Louis Lachenal y Gérard Herzog. Cuadernos del vértigo. Ediciones Desnivel, Madrid. 2001. 301 páginas. ISBN: 84-95760-10-X
En el alpinismo, como en otras cosas, un éxito lleva a otro. Se comienza por uno pequeño; después se logra otro éxito aún mayor. Así se llega al espolón Norte de la Punta Walker. ¿Vamos a saciar aquí nuestra sed de aventuras?... Lo que nos lleva hacia esta pared es el deseo de aventura, la feliz perspectiva de revivir las primeras ascensiones, sin anotaciones técnicas, sin informaciones precisas y con grandes jornadas de lucha intensa, intentar encontrar las raras huellas de aquellos que, en el momento de la primera ascensión, estaban a la cabeza del alpinismo mundial.
Ese día experimenté la sensación de moverme en un mundo extraño y hostil e, incluso me parecía extravagante la idea de querer penetrar en ese mundo. Pensé: "¿Qué hemos venido a hacer aquí?"... Imagino que los debutantes deben sentir, a veces, esa misma impresión de ser un intruso en medio de seracs ordinarios o cuando se aventuran por primera vez en una cara Norte. El Himalaya nos concedió una segunda juventud.
Cuando apareció, poco después de la muerte de su autor (Louis Lachenal), los Cuadernos del vértigo fueron ampliamente criticados. Por un lado, Lachenal presentaba una parte de la historia del Annapurna que no coincidía con el relato oficial escrito por Marice Herzog en Annapurna, primer ocho mil. Por otro, no se sabía hasta dónde Gérard Herzog, escritor y hermano de Maurice, había metido mano para que ambas historias no chocaran entre sí. De cualquiera de las dos formas, uno se preguntaba qué era lo que Louis Lachenal había escrito, sea con o sin censura porque, después de todo, éste es su único libro.
En general, el resultado es una biografía de Lachenal, el prácticamente desconocido "Biscante" que fuera compañero de cordada de Lionel Terray y que ascendiera el 3 de junio de 1950 al Annapurna con Maurice Herzog. De esta forma, uno conoce a un hombre decidido que mantiene una actitud muy peculiar hacia la montaña que le hace ser uno de los mejores escaladores del momento.
"...el espíritu del alpinismo es como yo me lo imagino, y yo me lo imagino como lo practico. Por otra parte, avanzar rápido quiere decir, por encima de todo, no perder tiempo. Y además, avanzar rápido, es ser prudente." (p. 171)
El estilo alpino está surgiendo también en él, como lo hace en Hermann Buhl, y es criticado por ello, pero eso no le detiene para realizar la segunda ascensión a la cara norte del Eiger junto con Lionel Terray.
"El año anterior, después de nuestra ascensión al Espolón de la Walker, algunos consideraron interesante analizar nuestra concepción del alpinismo y publicaron ideas no muy inexactas sobre nuestra imprudencia. Incluso algunos criticaron nuestra idea decidida en el momento de la salida de realizar la vía lo más rápido posible para salir el segundo día; ciertamente, nosotros teníamos derecho al título de alpinistas-cronómetro; en una pared como la del Eiger, nosotros lo llevaremos con orgullo." (p. 127)
El lector descubre a un hombre lleno de detalles románticos: "Al pasar junto a un río encajado entre bonitas gargantas profundas, muy blancas, envío una gota de agua a mi mujer. La he tomado entre mis manos, la he guardado y luego la he lanzado al torrente diciéndle que debía evaporarse y dejarse llevar por una nube hasta Praz, donde esta gota de agua caerá sobre la cabeza de mi mujer." (p. 198-199) o "Ahora que vamos a realizar un trabajo preciso en una cima precisa, el tiempo pasa rápido. Pronto hará dos meses que abandonamos Francia. Para mí hace ya más de dos meses que dejé a mis hijos. Demasiado tiempo." (p. 207)
Pero también está el hombre que escribió "otra versión" del ascenso, aunque Los Cuadernos del Vértigo no acusen más diferencias que las normales entre diferentes miembros de una misma expedición:
"Ante todo debo ponerme en guardia contra una interpretación abusiva de mis palabras. Que mis recuerdos difieran, a veces, de los recuerdos de Maurice, es algo normal, cuando reparamos en el estado de tensión con el que alcanzamos la cima y en la verdadera desbandada (y mido mis palabras) que siguió de forma inmediata a la hazaña. He rechazado las proposiciones que me han hecho algunos editores para escribir un libro de reivindicación, así que no adoptaré ese tono aquí. Hay diferencias, eso es todo." (p. 250)
"Su" versión la ha escrito por una razón:
"No quisiera retomar aquí la pequeña historia de la vida cotidiana. Herzog ha escrito el libro oficial de la expedición. Lo que permanece anclado en mis recuerdos, después de cinco años, y que puede guardar cierto interés, son las grandes líneas, los grandes momentos. Acerca de ellos quisiera exponer mis ideas." (p. 175)
¿En qué difiere Lachenal de Herzog?
