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Montañismo y Exploración
La Conquista de la Cascada de Piedra Volada
30 diciembre 2007

Cuando se midió finalmente la cascada de Basaseáchic, su altura disminuyó de los 310 metros que todo mundo le otorgaba. Pero ¿sequiría siendo esta la mayor cascada de México o habría que buscarla en otro lado? Carlos Lazcano y el GEEC la encontraron en Piedra Volada.







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Otro intento frustrado


Instalamos el cable principal, para ello utilizamos un encino que se encontraba cerca de la arista de piedra y un pequeño táscate que estaba a unos 5 metros del voladero. El cable principal medía un poco más de 300 metros y a éste, en su extremo le agregamos una línea de 40 metros -para estar seguros de que alcanzará,– pensamos. La instalación de un cable de tal magnitud no es sencilla, conlleva algunos problemas, el más importante es su peso y la tensión que se genera, por lo que las maniobras no son sencillas. Una vez colocado, comprobamos que se iba libre, sin tocar las paredes rocosas y su final se perdía en la densa bruma que se formaba al chocar el agua con el piso en el fondo de la cascada, por lo que de momento no supimos si alcanzaba a llegar al fondo.


Después de instalar el cable Chava y yo, desayunamos. Me encontraba preparándome para iniciar el gran descenso cuando llegaron varios de nuestros amigos del GEEC. Se trataba del doctor Víctor Rodríguez, Luis Alberto Chávez, Raúl Zárate, Pino Paz y Oscar Cuan. Después de los saludos y plática de rigor, continué preparándome para bajar, Víctor bajaría después de mí. Colocamos unos pequeños radios en los cascos, de esos que se prenden con el aliento de la voz, para estar en comunicación constante.


Me instalé en el gran cable. La instalación es todo un pequeño ritual en el cual es necesario ser auxiliado por un compañero debido a la tensión tan grande que se presenta en el cable. Coloqué mi marimba y bajé unos 15 metros cuando alcancé a ver el fondo de la cascada, la bruma que se formaba abajo había disminuido y permitía observar un poco más. Alcancé a percibir que el cable no había llegado al fondo de la cascada, pero no estaba muy seguro. Le pedí a Víctor que con la línea auxiliar bajara hasta donde me encontraba para que corroborara mi impresión y efectivamente estuvo de acuerdo conmigo. Ante esta situación creí más conveniente no bajar, sino sacar el cable grande y agregarle una línea de 180 metros que traíamos de reserva y habíamos dejado en el campamento. Chava y Víctor fueron por la cuerda mientras los demás recuperamos la línea grande.




A mitad del descenso de Piedra Volada


A mitad del descenso de Piedra Volada




Descensos fotográficos


Mientras se hacían estas maniobras, Oscar, Pino y yo colocamos unos cables cortos muy cercanos a la cascada para obtener una secuencia fotográfica de la misma. Tanto Oscar como Pino fueron mis modelos. A Pino le tomé una secuencia junto a la línea grande con la cascada de fondo como a unos 25 metros. A Oscar le tomé las fotos bajando pegado a la cascada, incluso se empapó. Ya con buena luz y un gran volumen de agua, es impresionante ver como el enorme chorro se perdía en el abismo.




Visiones de la cascada


Nos pegó el sol y muy abajo, en la zona donde la cascada termina y se forma una gran bruma, vimos cómo resplandecían dos hermosos arcoíris. Observamos un gran resplandor con los colores del arcoíris que surgía del fondo, pero no era un arcoíris circular, como suelen formarse, sino una mancha con todos sus colores. El espectáculo era imponente desde ahí, colgados ante el abismo, teníamos de fondo toda la sierra que resplandecía con un verdor intenso. La cascada caía directamente abajo de nosotros con su chorro blanco y brillante, desde antes de llegar al fondo gran parte del agua se transformaba en una violenta bruma que se expandía bastante. El sitio y la visión que teníamos eran maravillosas.


Al rato llegaron Chava y Víctor con el cable de 180 metros. Lo unimos a la línea grande e instalamos todo de nuevo. Después comimos y como ya era algo tarde para efectuar los descensos, regresamos al campamento y decidimos volver temprano para ahora sí bajar, ya habían sido demasiados contratiempos. La cascada se resistía.


En esta expedición la comida fue al estilo faquir, es decir, a mi estilo, ya que como había que caminar algunas horas desde donde dejamos los vehículos, los del GEEC no pudieron hacer las comilonas a que están acostumbrados. Así es que ahora aceptaron llevar comida de acuerdo a mi filosofía: lo más poco que se pueda, que no pese mucho, que se le dedique el menor tiempo posible a su preparación. Traíamos portolas, grano la, sopas Ramen, frutas deshidratadas, galletas, carne seca, café, té y algunas cosas más. Lo único que preparábamos era el agua caliente para la sopa, el café y el té.


En el regreso al campamento pudimos disfrutar bastante de la belleza del arroyo de Piedra Volada porque le daba muy bien la luz del sol y con ella todos los saltos y pozas resaltaban. La luz del sol nos daba hermosos efectos al filtrarse entre los pinos y encinos del bosque. En el campamento, al calor de la fogata nos platicamos chistes, anécdotas y algunas cosas personales. Por la noche las estrellas, el rumor del arroyo y el croar de cientos de ranas nos obsequiaron una gran sinfonía.


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