Jochen Hemmleb, Larry Johnson y Eric Simonson. Los fantasmas del Everest. El relato de la expedición que encontró el cuerpo
de Mallory. Plaza y Janés Editores (De Bolsillo), Barcelona. 2001.
252 paginas. ISBN: 84-8450-682-7
Después de eliminar lo imposible, lo que quede, por improbable que parezca, entra en lo probable.
Sir Arthur Conan Doyle
Cualquiera que se atreva a ocuparse de un mito se adentrará en un mundo que está más allá de la razón.
Audrey Salkeld
historiadora del Everest
En 1999, la noticia del descubrimiento del cuerpo de Mallory, desaparecido en 1924 en la cara norte del Everest, se esparció por el mundo gracias a la rapidez de información de Internet. MountainZone.com fue visitado en esos primeros días de mayo miles de veces. Y muchos nos hicimos la pregunta: "¿por qué organizar una expedición específicamente para encontrar el cuerpo de una leyenda?" Sonaba, claramente, a una forma de conseguir patrocinio para alcanzar la cumbre.
Pero en el fondo, la historia de esa expedición fue otra: un joven de 27 años (Jochen Hemmleb), experto en el Everest por afición, se había topado con muchas incongruencias en las hipótesis sobre la desaparición de Mallory e Irvine y decidió plantearse de nuevo todos los argumentos, como si no hubiera habido ningún tipo de polémica. Su trabajo lo publicó en EverestNews.com en 1998.
Poco después de la aparición de este trabajo, Larry Johnson se comunicaba con Jochen y pronto surgió la idea de una expedición de búsqueda en la que participaba un descendiente de Howard Somervell, quien había prestado una cámara a Mallory, y que la quería recuperar. Y poco a poco la idea se fue haciendo realidad.
La pregunta del por qué organizar una expedición para encontrar el cuerpo de una leyenda pasaba a tener otro matiz entonces: se trataba de la primera expedición científica a una montaña de ocho mil metros. Una especie de arqueología de alta montaña. Y la lectura del libro resultó tan apasionante como el de Howard Carter sobre el descubrimiento de la tumba de Tutankamon.
Se trata de un investigador (Jochen Hemmleb), quien tiene memorizado todos los detalles de cada expedición al Everest.
"Nos encontramos con una especie de "zona de recogida" de escaladores caídos. Se lo comunicamos por radio a Jochen que estaba en el campamento base y le contamos lo que habíamos encontrado, e inmediatamente supo quiénes eran y cuándo murieron. Era asombroso cómo archivaba Jochen toda esa información. Podía incluso decir qué clase de calcetines llevaba puestos tal persona en tal día." (Tap Richards, cit. en p. 135)
Con la información que tenía y el estudio de los mapas y fotografías del Everest, Jochen se convirtió desde el principio en el "el cerebro" de la expedición y era él quien decía en qué parte debían buscar. Pero, ¿cómo encontrar un cuerpo en tan gran montaña? Jochen partía de un punto importante:
"En 1979, Wang Hongbao, un escalador chino que ayudaba a una expedición japonesa de reconocimiento en la vertiente norte, informó al escalador japonés Yoshinori Hasegawa que cuatro años antes, mientras participaba en otra expedición china, había encontrado a un "inglés muerto" a 8,100 metros, a escasa distancia de donde estaba instalado el campamento VI de la expedición de 1975." (p. 36)
El hallazgo del cuerpo de Mallory resultó arrojar mucha información sobre sus últimas horas en el Everest, información que es analizada minuciosamente por Jochen para emitir una hipótesis más razonable de las que hasta entonces se utilizaban:
"La Mallory & Irvine Research Expedition de 1999, se organizó, al menos en parte, para responder a la pregunta: ¿lo consiguieron? En apenas dos meses, la expedición recogió más información sobre su ataque a la cima que la obtenida en más de siete décadas. Un análisis desapasionado de esta información sugiere que es más probable que lo consiguieran de lo que se ha creído, pero todavía no puede afirmarse con seguridad. Otros estudiosos examinarán esta información llegando a conclusiones distintas. Les animamos a hacerlo. Llegar a la respuesta concluyente que desentrañe el misterio exigirá que se persiga la verdad tal como Mallory e Irvine persiguieron alcanzar la cumbre de la montaña más alta del mundo." (p. 203)
