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Montañismo y Exploración
Los viajes de Júpiter
15 febrero 2002


Se puede dar la vuelta al mundo de muchas maneras… ¿qué tal en motocicleta? A primera vista parece ser como ir a cualquier lado en autobús, sin conocer prácticamente los lugares donde se pasa. Ted Simon, ocupa poco más de cuatro años en este viaje y aprende (él, hombre de ciudad) a ser viajero poco a poco, desde la confianza en sí mismo hasta la aceptación de todo lo que le rodea.







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Ted Simon. Los viajes de Júpiter. Editorial Grijalbo (Aventura vivida, 12), Barcelona. 1982. 522 páginas. ISBN: 84-253-1384-8

—Venga —me dijo—. Nos sentaremos en el coche.
Nos sentamos el uno de cara al otro y él dijo:
—Déme la mano.
Yo la extendí y él la tomó como si me diera un apretón de manos, reteniéndola unos momentos. Después la soltó y me empujó rápidamente el pulgar hacia atrás al tiempo que murmuraba:
—¡Achcha! Tiene usted un alma muy decidida. Eso se refleja también en su mente. Usted es Júpiter...
"¿Por qué no? —pensé—. Me gusta como suena." (p. 22)

La idea de dar la vuelta al mundo es muy antigua y cada vez más se buscan formas diferentes de hacerlo, Una de ellas la hizo Ted Simon: a bordo de una motocicleta por los continentes del mundo en poco más de cuatro años. El viaje, patrocinado por una revista londinense, cruza Europa, África, América, Australia, Malasia y la India hasta regresar a Londres, donde al final del camino la motocicleta es guardada en el Museo Alfred Herbert de Conventry.

¿Qué deja un viaje alrededor del mundo? ¿Por qué así, cuando se puede hacer de muchas otras formas más rápidas?

"A pesar de las guerras, del turismo y de las fotografías vía satélite, el mundo sigue teniendo el mismo tamaño de siempre. Resulta pavoroso pensar la parte tan enorme del mismo que no veré jamás. No constituye actualmente ninguna hazaña dar la vuelta al mundo, se puede pagar mucho dinero y rodearlo en avión sin escalas en menos de cuarenta y ocho horas; sin embargo, para conocerlo, para olerlo y sentirlo con las puntas de los pies, hay que arrastrarse. No hay ningún otro medio. Ni volar, ni flotar. Hay que arrastrarse por el suelo y tragar microbios a medida que uno avanza. Entonces el mundo es inmenso. Lo mejor que se puede hacer es trazar una larga línea infinitamente delgada a través del polvo y extrapolar." (p. 33)

Arrastrarse por el mundo puede hacerse de muchas formas también, pero Simon lo hace a su modo:

"Mi entera filosofía estribaba en realizar el viaje por sí mismo, eliminando cualquier esperanza acerca del futuro. El hecho de viajar de esta manera, día a día, hora a hora, era lo que hacía que la experiencia resultara tan satisfactoria. Viajar con la mente puesta en un acontecimiento futuro es vano y debilitante. Y en los lugares en que uno necesita concentrarse para conservar la vida, puede ser también desastroso." (p. 362)

Un viaje sin prisas, con toda la holgura para ver y sentir lo que se vive le dejan una conciencia de ser un auténtico viajero:

"Ésta es otra de las razones por las que estoy aquí; para experimentar (nada menos) la fraternidad del hombre. Imagínense conocer a estos hombres en un "pub" de Londres o en un restaurante barato norteamericano. Imposible. Nunca podrían ser allí lo que son aquí. Quedarían empequeñecidos por las complejidades y los accesorios que hemos añadido a nuestras vidas, tal como lo estamos nosotros, aunque hayamos aprendido a simular que no. He tenido que venir aquí para darme cuenta de toda la talla del hombre; aquí en la puerta de una cabaña, sentado en un tosco banco de madera, sin ruidos, sin muchedumbre, sin citas, sin ninguna queja que exponer, sin ningún secreto que ocultar, con todo el espacio y el tiempo que quiera y mi corazón tan transparente como el vaso de té que sostengo en la mano. La sensación de afinidad con aquellos hombres es tan acusada que sería capaz de derribar todos los edificios de Occidente si con ello pudiera conseguir una compenetración semejante." (p. 121)

