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Montañismo y Exploración
La montaña es mi reino

Gastón Rebuffat, el guía del “suéter bonito” plasma aquí sus memorias como alpinsta, desde sus inicios lejos de los Alpes hasta la perspectiva que le permite opinar sobre el alpinismo de su tiempo por haber sido uno de los protagonistas más importantes.







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Gaston Rebuffat. La Montaña es mi reino. Ediciones Desnivel, Madrid. 1999. 174 páginas. ISBN: 84-89969-52-3


. . Es poco probable que los montañistas no le conozcan. Su participación como miembro de la expedición francesa que en 1950 conquistara la primera cumbre de ocho mil metros (Annapurna) es sólo una parte de su amplia experiencia en la montaña. También se le conoce por su amplia actuación como guía en los Alpes, oficio que le dio una especial manera de apreciar el mundo, especialmente el de la montaña: "Frente al granito y al hielo, el escalador es de porcelana; frente a una imagen de la eternidad, representa la imagen misma de la fragilidad, y sin embargo donde hay una voluntad "no una testarudez" hay un camino. Allá donde exista la comprensión puede nacer la secreta alegría: la de los horizontes conquistados frente a los grandes espacios." (p. 143)

¿Cuál es la visión que tiene un guía de montaña curtido en "más de mil ascensiones en todas épocas del año"? (p. 174) La montaña es mi reino aborda esa visión y está muy lejos de narrar escaladas extremas porque "Admiro a los alpinistas solitarios, comprendo su pasión exclusiva, pero ese no es mi camino" (p. 103) o también porque "...no conozco ni he tenido realmente el gusto por el esfuerzo puro, tan admirable como poco meridional, ni afición al riesgo fácil que deforma y acorta las cosas, sino una sólida necesidad y atracción por la aventura y la dificultad." (p. 18)

¿Qué es la montaña para Gaston Rebuffat? "Este mundo es un mundo con carácter; desde los primeros días no ha perdido su fuerza y su independencia. No se doblega. También es por eso por lo que lo apreciamos. Un gran respeto se mezcla con nuestro amor: gracias a él sabemos que la naturaleza existe." (p. 13) Es en ese mundo donde se desenvuelve con mayor facilidad, planeando y realizando ascensiones: "Una ascensión representa una fiesta. El paisaje está allí, pero es el escalador quien lo materializa y lo ordena... La cima no es más que una etapa entre la dura subida y el duro descenso, pues siempre hay que volver, como dictan las reglas del juego." (p. 55) Para Rebuffat es preciso contemplar la montaña de una manera diferente porque "...bajo la piel del montañero nace un hombre que aprende a conocerse y a madurar. Por supuesto que la montaña es hermosa, pero en ese momento constituye un marco excepcional para el aprendizaje de la vida." (p. 52)

Hombre que se mueve en los grandes espacios, encuentra en la montaña aquello que le haría vivir: "Con su desnudez absoluta, su pobreza extrema y su belleza misteriosa, estos domos de nieve y flechas de granito no existen más que para la felicidad del hombre. Las montañas, al igual que los océanos y los desiertos, son nuestros jardines salvajes, tan necesarios e indispensables como el agua o el pan; no solamente porque el aire resulte más puro que en las ciudades, sino porque ante todo constituyen lugares de plenitud, donde el hombre puede caminar, correr, detenerse, contemplar, trepar, navegar, tener hambre, tener sed, utilizar el vigor de su cuerpo, y hacer respirar su corazón y su alma." (p. 44-45)

Hay que recordar que se trata de un alpinista que comenzó su desarrollo antes de la segunda guerra mundial, cuando "se respiraba un ambiente de pioneros." (p. 22) y en el que caminar era algo muy natural y por lo que no puede evitar hacer comparaciones entre la época de sus inicios y la moderna: "No caminábamos solamente por caminar o por practicar una sana gimnasia "la gimnasia era la menor de nuestras preocupaciones" sino porque al andar por estos paisajes nos sentíamos bien. Mientras que subir una escalera es cansado y fastidioso "el pie no tiene necesidad de ser curioso ni le interesa" caminar por senderos resulta preferible: nunca son iguales dos pasos, y sobre todo, las piernas y en especial los pies, lejos de mostrarse ciegos, eligen donde se posan, sin ruido, como hacen los animales." (p. 20)

