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Montañismo y Exploración
Cerro Torre, pared oeste
1 noviembre 2001


El Cerro Torre, esa aguja de granito que se yergue cercana al Fitz Roy de la Patagonia, fue considerado escalado cuando Cesare Maestri regresó a la base de la pared y dijo que él, junto con su compañero Toni Egger, habían llegado a la cima. Expediciones posteriores dieron cuenta de que esto no había sido cierto. Así, pues, el Cerro Torre quedaba intacto. Esta es la reseña del primer ascenso por su pared oeste, precisamente la que intentaran Walter Bonatti y Carlo Mauri en su primer intento de 1957.







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Casimiro Ferrari. Cerro Torre, pared oeste. Editorial RM, Barcelona. 1983, 180 páginas. ISBN: 84-7204-106-9


Los hombres de la pampa y los indios dicen que aquí, en este preciso lugar, nacen los vientos del mundo...

El Cerro es una montaña sólo para el cóndor.


Es la parte más meridional del continente americano. Ahí, los vientos corren con una fuerza legendaria. El Cabo de Hornos es famoso entre los marinos por ser uno de los retos más importantes. La Patagonia es famosa entre los escaladores y alpinistas por la misma razón: sus retos son importantes; no comparables ni siquiera con el territorio de Alaska, los cientos de montañas de roca y hielo se yerguen, según Terray, como "la más espectacular convulsión que la corteza terrestre haya lanzado hacia el cielo".

La historia de las ascensiones al Cerro Torre inicia en 1957, cuando Bonatti y Mauri exploran la pared por su flanco oeste y otra expedición italiana lo hace desde el noreste. Al año siguiente, Cesare Maestri regresa y junto con Toni Egger dice haber escalado la montaña. Egger murió durante el descenso en un alud. Pero posteriores expediciones declaran que los datos no concuerdan y en los círculos especializados se duda abiertamente de la ascensión de Maestri, tal como dudaran del ascenso al McKinley por Frederick Cook.

Así las cosas, las expediciones se repiten pero ninguna tiene éxito. El tema de Cerro Torre es precisamente el ascenso por su cara oeste, pero Ferrari se cuida muy bien de hablar de un "primer ascenso" porque "...creo que entrar en estas polémicas no está en el espíritu de un alpinista: dudar de lo que uno declara es dudar de toda la historia del alpinismo." (p. 94) Sin embargo, está considerado como el primer ascenso al Cerro Torre.

El ascenso es difícil ya desde la aproximación a la montaña y si se habla de campamentos intermedios se debe tener cuidado de no compararlos con aquellos del Himalaya en donde se colocan en la montaña. Estos campamentos en la Patagonia se instalan en el acercamiento a la montaña. Dificultades técnicas: fuertes vientos, nevadas copiosas, tiempo inestable, y una pared enorme cuyo granito se recubre en cosa de minutos por una capa de nieve. Y esto cansa a los alpinistas italianos que se han adentrado en el hielo continental hasta el Cerro Torre para conmemorar el centenario de la fundación de la sección del Club Alpino Italiano (CAI) de Lecho:

"En realidad, todos nos sentimos fatigados, pero ninguno de nosotros da muestras de sufrimiento o incomodidad. Discutimos detalladamente nuestros planes de escalada para forzar la pared terminal: no es nuestra costumbre y tampoco obedece a nuestra mentalidad fiel al alpinismo tradicional escalar con mal tiempo, pero yo estoy convencido de que debemos adaptarnos al ambiente, ganar altura paso a paso esperando que el tiempo mejore, si queremos conquistar el Torre." (p. 134)

Los problemas técnicos se resuelven pronto pero el ascenso a la cima lo retarda el mal tiempo y con ello viene la escasez de víveres, combustible y entusiasmo. Ellos, que habían pensado en llegar todos juntos a la cima, deciden separarse cuando la comida es tan escasa que aún dejando a los cuatro que llegarán, alcanza sólo para "tres o cuatro días como máximo" (p. 144) La elección de quienes subirán a la pared es tomada por el grupo: quienes bajan lo han decidido así para dar mayor oportunidad a quienes se quedan.

Los días que transcurren en el diminuto campamento son de hambre: "Le digo a Daniele que cuente una vez más las latas de carne que quedan en la mochila que tenemos fuera de la tienda. Daniele entra y me dice el número exacto. Después, riendo, se dirige a Pino, su compañero de tienda: "Si hubiera dicho una menos, ¡nos la habríamos podido comer tú y yo!"." (p. 156)

Estar con hambre en la Patagonia es un riesgo. "...me doy cuenta de que no estamos luchando contra una montaña hostil, sino contra nosotros mismos." (p. 158) pero Ferrari recuerda las palabras que Walter Bonatti le dijera: "Si quieres escalar el Torre, has de tener mucha paciencia e intentar avanzar incluso con el mal tiempo." (p. 132)

El último día de comida el tiempo se apacigua. Es una ventana de buen tiempo que deben aprovechar. "Estamos indecisos: no podemos malgastar las últimas energías cometiendo errores. Estamos aquí incomunicados del resto del mundo y de nuestros compañeros: un accidente, incluso pequeño, podría tener graves consecuencias." (p. 160)

Y la decisión fue bien tomada, porque llegan a la cima los cuatro:

"Ahora se alza frente a mí un muro muy vertical y lo supero efectuando una progresión oblicua hacia la derecha. Empujadas por el viento, las nubes pasan a gran velocidad sobre mi cabeza: después de este salto no debería haber más.

"Los últimos veinte metros que recorro antes de llegar a una gran plataforma ya no me parecen difíciles. ¡En torno a mí no hay nada, estoy en la cima! Son las cinco y cuarenta y cinco de la tarde del día 13 de enero [1975]: ¡estoy en la cima del Torre!" (p. 163-164)

Pese a contener una ascensión especialmente difícil, el estilo de narración es bastante parco y deja poco sabor; además, no ofrece una perspectiva panorámica de lo que está pasando, pues está escrita a la manera de un diario personal y ofrece una descripción pormenorizada de la ruta por la que ascienden. En un capítulo donde se hace una breve reseña de las expediciones al Cerro Torre (curiosamente insertado a la mitad del libro) uno puede apreciar las tentativas a la montaña. Por desgracia se reducen a los intentos italianos. El prólogo, escrito por Miguel Ángel Gallego, contiene una reseña un poco más amplia, pero breve, aunque proporciona la fecha de la expedición de Walter Bonatti y Carlo Mauri en el mismo año de la de Maestri-Egger.



 



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