Por supuesto, Jochen Hemmleb no olvida los comentarios de los montañistas famosos y alude a ellos de manera indirecta:
"Hay una actitud generalizada, una especie de condescendencia rayana en la arrogancia, que supone que los escaladores actuales son capaces de llegar a la cumbre [del Everest] con relativa facilidad, mientras que "aquellos pobres diablos no tenían la más mínima oportunidad". Esos escaladores parecen decir: según los criterios actuales, iban mal equipados, sus aparatos de oxígeno eran rudimentarios y poco fiables, su ropa terriblemente inadecuada, sabían muy poco sobre aclimatación y prácticamente nada sobre los peligros de la deshidratación. Se alimentaban mal, ingerían poco líquido, y por lo tanto podían sentirse muy afortunados al sobrevivir. Entre algunos de los más conocidos escaladores actuales del Everest, hay una explícita actitud notablemente ilógica que se traduce por un "nosotros lo hicimos, pero ellos no hubieran podido"." (p. 176)
Por supuesto, tiene razón en aludir a este tipo de comentarios. Los entierros de momias por encima de los seis mil metros en montañas de América del Sur son un ejemplo de ello, pero... Claro: hay muchos peros que pueden emitirse y esa es la invitación. De eso trata precisamente la investigación científica.
Aunque apasionante, el libro puede llegar a ser confuso para muchos lectores, pues de pueden leer entremezclados los relatos de dos expediciones (1924 y 1999) o más. Sobre todo, el análisis final requiere de un poco de paciencia para ser leído.
El libro hubiera resultado más interesante si no lo hubiera escrito una tercera persona que no participó en la expedición pero a quien los autores "decidimos contarle nuestra historia al escritor Bill Nothdurft y que fuera él quien la relatara a los lectores." (p. 15) Esto hace que el escritor construya frases más tendientes a la comercialización, como: "El Arun es uno de los pocos ríos que dividen en dos el Himalaya, proeza sólo posible por la simple razón de que su existencia es anterior a las mismas montañas." (p. 76) Obviamente, un río no realiza proezas.
Algo que llama poderosamente la atención es el trato de la BBC de Londres, pues, según el relato, puso más dificultades que ayuda a la expedición, al grado de que en el libro se cita: "La televisión es un negocio sucio. Para poder sobrevivir hay que ser a la vez comadreja, una serpiente y un lobo. Para tener éxito hay que actuar en un 99.99 por ciento como un tiburón. Resulta muy útil saber mentir con desenvoltura..." (Matt Dickinson, cit. en p. 50)
El libro cierra con una invitación a reflexionar sobre el ascender montañas:
"...la respuesta a la pregunta ¿lo consiguieron?, podría ser otra pregunta: ¿importa? Seguramente lo que importa, lo que nos atrae y admira, es la magnitud de su hazaña con los medios que disponían, su asombrosa fuerza y valor, su indomable anhelo." (p. 203)
Erratas
Se utiliza la palabra "cuello" en lugar de "collado" para referirse al Collado Norte.
Página 20, segundo párrafo, dice: "La expedición al Everest eran, en realidad, el cuarto intento británico en los últimos cuatro años." Se trata en realidad del tercer intento a la montaña. Las anteriores expediciones fueron en 1921 y 1922. El mismo error se produce en la página 164, quinto párrafo.
En la "Cronología de expediciones" de la página 247, las fechas proporcionadas están incompletas. Dice: "1924. expedición británica al Everest / ascenso al Everest / acontecimientos que condujeron a la desaparición de Mallory e Irvine / financiación / interés de Hemmleb por la desaparición de Mallory e Irvine / viaje desde Darjeeling hasta las estribaciones del Everest // 1960. expedición china..."
La confusión de esta tabla cronológica está en colocar acontecimientos que no tienen un orden cronológico ascendente. El ascenso al Everest fue hecho en 1953 y el interés de Hemmleb inició en 1987 (página 31 del libro).