Ser montañista es una ocupación singular. Nosotros, como alpinistas, no somos verdaderos atletas porque si queremos tener éxito en nuestras expediciones y estar listos para escalar montañas de ochomil metros, ser sólo un atleta no es suficiente. Necesitamos ser algo más.

Como atletas, pasamos meses entrenando y tratando de estar aclimatados antes de venir aquí; gastamos horas y horas corriendo colina arriba (o pedaleando una bicicleta, como me gusta hacerlo) y escalar. A lo largo de todo el año tratamos de permanecer saludables, dormir tanto como podamos y respirar aire puro.

Entonces llega la última semana en casa antes de la partida. En estos últimos días antes del inicio de una expedición, normalmente me vuelvo loco. Casi olvido que soy un atleta. Al mismo tiempo, tengo que ser: ingeniero, cocinero, chofer de camiones, mecánico, farmacéutico, fisiólogo, sherpa, oficial de migración, ingeniero en electrónica, camarógrafo, escritor, periodista y, eventualmente, un marido y padre de tres.

Los últimos pocos días antes de venir aquí, hay tantas cosas que hacer que algunas veces olvido la verdadera razón del por qué estoy trabajando tan arduamente. ¿Por qué empaco y empaco y llevando cargas y manejando a cualquier lugar en vez de entrenar apropiadamente, a la hora justa del día?

Cuando aterrizo en Katmandú, que es una de las ciudades más caóticas y contaminadas del mundo, dedico mi tiempo libre paseando alrededor de Thamel como un zombi, esperando el momento en que despegue hacia las montañas y pasar a la acción.

Finalmente hoy he escapado de la ciudad, ahora estamos en las montañas. Hoy caminé desde Lukla hasta Phakding. Estamos finalmente en el Himalaya. Hoy he percibido el aroma de la niebla del monzón en Lukla y escuchado el estrépito del Dud Koshi, vi el verde del bosque y he disfrutado la caminata hablando y riendo una y otra vez con Simone [Moro].

Ahora recuerdo por qué estoy aquí. Porque cuando estoy en las montañas con mis amigos, soy feliz.

- Emilio Previtali