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Montañismo y Exploración
Historias de escalada


Jim Bridwell, uno de los escaladores más legendarios de Yosemite que fue conocido poco a poco, pero de manera contundente en todo el mundo por la calidad de sus ascensos y de sus rutas abiertas, ofrece unas Historias de escalada donde el protagonista no siempre es él mismo, pero que dan una idea completa y cabal del mundo de los escaladores en el que el mismo Bridwell se mueve todavía, abriendo rutas de gran complejidad y manteniendo una filosofía y una ética impecable.







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Jim Bridwell y Keith Peall. Historias de escalada. La pasión de un escalador. Desnivel, Madrid. 1993. 156 páginas. ISBN: 84-87746-29-2

Elegir el camino más fácil y no siempre más evidente es un talento que nace de la experiencia y con frecuencia de la suerte. (p. 15)

Es triste no apreciar las triviales pero maravillosas y bellas tareas de la vida, como decir «hola» o lavar los platos. Las realizamos sin prestar atención. (p. 17)

...ahí radicaba la belleza de la ruta. No había nada donde la mente pudiera aferrar sus esperanzas. No teníamos más que aquel aquí y ahora. Arriba y abajo; el principio y el fin. (p. 22)


Yosemite, ese parque que en pocas décadas se ha convertido en el destino principal de la gran mayoría de los escaladores, tiene también sus personajes. Uno de ellos es Jim Bridwell, a quien la mayoría conoce por ser uno de los tres que compusieron la primera cordada que escaló La Nariz en menos de 24 horas, idea que se le ocurrió primero que nadie a Frank Sacherer, según el mismo Bridwell.

"Si cualquiera que no fuera Frank hubiera dicho «Quiero hacer la Nariz en el día», la respuesta por parte de cualquier habitual del Campo 4 hubiera sido una carcajada incrédula." (p. 97)

A pesar de que esta ascensión le valió el reconocimiento internacional en 1975 "Mi mejor recuerdo proviene del día siguiente, cuando Warren Harding, el hombre que escaló por primera vez en la Nariz y El Capitán, me felicitó entrañablemente." (p. 103)

Jim Bridwell se encarga de relatarnos varias historias de escalada donde no siempre el protagonista es él mismo pero que dejan una idea más que clara de lo que era el ambiente de la escalada: "...había tenido un dominio más o menos absoluto sobre las nuevas rutas desde que mis predecesores me legaron el reino a finales de los años sesenta." (p. 153)

Y después de dominar las rutas, siguió el único camino a seguir: abrir nuevas vías, pero con un estilo definido:

"Al abrir una ruta nueva procuro siempre hacer el mejor trabajo posible, pero para que el producto terminado posea una integridad uniforme, todos los que vayan en cabeza deben también esforzarse todo lo posible. La primera ascensión es la única en la que los escaladores se ponen a prueba a sí mismos frente a la roca primigenia, en una verdadera creación artística. Los escaladores del futuro podrán imitar y respetar el original o bien desfigurarlo, algo así como pintarle bigotes a la Mona Lisa. Se necesita experiencia y una sangre fría a prueba de bombas para crear una gran ruta en lugar de una ruta mediocre." (p. 33-34)

Escalador de rutas de alto nivel, en donde su mentalidad es crear "una fantástica ruta de la que todos podríamos enorgullecernos." (p. 35), su actividad no se detiene en Yosemite y se dirige a Patagonia, donde realiza el primer ascenso en estilo alpino del Cerro Torre porque su "objetivo principal, que para mí es siempre ir donde nadie ha ido o escalar en un estilo con el que ningún otro ha tenido éxito." (p. 118)

"Yo había pasado tres años planeando esta escalada, estudiando fotografías y artículos en las revistas y hablando con otros escaladores, diseñando ropa, entrenándome, pensando. Sin embargo, creo que si no pasamos miedo no nos divertimos... Moverse cerca del filo eleva el «factor miedo» pero también concentra la mente, reduciendo la posibilidad del temible fallo de la atención." (p. 62)

