La noticia más reciente sobre el Everest es de muerte: el gobierno de Nepal ha autorizado al ejército y policía que está en las cercanías del Everest a disparar contra cualquier simpatizante del Tíbet en los días que se encenderá el fuego de la Antorcha Olímpica en la cumbre de la montaña más alta del mundo. Aunque el uso de las armas es un último recurso, la amenaza pende ya sobre quienes están ahí.

El campamento base del Everest está controlado por militares que resguardan los equipos de comunicación de las diferentes expediciones y aunque está prohibido usarlos hasta el 10 de mayo, pueden ser usados eventualmente en presencia del ejército, quienes comprueban que no se diga nada fuera de los lineamientos. Sin embargo, los equipos pueden ser usados para casos de emergencia, como un accidente. Muchos expedicionarios bajan al poblado más cercano a hacer llamadas y reportarse, aunque también ahí tienen cierta vigilancia, reporta el veracruzano Jorge Salazar.

Pero si el Campamento Base está vigilado muy estrechamente para no permitir manifestaciones que deterioren las buenas relaciones bilaterales que tienen Nepal y China, los gobiernos no se han olvidado de las zonas aledañas y el paso Loh La, en la cara oeste del Everest y en la frontera entre Nepal y el Tíbet.

Ahí hay varios soldados que han establecido campamentos en diferentes lugares para asegurarse que no habrá una manifestación de apoyo solidario al Tíbet durante los primeros días de mayo, cuando se espera que los montañistas chinos lleguen a la cumbre y enciendan la antorcha.

Quizá al principio parecía un grito más de reclamo, pero el hecho de que represión a la libertad de expresión haya alcanzado al montañismo, que se caracteriza por tener libertad prácticamente ilimitada, ha comenzado a generar protestas por todos lados y la sensación de que si hay tanto interés en sofocar una expresión pacífica del Tíbet, algo debe andar mal en todas las explicaciones que se dan.

Por el momento, los periodistas deportivos y políticos dirigen su mirada al Everest.