José A. Ortega Becerril. Cañones. Manual de hidrología para barranquistas. Ediciones Desnivel, Madrid. 2003. 146 páginas. ISBN: 84-96192-00-8
El descenso y recorrido por cañones es un deporte que ha comenzado a tener auge apenas hace poco, pese a que ya se practicaba décadas atrás en varios países. Las técnicas y equipo han cambiado considerablemente pero los ríos no, o al menos no como tales, pues sus cursos seguramente habrán cambiado varias veces. Este Manual de hidrología para barranquistas pretende acercar a aquellos que se internan en los barrancos, en las gargantas más profundas por donde corren los ríos para recorrerlos.
El río, esa masa de agua que está en continuo movimiento. ¿Cómo conocerlo si día a día es diferente? José Ortega nos indica precisamente los puntos en los que hay que poner atención para obtener información útil y nos lleva de la mano por ese intrincado laberinto que es el lenguaje de la ciencia, labor ardua incluso para los divulgadores científicos.
Los tipos de ríos, la manera en que se forman, dónde se forman los barrancos, cómo se producen las crecidas y muchos más datos que hacen aseverar al autor que “La hidrología es la ciencia del agua, el estudio de los orígenes de los caudales, su transformación y evolución, y puede llegar a ser para un barranquista previsor un arma tan importante o más que el conocimiento de técnicas de rescate o de escape.” (p. 81)
Como ciencia explicada a los no científicos, el contenido va de muy general a muy particular y cada capítulo es un poco más difícil de leer, por lo que no se trata de un libro de lectura, sino de estudio. Agua y suelo, a eso se puede resumir el libro, pues no sólo se trata del estudio del agua, sino de todo lo que pasa durante su contacto con el suelo y por eso hay un capítulo del mundo subterráneo.
Obviamente, es un libro que sirve no sólo a los barranquistas, sino a quienes practican el descenso de ríos y la espeleología y a pesar de su falta de fluidez en la lectura (ni modo, la ciencia es así), es un libro muy importante que también señala al hombre como responsable de muchos cambios en los ríos.
“…el barranquismo está sufriendo en los últimos años una cierta persecución no siempre merecida. Hemos de buscar a los culpables entre todos nosotros: los barranquistas por no saber educar a los que llevamos por primera vez, los gestores de normativas, que no han sabido proteger adecuadamente un medio tan sensible y sólo entienden de prohibición, las empresas por no hacer obligatoria la enseñanza ambiental, las federaciones por no implantar cursos con elevada carga ambiental, etc.” (p. 27)
