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Montañismo y Exploración
El olor de la altitud
15 noviembre 2001


Una montaña imaginaria sirve para que tres maneras de ver la montaña se encuentren. En un texto muy bien elaborado por la técnica, se desarrollan tres personajes, tres épocas y tres formas de apreciar la montaña. Un libro que se sale del convencionalismo de la literatura de montaña que hasta ahora se había dado, es de lectura algo pesada, pero el resultado vale la pena.







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Sylvain Jouty. El olor de la altitud. Ediciones Desnivel, Madrid, 2001. 252 páginas. ISBN: 84-89969-96-5

Sí, todo es cuestión de palabras, pues el hombre no habita la Tierra: habita el lenguaje.


El Sertog es una montaña creada por Sylvain Jouty para servir de escenario para que tres personajes, en tres épocas diferentes (el siglo XVII, en 1913 y en nuestra época) enfrenten al lector a concepciones diferentes de lo que es ascender una montaña. Imaginaria, el lugar más adecuado era colocarla en el Tibet, lejos de las amplias zonas de exploración que los ingleses mantenían en la gran cordillera del Himalaya. ¿Cómo enfrentar a unos misioneros jesuitas de 1644, a una expedición internacional para conquistar la que entonces se creía la montaña más alta del mundo (superior a los nueve mil metros) y a un alpinista de renombre mundial cuya carrera le permite costear por medio de sus patrocinadores una expedición en solitario para alcanzar la cumbre más alta no escalada hasta entonces? Porque para entonces el Sertog ha bajado muchos metros de altitud.

La novela es en realidad una variedad de relatos que se van uniendo: el relato de la expedición internacional de 1913 hecho por Merchand, francés, el manuscrito del jesuita de 1644 cuya ficha biográfica no se encuentra, asombrosamente, en ningún documento de la Orden, y los pensamientos en primera y tercera persona del ascenso de Hugo Dellaporta, famoso porque "si él es el mejor de los alpinistas vivo, es porque sabe tener miedo, y que no tiene miedo de ese miedo." (p. 38)

Lo encantador y verdaderamente asombroso es que el autor se dedicó a pulir a un grado extremo el lenguaje de cada relato según su época, pero en donde se nota más esmero es en la relación del jesuita, difícil de leer si no se está acostumbrado a leer documentos antiguos, con expresiones y giros prácticamente exactos. El de 1913 es un relato algo similar al de las grandes expediciones de esos años, aunque salta mucho a las narraciones de los años 70's por la introspección del narrador. Finalmente las reflexiones de Hugo son aterradoramente introspectivas y uno divaga continuamente en su lectura.

Hay algo que es importante aclarar: el lector que realmente sea montañista y haya leído un poco, encontrará que los personajes no tienen la fuerza que debieran. Hugo Dellaporta asciende a una montaña menor que el Everest en estilo alpino haciendo campamentos intermedios. Las personalidades de Merchant y Dellaporta se confunden, quizá porque el autor no terminó de concebir el alpinismo extremo y hace que ambos sean del estilo de Bonatti. Mala comparación.

El desenlace de la novela es realmente inesperado, lo que hace del libro un buen libro, pese a sus grandes defectos y a la enorme cantidad de información que se vierte donde parece que el autor se quedó sin nada que decir. Algo de lo que todavía no puede desligarse la literatura de montaña es de los accidentes y de los muertos para llamar la atención y esta novela tampoco lo logra. De hecho, su principal argumento está alrededor de ellos.

La idea es buena, pero el resultado deja que desear, pese a la gran habilidad en la narrativa. Por ejemplo: se habla de una expedición internacional en 1913, justo cuando los ánimos internacionales estaban precisamente para ensalzar las nacionalidades. Tiene también sus grandes aspectos que hay que revisar continuamente porque son actuales y de ellos el más importante es la perorata que Merchant, el único sobreviviente de 1913, le da a Hugo Dellaporta sobre vender su nombre y dejar que sean las compañías las que hagan el negocio con el alpinismo.

"Hoy día los Nombres se baten, el Nombre Dellaporta trata de batir al Nombre Bonatti, si me permite usted el ejemplo, ¡y usted, pobre idiota, usted cree ser un héroe!" (p. 45)

Lo anterior es sólo un fragmento de esa perorata que valdría la pena leer, por la cantidad de información que tiene y que sólo mide dos páginas del libro. Y hablando de información, el final de la novela tiene algo especial: las narraciones se suceden de una manera no muy clara al lector, pero si fuesen vistas en imágenes de película, tendrían un sentido total para la novela completa.



 



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