"En este punto, deberíamos cambiar de coolies, pero se ha declarado la cólera en Beni. Los hombres mueren, parece ser, como moscas." (p. 226) "Atrás, cerrando la marcha, Couzy y Lionel con Ang Tharkey y Adjuba. Para reclutar a los coolies que faltan, los toman a la fuerza, les dan una carga y les obligan a caminar a golpe de bastón... Los coolies son reclutados a la fuerza en los arrozales... La brutalidad parece ser una excelente herramienta de persuasión en este país." (p. 231-232)
Sin embargo, la parte más interesante es aquella en que habla de Herzog:
"Herzog estaba en una situación difícil. Era el jefe por una decisión del poder y no por una supremacía alpina indiscutible. Incluso, al inicio, se hubiera podido decir que era una especie de árbitro, designado entre los tres profesionales del equipo. De hecho, nos sorprendió. Muy rápido, descubrimos que no había diferencias entre él y nosotros por resistencia física o por técnica, tanto en hielo como en roca. Sencillamente tenía menos experiencia para juzgar a priori las posibilidades de un itinerario en su conjunto. Además, su sentido de la organización era muy escaso. Hábilmente, orientó su papel hacia lo que realmente le iba bien, el de un extraordinario animador." (p. 249)
"Pero todo esto no tiene mayor importancia. Si bien quizá nadie perdió la razón en aquel momento, todos estábamos, como mínimo, conmocionados... y es normal que así fuera. Herzog También. Más aún, parecía iluminado. Cuando subíamos hacia la cima, parecía que estaba cumpliendo una misión... Yo, por mi parte, sólo quería descender, y por esta razón creo que conservé la cabeza sobre los hombros. Con relación a este tema, quisiera señalar un incidente que ocurrió durante la última etapa hacia la cima. Tal vez no es incidente la palabra. Se trataba simplemente de decisiones normales que se han de tomar, como suele ocurrir durante las ascensiones normales en los Alpes. Yo notaba que mis pies se estaban congelando y sabía que la cima me los iba a cortar. Para mí, esta ascensión era una ascensión como las demás, más alta que otras en los Alpes, pero nada más. Si tenía que dejar mis pies en el Annapurna, no me interesaba. No tenía por qué sacrificar mis pies por la juventud francesa.
"Así que yo hubiera descendido. Le pregunté a Maurice qué haría él en ese caso, y me dijo que continuaría. Yo no tenía por qué juzgar sus razones; el alpinismo es algo demasiado personal. Pero creía que si Herzog continuaba solo, no regresaría. Es por él y sólo por él que yo no me di vuelta.
"Esta ascensión hasta la cima no era un tema de prestigio nacional. Era un asunto de cordada." (p. 250-251)
¿Es esto suficiente como para hablar de una historia distinta? Ciertamente, no. Sólo es una perspectiva diferente de un hombre que no se dejaba atrapar por la sociedad y que era lúcido en sus juicios.
Sin embargo, hay algo que no cuadra bien aquí. En la introducción, Michel Guérin menciona:
"Los Cuadernos del vértigo fueron editados en 1956, algunos meses después de la muerte de Louis Lachenal, a partir de las notas que redactó con la intención de escribir un libro. Gérard Herzog recuperó esas notas, las completó y escribió los textos complementarios" (p. 5)
Es asombroso que el relato de Lachenal ocupe aproximadamente un tercio del libro cuando él mismo se recriminaba de que "Más de un tercio de este diario [del Annapurna] ha estado consagrado a mi regreso y sólo es una larga retahíla de quejas y recriminaciones." (p. 246)
La parte complementaria resultó desproporcionadamente grande y el trabajo de Louis Lachenal queda oculto y lo que hay de original es importante y valioso.
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Erratas
Página 97, primera línea del tercer párrafo, dice: "Durante los primeros meses del mes de agosto..." Debe decir: "Durante los primeros días del mes de agosto..."
Página 121, líneas 6 y 7 del último párrafo, dice: "...intentan retroceder, pero, en la Walker, todo retroceso se ve cortado..." En realidad se trata del Eiger, no de la Punta Walker.
Página 127, última línea del primer párrafo, dice: "en el caso un de retroceso forzado." Debe decir: "en el caso de un retroceso forzado."
Página 140, última línea del segundo párrafo, dice: "...pudiera suponerle invulnerable." Debe decir: "vulnerable".
Página 190, tercer párrafo, dice: "Me he paso la tarde en la atienda." Debe decir: "Me he pasado la tarde en la tienda." (p. 190)
Página 201, tercera línea del párrafo quinto, dice: "al tercer grupo con el habituallamiento." Debe decir: "avituallamiento".
Página 217, final del segundo párrafo, dice: "...la gran pendiente de la Faucille." Debe decir: "...la gran pendiente de la Hoz."
Página 223, penúltimo párrafo, dice: "Ichac ha grabado bastante película". La palabra correcta es "filmado" porque las grabaciones no existían entonces.