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Montañismo y Exploración
No vi dioses en la cima del Everest
1 abril 2000

La cuarta década sirve de pretexto al autor para realizar su propia ascensión a la montaña más alta del mundo, pero se trata precisamente de eso: un ascenso de una persona, aunque la expedición fuera española y con otro carácter.







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J. A. Pujante. No vi dioses en la cima del Everest. Editorial Juventud, Barcelona. 360 páginas. ISBN: 84-261-2810-6.

. . No importa quién ascienda ni de qué forma (comercial o no), el mundo sigue considerando como récord implacable al Everest, pese a lo que los montañistas mismos opinen. El hecho es reconocido de todos, pues se cree que es más importante ascender al Everest que a una montaña de menor altitud y mucho mayor dificultad. ¿Qué hace una persona que ya ha subido al Everest?

"En cierto modo, la apasionante aventura había concluido. Por primera vez tuve conciencia de que había rebasado todos mis sueños de altura. Había logrado coronar la más alta cumbre del mundo. Habría que buscar nuevos objetivos, nuevos retos, nuevos horizontes... Pero, indefectiblemente, serían más bajos. Más alto que el Everest no había ya ninguna montaña en el planeta. Experimenté una extraña sensación de vacío. Como si el futuro me lo tuviera que pintar de nuevo; como si necesitara urgentemente otra zanahoria para ponérmela unos metros delante de los ojos, para seguir peregrinando ilusionado por la vida." (p. 309)

Esta atinada observación la hace J. A. Pujante, miembro de una expedición española que celebraría con su ascenso (como si fuera el único de la temporada) los 40 años de su conquista. Claro que realizar una expedición a la montaña más alta de la Tierra es, sin duda, uno de los problemas más serios con los que se enfrentan los montañistas actuales, sobre todo en desventaja frente a las expediciones comerciales que tienen ya todo organizado para la misma montaña. El libro de Pujante quiso ser el testimonio de uno de los participantes de esa expedición, que además tenía como objetivo limpiar la montaña de basura, hasta donde fuese posible.

Pero lo que se encuentra es el testimonio de una persona que asciende y no de una expedición pues poco se habla de ella en sí y mucho de las experiencias personales previas a la montaña y aquellas que tuvo a lo largo de la ascensión. Sus compañeros son poco mencionados ni se sabe bien cuáles son las actividades de cada uno, lo cual es lógico, dado que el Everest ya no es una montaña donde se practique el montañismo en cordada y donde los sherpas hacen todo el trabajo duro.

Además, no se menciona, aunque se puede entrever, el trabajo pesado que hicieran los que pasaran antes que ellos, preparando la ruta para limpiar de obstáculos el camino, tal como lo menciona Krakauer en su libro Mal de Altura.

"Habíamos invertido unas cuatro horas, subiendo sin apenas efectuar paradas. Esa cascada de hielo les había costado a los ingleses varias expediciones de exploración y, en 1953, los mejores himalayistas del momento tuvieron que trabajar duro para encontrar los pasajes transitables en medio de aquel caos de bloques. El peligro acechaba, como ahora, pero era un terreno ignoto, desconocido." (p. 190).

Las secciones más interesantes del libro son, indiscutiblemente, aquellas donde hace un recuento histórico de la montaña: las vidas de Hillary y Tensing merecen un capítulo cada una, mientras que existe una "evocación" donde se mencionan los hitos más importantes en la historia del hombre con el Everest







 



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