Ideario 38
15 mayo 2000
No había que olvidar, sin embargo, que el oponente, la montaña, podía volver a ser brutal.
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Poco a poco, sin sentirlo, la relación entre el hombre y la montaña se va impregnando de complicidades, de comprensión mutua. La lucha deja de ser violenta para convertirse en una sagaz partida de juego en la que el paulatino conocimiento del oponente, aunado a la astucia, van venciendo las barreras que al principio parecían infranqueables. No había que olvidar, sin embargo, que el oponente, la montaña, podía volver a ser brutal.
Carlos Carsolio.
Encuentro con el Himalaya