Montañas de ensueño: Nepal y Pakistán
1 febrero 2006
Eva Martínez pasó desapercibida… un tiempo. Después de su intento al GII, en el Karakorum, decidió quedarse para hacer alguna otra cumbre. Su esfuerzo le valió ser reconocida por el mundo de los sherpas como una mujer fuerte y logró una cima de siete mil metros en el Tibet, además del largo trekking alrededor del Annapurna. Esta es su historia.
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El camino de regreso a la ciudad fue diferente. Los riachuelos habían crecido y las grietas, antes angostas, habían aumentado su tamaño de manera notoria. Parecía como si una gran mano hubiese cambiado todo de lugar. Todo nos era extraño, ni en el campamento base había nieve ya.
Para esa temporada habían llegado al mismo lugar muchos alpinistas y muy pocos habían llegado a la cima. No era nuestro caso. Pero nuestra experiencia fue única y nuestro trabajo en la montaña, reconocido como valioso por el resto de las expediciones.
Allí, en el campamento base, no sabía que mi viaje duraría más de cuatro meses y que esto había sido sólo el principio.
Mis compañeros decidieron regresar a México y yo… me quedo para intentar la cumbre de ésta o alguna otra montaña. Nuestro guía nepalés, Tika Ram Gurum se convierte en mi consejero, benefactor y, también, en mi jefe. Me fui a vivir con ellos y su familia fue siempre un hogar. Los apoyaba en las actividades cotidianas y también participaba en sus recorridos por las montañas de Nepal como ayudante. Dura manera de aprender, pero grata. Durante mi estancia en Katmandú, conocí su cultura y ciudades.
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