Su larga preparación le formó físicamente, pero más que nada dejó una huella que puede vislumbrarse en los múltiples comentarios que hace sobre la montaña y que siguen siendo de actualidad, pues en todos los tiempos habrá novatos: "...si al principio algunos «pasos» no eran más que un medio que me permitía proseguir mi camino, con el fin de conocer los rincones más secretos de mi isla desierta, al final la escalada se convirtió rápidamente en un nuevo juego sugerido por este sitio. Un juego cuya trascendencia yo comprendía: tener la vida entre los dedos; era un descubrimiento: al ser consciente de ello, me sentía más responsable de mí mismo y al momento aprendí que la lucidez resulta tan necesaria como el entusiasmo, porque sin ella el entusiasmo sólo conduce a realizar estúpidas temeridades o actos pueriles." (p. 14)

El "juego" también tiene recompensas que no están escritas y que constituyen la parte medular del montañismo: "En una porción de la Tierra, de pie sobre la cima que ha llenado de encanto sus noches, el joven alpinista ha izado su cuerpo y su corazón, su alma y sus sueños. / "Una extensión de nieve y roca que se pierde de vista, se ofrece ante él, en el silencio y el misterio del infinito. Las montañas constituyen un mundo aparte: son menos una parte del planeta que un reino independiente, insólito y misterioso, en el que las únicas armas para aventurarse en él son la voluntad y el amor... Fisuras, chimeneas, placas, extraplomos... El joven montañero ha dado lo mejor de sí mismo para subirlos. Ahora contempla todo, mientras siente una creciente alegría que desconocía, pero cuya existencia confusamente necesitaba. La sangre hierve en sus músculos, su corazón late de emoción, el aire es limpio, el sol derrama sus caricias, y al final de un cabo de cuerda descubre una bella y seria amistad: la de su compañero de cordada." (p. 22-23)

"...los grandes alpinistas aman los grandes jardines, la vida y la amistad, y sienten por todo ello respeto, y no afición, al peligro. Para practicar alpinismo hace falta entusiasmo, llevar la mochila, dormir más o menos bien, levantarse pronto, sentir el frío, tener hambre y sed, comenzar la actividad aceptando que no se puede interrumpir el juego cuando uno quiere, ni tan siquiera al límite de sus fuerzas.

"Hace falta entusiasmo, pero también lucidez, ser consciente de la fuerza moral y física que se posee ante cualquier dificultad que nos supere. También existe el placer de escalar, pero por sí solo no basta. La escalada no constituye más que una parte de la ascensión, al igual que el escalador no es más que un montañero especializado. El placer del alpinismo proviene de una multitud de cosas y ante todo se encuentra ligado al sentimiento de la alta montaña: un determinado color en el cielo, la sutileza del aire, la grandeza del paisaje que nos rodea y por el cual en realidad estamos allí. Constituiría un error pensar que la alta montaña es un lugar reservado a los alpinistas acróbatas. Muy al contrario, las montañas se ofrecen al alcance de todos: hombre y mujeres de cualquier edad." (p. 46)

La montaña es mi reino es un libro importante ahora que el montañismo está siendo objeto de comercialización y en que el "oficio" de guía se está popularizando tanto a nivel mundial. "El guía no escala para él: abre a los demás las puertas de sus montañas." (p. 38) "Deseo que todos los alpinistas tengan también un «hermano» al que poder mirar con amor y respeto, alguien que vigile cómo se encuerdan... Alguien que sepa compartir su soberanía durante algunos instantes a 4,000 metros y que les enseñe las cumbres circundantes como un jardinero lo hace con sus flores. Alguien a quien envidiar que s casa sea un refugio y la montaña su reino. Nadie puede comprender la amistad de alguien tan rico." (p. 35)





 



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