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Montañismo y Exploración
Escalada al Cervino
1 septiembre 2007

Cuando tenía unos 16 años le pregunté a Israel cuál era la montaña que para él era la más hermosa. Tomó un pedazo de papel y dibujó unas líneas en forma de cono. Después supe que tal abstracción se llama Cervino y es un icono de los Alpes de Suiza. Insistí en hacerlo realidad.







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En el camino hacia el albergue, nos dimos cuenta que algunos excursionistas se asombraban de la velocidad con la que íbamos subiendo a pesar de nuestras grandes mochilas; “¡Mira cuánto cargan!”  “¡Cómo caminan!” “¡Es una mujer y carga mucho!” “¡Es muy fuerte!” Supongo que fue así porque deseábamos estar cerca de la montaña.


Encontramos un emplazamiento perfecto para colocar nuestra tienda a unos metros de un escurridero de agua que surte al albergue debajo de la cara Este del Cervino.





Luego, hicimos un reconocimiento a la cara norte,  pero no vimos el dichoso “paso evidente” del que se habla en la descripción para acercarse  a la vía Schmid. Lo que encontramos no era una pala de nieve sino un escalón de roca con demasiada caída de piedras.


Buscamos otra entrada que nos permitiera acceder al corazón del glaciar de la cara norte. Nos movimos paralelos a un escalón de roca  en busca de una zona donde cruzarlo, pero encontramos la zona de derrumbe de seracs y cuando los rayos del sol empezaban a ocultarse el hielo empezó a caer cerca de donde estábamos. Entonces decidimos regresar e intentarlo al otro día.





Y así fue: recorrimos el camino hacia la pared saltando varias grietas y al llegar  a la zona de derrumbes Israel escaló buscando el camino entre los seracs. Mario y yo nos encordamos en los extremos de las cuerdas. Yo en segundo lugar y unos metros abajo Mario cerraba la cordada balanceándonos entre el mar de seracs. Escuchábamos y sentíamos el olor del Cervino. La escalada  nos llevó cuatro horas, pero nos divertimos, aunque no fue una tarea fácil.


Israel fue escalando serac tras serac. Una vez percibí un tirón en la cuerda e instintivamente  cerré el seguro. Como no teníamos contacto visual le grité para saber cómo estaba. Me respondió que sólo se había hundido un poco y que estaba bien. Me recuperaría tan pronto estabilizara su posición fuera de la grieta.





Cuando llegué con él pude observar el lugar donde se había caído y las circunstancias en las que nos encontrábamos: estábamos montados en la arista del último serac que habíamos escalado, el bloque de hielo se encontraba inclinado y muy separado del resto de la masa glaciar formando al lado de nosotros una grieta a la cual no le podíamos ver el fondo: sólo oscuridad. Era muy ancha, la pared más sólida se encontraba a unos 10 o 12 metros frente a nosotros, al otro lado.


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