En ese ascenso realiza un descubrimiento increíble: "Por todas partes se arremolinaban nubes amenazadoras y yo pasé junto al compresor de Maestri, que éste había utilizado para burilar su ruta. Me pareció increíble encontrarlo allí arriba, tan cerca de la cumbre de esta magnífica aguja... Llegar hasta la cumbre era un sencillo paseo y me pregunté por qué Maestri y su amigo no habían llegado hasta arriba." (p. 65)

Historias de escalada no sólo es abrir rutas y ni siquiera está escrito para resaltar al personaje principal (el autor, quien se burla de sí mismo varias ocasiones: "Desde que era escalador de la jet-set..." [p. 19]) sino, más importante aún, una ventana importante hacia la vida en el mundo de los escaladores del Valle de Yosemite que se plantean retos más allá de California porque el mismo Yosemite les ha marcado para ello:

"Aquellas vías de artificial técnico estaban espantosamente cubiertas de hielo y por ello fuera de lugar. Nuestra nueva opción exigía pasos más peligrosos pero parecía la única posibilidad. La clave sería un intento rápido en estilo alpino. Un farol con sólo una pareja. Igual que agarrar un tigre por la cola: si soltábamos, nos comería... si se presentaba una tormenta mientras estuviéramos escalando, la retirada sería un suicidio. El único camino hacia abajo era hacia arriba; conquistar la cumbre o morir, por así decirlo. Sonaba ridículo pero era verdad. Con buen tiempo, una retirada sería como mínimo difícil, pero no pensábamos retirarnos con buen tiempo a menos que, naturalmente, encontráramos algo que no pudiéramos escalar." (p. 10-11)

Si uno busca la personalidad de Bridwell en este libro, la encontrará esparcida hasta en los relatos de los que él no forma parte ("Que nadie se moleste en buscarme en primera clase: viajo en un cordón de zapato, a menudo medio roto." [p. 136]), pero como escalador está presente principalmente donde se asoma un poco de su filosofía al escalar y que le hace sentir mal en ocasiones: "Trece veces mordió el burilador en la piel de cebolla del Half Dome, y cada agujero dejó una cicatriz en mi ego. Terminé el trabajo sucio y descendí, asqueado por lo que acababa de hacer." (p. 39) pero que le lleva siempre a ser fiel a sus propias reglas: "¿Qué importancia tendrían unas horas en los años que habían de venir? Sólo podríamos hacerlo bien esta vez." (p. 40)

Pero aunque uno quisiera imaginarlo enfadado con quienes no siguen esta ética Bridwell no espera que todos sigan sus mismos pasos y se torna mordaz en sus comentarios: "Al pasar su punto más alto nos llamó la atención un artilugio insólito: una caña de pescar con un gancho sujeto en un extremo, utilizado evidentemente para evitar las fijaciones difíciles por el procedimiento de alcanzar los buriles colocados más arriba. Me pregunté cómo podía haber alguien que quisiera hacer una escalada sin escalarla. ¿Habían perdido el espíritu a cambio de la tecnología?" (p. 79)

Hombre que surge en algún momento que no existe en el libro, es muy consciente de lo que Yosemite era y es actualmente: "Con el transcurso de los años Yosemite, en otro tiempo casi un coto privado de un puñado de californianos, iba atrayendo a un creciente número de escaladores procedentes de todo el mundo." (p. 55) "Es muy triste admitir que Yosemite ha dejado de ser un lugar donde los escaladores pueden escalar llenos de sentimientos de confianza y fraternidad. Marché de Yosemite con veinte dólares en el bolsillo, tres ruedas lisas y pocas ganas de volver jamás. Un paraíso perdido." (p. 25)


Erratas

Página 9, último párrafo, dice: "...cara este del Moose's Tooth." Debe decir Moose's Tooth. En adelante, la letra U sustituye al apóstrofe.

Página 24, hay un salto de párrafo entre "...me descendieron suavemente por el aire hasta su... y ...altura. Extendiendo mucho los brazos..." El salto no debería existir. Lo mismo pasa en la página 143

Página 62, tercera línea, cita a Maestri: Â?La esperanza es una palabra vana en las montañas.Â? En la página siguiente (63) se repite la misma cita, pero de forma diferente: Â?La esperanza irracional es una vana palabra en las montañas.Â?

Página 99. segundo párrafo, línea 6, dice: "Deducí que en realidad...". Debe decir: "Deduje".



 



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