Su personalidad europea va cediendo poco a poco a las vivencias que le dejan cambiarse a sí mismo:

"Súbitamente inmerso en la pobreza tropical de la América Latina, estaba luchando no sólo con mis problemas personales, sino también con cuestiones morales y éticas de gran complejidad...Lo que yo quería preguntar era: "¿Cómo puedo yo o cualquier otra persona vivir una buena vida en medio de toda esta escualidez y humedad y podredumbre e indiferencia? ¿De qué sirve? ¿Qué hay aquí capaz de levantar el corazón y el espíritu? ¿Qué puede hacer una lucha individual contra el poder de la Naturaleza y la apatía de los demás? ¿Dónde está el valor que perdura?"

"Necesitaba con urgencia algún terreno en el que poder hundir mis raíces y los cantores me lo proporcionaron." (p. 255)

"Estaba acostumbrado a unos rostros que mostraban la huella de la emoción y el sello del exceso. Estaba acostumbrado a que las cosas fueran viejas y gastadas, astilladas, rayadas, arañadas y remendadas, pero verdaderas. Allí donde había estado, las personas y las cosas se veían obligadas a mostrar la verdadera sustancia de que estaban hechas porque lo superficial no podía sobrevivir a la paliza que recibía. Estaba acostumbrado al rumor de la vida, a las carcajadas, a los gritos de cólera, a los silbidos, a los siseos, a los regateos, a las discusiones y a las riñas domésticas; a la contemplación de los animales y a su dolor; a los ancianos tomando el sol.

"Allí de donde venía, los niños se acercaban corriendo." (p. 380)

Ted Simon, el hombre que estuvo a punto de robar una motocicleta Yamaha para hacer su viaje, regresa a Londres después de varios años de pisar siempre nuevas tierras:

"Era una ilusión, lo sabía. Allí había todavía una casa, claro, que era mía, pero nunca volvería a significar para mí lo mismo que antes... Ahora me atontaba un recuerdo nostálgico de más de cuatro años de antigüedad. Toda la hermosa libertad de que había gozado desde entonces se había evaporado. Todas las brillantes e irrepetibles experiencias de cuatro años estaban muertas como la ceniza. Me había consumido y sólo deseaba llegar a mi pequeño castillo de piedra y cerrar la puerta." (p. 509)

Pero no sólo era el regreso lo que le abrumaba, sino que ese sitio al que había regresado no había cambiado mientras que él sí:

"Las personas que veían mi viaje como una prueba física o un acto de valentía, algo así como la hazaña de un navegante solitario, no entendían la cuestión. La valentía y la resistencia física no eran para mí más que unos accesorios útiles, como, por ejemplo, la facilidad para los idiomas o la inmunidad a la hepatitis. El objetivo era la comprensión y la única manera de comprender el mundo consistía en hacerme vulnerable al mismo de tal manera que éste me pudiera cambiar. El reto consistía en abrirme a todo y a cualquier persona que me saliera al encuentro. El premio era el cambio y un desarrollo lo suficientemente amplio para sentirme una sola cosa con el mundo. El peligro era la muerte por desenmascaramiento.

"En los momentos de cambio, coexisten simultáneamente en una persona dos aspectos; como una oruga que se convierte en mariposa, tiene uno la imagen de lo que era y la imagen de lo que está a punto de ser, pero aquellos que le conocen bien sólo pueden verle tal como era. Se muestran reacios a reconocer el cambio. Por medio de sus acciones, tratan de conducirle a sus antiguas actitudes." (p. 473-474)

El libro está lleno de vivencias de cada continente aunque son muy escasas las referencias a Europa, pero la razón la adivina el lector pronto, cuando comienza a descubrir África , América y más tierras (incluso la cárcel, en Brasil) a través de los ojos de Ted Simon.

Una motocicleta también puede llevar a vivencias intensas, si el viaje es honesto:

"No dudaba que la ayuda iba a llegar y de que, junto con ella, se iba a producir con toda probabilidad algún inesperado cambio en mi suerte. Había tardado años en alcanzar aquel grado de confianza y serenidad y, mientras aguardaba, me permití el lujo de gozar del placer de saberlo." (p. 13)



 



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