paredes de hielo, donde no se me permite el más mínimo error técnico ni de equilibrio." (p.167) "Aquí las cosas se intentan, no se sabe hasta qué punto se consiguen realmente." (p.132)
Puestos una y otra vez en situaciones de las que les parece que no saldrán, se emplean al máximo y descubren que "El concepto de límite es ahora relativo. ¿Cuál es mi límite de fuerzas? ¿Y de resistencia? ¿Hasta cuando podré aguantar?" (p. 207)
El libro es apasionante y, como escribe Jordi Pons en la introducción, "La montaña tiene unos límites, no la podemos medir sólo con cifras, hace falta medirla por los sentimientos que despierta en nosotros, por las satisfacciones que nos proporciona." (p. 11)
En lo personal, me pareció que ya había leído el libro, pero no lo recordaba totalmente. Fue cuando ocurren las caídas que recordé por qué me parecía tan familiar: es prácticamente la misma situación que Joe Simpson narra en Tocando el vacío. Allá, claro, se trataba de un seis mil muy difícil, dos personas. Acá son tres (al final) en un ocho mil. Sin embargo, el paralelismo de ambas obras es tan sorprendente que uno se podría preguntar si éste no es copia de aquel. La respuesta es sencilla: no. Las que son muy similares son las vivencias, ese sentirse todo el tiempo en el límite y sin embargo arrastrarse hasta lograr su objetivo, no importa cómo.
Libro fascinante que puede ser leído en muy poco tiempo, es uno de los pilares —junto con el libro de Simpson— por los que la literatura de montaña irá cambiando de lo superficial y anecdótico a la narración profunda de las vivencias. Y aunque su subtítulo es Tragedia en el Nanga Parbat, la narración se dirige más a la supervivencia que al drama.
"Hemos conseguido aquello que, hasta a nosotros, nos parecía imposible. ¿Hemos tenido suerte? Seguro que sí. Pero coronar una cima como ésta no se consigue, solamente, gracias a la suerte." (p. 226)
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