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Montañismo y Exploración
La Conquista de la Cascada de Piedra Volada
30 diciembre 2007

Cuando se midió finalmente la cascada de Basaseáchic, su altura disminuyó de los 310 metros que todo mundo le otorgaba. Pero ¿sequiría siendo esta la mayor cascada de México o habría que buscarla en otro lado? Carlos Lazcano y el GEEC la encontraron en Piedra Volada.







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El primer descenso


Eran las 7 de la mañana cuando salimos rumbo a la cascada. El nivel del agua había disminuido un poco más y en media hora llegamos. Víctor y yo de nueva cuenta nos preparamos para bajar.


Inicié y en cuanto me separé de la piedra miré hacia abajo y me di cuenta de que me encontraba solo ante el abismo. Al principio el descenso es pesado ya que el peso del cable fricciona mucho sobre la marimba, de hecho tiene uno que irse jalando del cable para poder bajar. En cuanto la tensión va disminuyendo se baja más fácilmente hasta que sólo se desciende sin jalarse. La cascada la veía imponente, a un lado mío, más atrás veía todo el espectáculo de la Barranca de Candameña. El descenso completo fue en volado, es decir, nunca toqué la pared que me rodeaba, estaba separado de ella como 4 ó 5 metros en promedio.


En la pared aprecié gran cantidad de flores y aves. En una parte voló por debajo de mí una parvada grande de golondrinas. Pude ver cómo también abajo de mí corría encañonado el arroyo de Piedra Volada y se unía al arroyo de Cajurichi después de algunos centenares de metros de recorrido. También todo el tiempo tuve enfrente la gran mole de El Gigante y otras lindezas por el estilo.




A mitad del descenso de Piedra Volada


Iniciando las maniobras del descenso en la Cascada de Piedra Volada




La mojada


Como a la mitad del descenso empezó a caerme encima el agua de la cascada. Al principio era a ratos debido a que las fuertes corrientes de aire que se generan en el cañón llegan a desviar el chorro de agua, pero pronto la mojada fue constante y así bajé la mitad inferior del tiro totalmente empapado. Cuando llegué al nudo que unía a los dos cables venía mojado hasta los huesos. No tuve problemas para brincar el nudo, aunque lo hice bajo una lluvia constante, intensa y fuerte. La última parte del descenso fue crítica ya que el cable penetraba de lleno a la zona de influencia de la cascada y bajaba uno con el chorro encima que se sentía como un regaderazo a presión ¡y con bastante presión! Los últimos 50 metros los bajé a gran velocidad debido al problema del agua, a pesar de eso el espectáculo de estar dentro de la inmensa cascada no dejaba de impresionarme. La brisa pegaba en las paredes rocosas e inmediatamente se formaban enormes escurrideros y nuevas cascadas que en pocos segundos se volvían a unir al chorro principal. Este descenso me llevó una hora.




El fondo


Llegué al fondo empapado, a escasos metros del lago donde termina la cascada. Había una fortísima corriente de aire que me obligó a moverme rápido para buscar abrigo. En todo el fondo no encontré un solo lugar seco y eran muy escasos los sitios donde uno podía protegerse del viento. Informé por el radio de mi llegada por lo que Víctor inició su descenso. Sin embargo ésta fue mi última comunicación ya que a los pocos minutos la radio dejó de funcionar debido a la mojada. Algo que me sorprendió fue constatar que aun con el cable de 180 metros unido, sólo habían sobrado 3 metros, a punto estuvo de no volver alcanzar, si esto hubiera pasado lo más probable es que tendría que regresarme y subir. Entonces pensé: o es una caída de agua muy grande que rebasó nuestras expectativas, o los cables que usamos están mal medidos y son más cortos de lo que suponíamos. Tendía a creer la segunda opción.


 


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