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Montañismo y Exploración
Royal Robbins. El espíritu de una época


Sabía captar la belleza y apreciar la tranquilidad y la atmósfera que se respiraban en la Sierra. Se fijaba en la belleza mientras escalaba, y dejaba que la serenidad de El Capitán y la grandiosidad del entorno de Yosemite le empaparan. Hasta cierto punto, el poder de sus percepciones estaba dando forma a toda una generación de escaladores, y en el mundo de la escalada estaba encontrando —o al menos recordando— sus valores a medida que él transmitía los suyos de manera abierta.







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Pat Ament. Royal Robbins. El espíritu de una época. Ediciones Desnivel, Madrid. 2003. 332 páginas. ISBN: 84-96192-22-9

 

¿Qué tiene de emocionante un juego en el que las probabilidades son cien a uno a tu favor? [...] Es mejor bajarse que hacer trampas en una vía que está por encima del nivel de uno.

Royal Robbins


Yosemite es uno de los lugares de escalada más importantes tanto por sus paredes como por el desarrollo técnico e ideológico que ahí se produjo en las décadas de los 50 y 60, lo que muchos llaman la “edad de oro”. Pero no fue la edad de oro, pues a cada momento aparece algo nuevo en el Valle, sino que fue el inicio. Y precisamente por ser el principio es importante fijarse en los personajes, que a la larga heredaron su forma de escalar, sus avances técnicos y aportaciones tecnológicas, pero también su filosofía personal. Y Royal Robbins es, quizá, el personaje de Yosemite más importante.

“La actitud de un grupo de pioneros escaladores de Yosemite como Chuck Pratt, Tom Frost, TM Herbert, Joe Fitschen, Dick McCracken... y su más o menos, líder espiritual Royal Robbins, estaba contribuyendo de manera importantísima al progreso espiritual de la escalada. Todos los que escalaban de manera activa en Yosemite, aunque fueran rivales de Royal, enemigos o «neutrales», se veían influenciados por él.

“Esa banda de escaladores de Yosemite eran los guardianes de la llama, por decirlo de manera metafórica, que rendía respeto a Salathé, Young, Mummery, Buhl, Bonatti, Brown y otros predecesores que habían tratado de conservar la integridad de la escalada y que no utilizaban métodos que pusieran en peligro el sentido de aventura.” (p. 138)

Un líder espiritual, algo así como quien predica con el ejemplo entre los mejores escaladores de los Estados Unidos en esa época, es un título muy grande para cualquier persona, pero al parecer, Royal Robbins lo llevaba sin problemas. Sus grandes escaladas comenzaron por ser los pequeños grandes avances y llegaron a las paredes de Yosemite en forma de rutas nuevas en los grandes monolitos: Half Dome y El Capitán.

Una ruta es una creación y como tal, supone que el escalador plasme en ella su forma de ver la escalada, su manera de escalar. Las numerosísimas ascensiones de Robbins en diferentes paredes marcaron un hito: la primera absoluta al Half Dome, la Salathé Wall, North America Wall... primeros ascensos y repeticiones, ascensos más veloces, ideas, escaladas en solitario, utilización de equipo nuevo...

“La mayoría de los avances importantes vinieron de Royal. Yo tenía la sensación de que podía mantenerme a la altura de la mayoría del resto de escaladores, pero sabía que nunca sería tan bueno como Royal. Escalar con él era casi como subir con trampa. Si algo se torcía, todo lo que había que hacer era dejarle a él ir de primero.” (TM Herbert, cit. en p. 139)

En cada uno de estos ascensos gana un poco más, sobre todo en ética y en estilo, un estilo que iría definiendo la escalada en el Valle durante mucho tiempo. Y, como fiel seguidor de una ética, se opone al uso excesivo de buriles:

“Royal podía ver que cualquier idiota podría subir por una gran pared a base de buriles. Las grandes vías de Yosemite no son absurdas ristras de buriles, sino verdaderos ejercicios agotadores que rayan lo imposible. Caben pocas dudas de que sin el grupo de activistas de Yosemite de comienzos de la década de los 60 [Chuck Pratt, Tom Frost, Yvon Chouinard, Sacherer y Kor], Estados Unidos hubiera sido un lugar mucho menos ético, en lo relativo a la escalada, en estos últimos treinta años.” (Ken Wilson, cit. en p. 188)

Y cuando termina su tiempo de escalador, se vuelca al kayak en la búsqueda de los primeros descensos de los ríos de la Sierra Nevada, donde también destaca:

“Royal no era un piragüista de categoría mundial. Sería más adecuado describirlo como un piragüista de aventura muy bueno. No era un gran deportista, pero aplicaba a la piragua su destreza en la escalada. Trasladaba a los ríos la mentalidad de las grandes paredes. Estudiaba el problema y ampliaba la visión de lo que podía hacerse, como subir a lo alto de la Sierra, escalar con la piragua a la espalda y bajar con la piragua por donde campeones de aguas bravas pensaban que resultaba imposible. Royal siempre estaba pensando.” (Doug Tompkins cit. en p. 285)

A pesar del esfuerzo de Pat Ament, lo que hubiera sido una excelente biografía termina siendo eclipsado por la larga enumeración de vías abiertas por Robbins en numerosas paredes. Es bueno saber que alguien hizo algo de esa magnitud. Pero Ament dejó de lado al Robbins humano que precisa lo material (no menciona de qué trabajó cuando decidió hacerse escalador) y se nota una enorme distancia entre el autor y el personaje, como si temiese romper con la leyenda que el propio Robbins es.

Pero si este hueco como ser humano no deja completa la imagen de Robbins, el hueco más importante es el de colocarlo en su tiempo, pues a lo largo del libro sólo se puede leer de Robbins escalando junto a varios amigos o, cuando más, de pocos escaladores más. Esto deja al personaje completamente solo y se vuelve, una vez más, un ídolo.

Libro incompleto por estas razones, de cualquier manera es altamente recomendable, pues se trata de un tomo en el que se aborda la vida de un hombre que marcó la escalada en su tiempo, además de que tiene una cantidad impresionante de fotografías que revelan a un Robbins de diferentes épocas, al grado que el autor considera:

“Mi amigo Tom Frost también ofrece un punto de vista personal mediante gran cantidad de fotos. Considero el libro tanto una biografía fotográfica de Frost como un trabajo literario de Ament.” (p. 11)

Lee un capítulo del libro (PDF)


Erratas

Página 54, líneas 10 a 12, dice: “A finales de junio de 1960, Royal y Rearick hicieron la segunda repetición de la noroeste del Half Dome. Frost, Pratt y Fitschen habían hecho la segunda repetición de esa gran pared aproximadamente una semana antes...” Evidentemente, alguna de las dos cordadas hizo realmente la segunda repetición, pero no ambas.



 



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