Chantal Maudit. Vivir en el paraíso. Ediciones Desnivel, Madrid, 2002. 154 páginas. ISBN: 84-95760-53-3
Amigos, para mí, esta vida me ha sido destinada a no más que una intensa sed de límites desconocidos; esta existencia, un ardor sin fin.
Majrouh
En la época en que era un pececito, jamás fui apresado; luego, como gran pez, y pese a las redes, nadie me domó; hoy, vagabundeo en el océano inmenso.
Kunlegs
Hace tiempo tuve una polémica bastante prolongada con una amiga acerca de cómo se debía escribir un libro. Ella argumentaba que el libro se escribe para uno mismo y que el lector no tiene la menor importancia pues si lo quiere leer será decisión de él y no de un autor que se dedique a allanar el camino a sus ideas por medio de las palabras. La conversación me saltó a los ojos mientras leía el libro de Chantal Maudit, pues es la primera ocasión en que leo un libro de montaña que no hable de la montaña ni de lo que acontece ahí. Al parecer eso no es lo importante, sino un viaje inenarrable por los laberintos que su mente trae no precisamente a partir de la montaña sino de toda la vida.
De esta forma, uno no puede creer que la autora no diga nada acerca de sus ascensiones al Cho Oyu, Shisha Pangma o Manaslu, salvo el nombre de la montaña y un "...después del Shisha Pangma...", por ejemplo. La única mención relativamente prolongada de una de sus ascensiones es la del K2.
Pese a que no se descubre en el libro rasgos distintivos de una escaladora de ochomiles, lo que sí se descubre abriéndose paso entre sus palabras que pueden ser muchas veces confusas, es a una mujer con un sentir de la vida muy intenso. "Como jamás me mostré interesada por la norma y su anagrama lúgubre, vivo mi horario lunar y mi desfase horario, la improvisación en diapasón, la adaptación en clave de sol, y con golpe de teléfono, puedo partir para encontrarme bajo una corteza de piedras diseminadas entre glaciares y valles habitados." (p. 40)
De ahí que sean tan válida la cita que hace de Mishima:
"Por extraño que parezca, no vivir más que para las pasiones, como una bandera obedeciendo a la brisa, exige un estilo de vida que obliga a retroceder delante del curso natural de las cosas, ya que implica una total subordinación a la Naturaleza. La vida de las pasiones rechaza toda coacción, venga de donde venga, aunque, no sin ironía, tienda en definitiva a estorbar a su propio instinto de libertad." (Mishima, cit. en p. 47)
Lo que Chantal pudo haber pensado del alpinismo queda reducido en su libro a:
"El alpinismo, el andinismo, el himalayismo son lujos de nuestras sociedades actuales. En nuestros mundos modernos, otra riqueza parece haber aparecido para aquellos que disponen de tiempo." (p. 98)
Es decir, ni una postura drástica que hiciera pensar a otros. Quizá para ella la vida era más importante que el mismo ascender montañas y pregonarlo. Un capítulo interesante es el que se refiere a su encuentro con el Dalai Lama tras haber subido una postal con su foto a la cima del Pumori y que saliera en el Paris-Match con el pie de foto: "El Dalai Lama obtuvo el Premio Nobel de la Paz, pero el Tibet, tan próximo al Pumori, todavía continúa oprimido." (p. 135)
La sensación de leer Vivir en el paraíso es realmente confusa si uno espera un libro de montaña común. Quizá no sea ni siquiera un libro de montaña sino un libro de vida sin llegar a ser una autobiografía.
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