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Montañismo y Exploración
Amelia Earhart
15 febrero 2007

La aviación, inaugurada por los hermanos Wright en 1903, tuvo en Amelia Earhart una promotora incansable y una fanática de la aventura en aeroplano. Sus grandes vuelos la hicieron famosa en prácticamente todo el lugar al que llegaba y más allá. Saltó de la pobreza y el anonimato a ser quien dominara su futuro. Gran exploradora, este libro da una versión exhaustiva de su vida.







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Doris L. Rich. Amelia Earhart. Editorial Planeta, Barcelona, 2004. 422 páginas. ISBN: 9788408051039


No, así es como lo veo yo. Mi familia está asegurada; sólo tengo que pensar en mí misma. Y cuando a uno le ofrecen una gran aventura, no la rechaza, eso es todo.


Amelia Earhart




Amelia Earhart En 1903 los hermanos Orville y Wilbur Wright realizaban el primer vuelo en un aparato más pesado que el aire y conseguían el inicio de la aviación, una aviación que fue dejada en manos de los primeros pilotos y sus alumnos:


“El núcleo de veteranos con exceso de aeroplanos se vio rápidamente incrementado con la incorporación de jóvenes admiradores que se convirtieron primero en alumnos de vuelo y luego en socios de sus profesores. A ellos se dejó la tarea de hacer avanzar la aviación, pues ni el gobierno con todo su poder ni las empresas con todo su capital, consideraban que aquél fuese un medio de transporte práctico.” (p. 53)


Y no lo consideraban práctico porque la tecnología no había logrado aviones que fueran “habitables” durante el vuelo:


“Las comidas a bordo consistían en huevos duros y galletas saladas, considerados como los alimentos más apropiados para combatir el mareo. Sin embargo, el olor de los humos de la combustión en una cabina con ventanas herméticas y sin aire acondicionado propiciaba el uso frecuente de cajas de cartón, que no siempre cumplían su cometido.” (p. 171)


“Cuando la TAT consiguió que sólo se marease el 75 por ciento de los pasajeros, consideramos que habíamos marcado un hito en la historia de la aviación… La gente se ponía tan enferma que la compañía puso en el suelo de los aviones revestimientos de goma en lugar de alfombrarlo… Se decía que los pasajeros no salían andando de los aviones, sino que se deslizaban patinando por el pasillo.” (Ben Howard, p. 171-172)


Es en este mundo de aviones rústicos donde aparece Charles Lindbergh, con su vuelo trasatlántico América a Europa en solitario, un logro que pretendía demostrar que los aviones podían ser eficaces. Un año después, Amelia Earhart, una joven piloto aviador que pensaba que volar era “divertido” realizaba el mismo recorrido a bordo de un avión, si bien es cierto que nunca tocó los controles y que los pilotos se encargaron de todo.


“En los seis días siguientes, Amelia sería presentada a la sociedad londinense, tomaría el té con Bernard Shaw y bailaría con el príncipe de Gales. Había entrado en el mundo de los ricos y de los famosos.” (p. 113)


Muchos la criticaron porque no había sido más que una pasajera, pero si creían que Amelia Earhart iba a quedarse en ese momento de fama, estaban equivocados. Se fue poniendo reto tras reto hasta lograr la mayoría y en 1932 cruzó el Atlántico sola, prácticamente sin avisar a la prensa ni a su familia.


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