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Montañismo y Exploración
Por ser tan blanca


Es increíble la confianza que llega a dar la cuerda que te une a un amigo. Y la confianza que nos regalamos mutuamente, al poner nuestra vida en manos del otro. ¿Qué más se puede dar? ¿Y recibir? Este es el principio desde el cual Eduard Sallent escribe un libro donde rememora sus andanzas en la montaña. Pero no precisamente sus andanzas, sino las de él con dos amigos porque para él “No hay historia de montaña sin historia humana.”







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Eduard Sallent. Por ser tan blanca. Del Nanga Parbat al Eiger. Ediciones Desnivel, Madrid, 2004. 204 páginas. ISBN: 84-96192-27-X


He vivido una gran pared alpina.
He escalado con dos compañeros.
Me he emborrachado de sensaciones.
Y he comprendido los sentimientos.

Es increíble la confianza que llega a dar la cuerda que te une a un amigo. Y la confianza que nos regalamos mutuamente, al poner nuestra vida en manos del otro. ¿Qué más se puede dar? ¿Y recibir?

Una vida escalando montañas puede cambiar cuando un amigo se pierde. La muerte, eso de que tanto se escribe y de lo que los montañistas no queremos, como marinos supersticiosos, saber. “La muerte, y más aún cuando sucede antes del plazo que en nuestro entorno se considera normal, es más desasosegante, más trágica que el agotamiento de una pasión, pero tiene en común algo tremendamente contundente: no tiene remedio.” (Juanjo San Sebastián, cit, en p. 13)

Edu Sallent plasma una vida de ascensiones en la montaña al lado de dos amigos porque para él, la esencia de todo está en la amistad y no en las montañas:

“Me gustan las montañas. Son la esencia de la grandeza, de la naturaleza, de la pureza, de la belleza, de la dureza, de la plenitud... Comparto con ellos lo que tanto adoro. No hay nada más grande. Es lo que más puede unir. Hemos aprendido a decirnos cosas sin hablar. Una mirada, un gesto, un suspiro o una risa. Eso ayuda a que las ascensiones, por muy duras que sean, nos parezcan más asequibles y llanas. Sin esa complicidad y esa confianza, las montañas serían frías como la nieve polvo que cubre la cara norte.” (p. 181)

El libro puede leerse por un capítulo cualquiera y seguirse hasta terminar porque el orden de paginación no importa, sino las vivencias que Edu plasma. Quizá el subtítulo (Del Nanga Parbat al Eiger) recuerde mucho el libro de Hermann Buhl (Del Tirol al Nanga Parbat) y uno se cree la ilusión de encontrar la historia de un escalador que va superando retos continuos, cada vez más difíciles. Pero no es así.

“Hace unos días me senté solo y en silencio. Me pregunté por qué había decidido escribir esta historia. ¿Qué motivos tenía? ¿Qué necesidades me empujaban a ello? ¿Qué buscaba? Ahora me he dado cuenta de que me hacía falta ver escrito ante mí, plasmado en el papel, la esencia de estos años tan intensos como profundos y difíciles de olvidar.” (p. 20)

Por eso es que son episodios aislados que no tienen más conexión que pertenecer a una persona que, curiosamente, son tres: Edu y sus dos amigos.

“A veces pienso que, realmente, la vida es dura. Entonces recuerdo que puede ser igual de dura que bonita. Los recuerdos vuelven, y me doy cuenta de que esta experiencia compartida no ha hecho de nosotros tres grandes alpinistas, sino algo mejor: tres grandes amigos.” (p. 22)

Pero llega la expedición del 97 al Nanga Parbat donde uno de los componentes de la expedición muere y Edu se siente de esa forma en que se siente la muerte, con reacciones que uno no entiende hasta que “Siento cómo esta amarga sensación por la ausencia de un amigo va cobrando cada vez más intensidad.” (p. 112) “¿Y la montaña? Sí, sigue ahí arriba, pero ya no la miro. Ya sé que sólo es un montón de piedra, nieve y hielo. Ya sé que no tiene vida, pero ahora es amarga y no le veo encanto alguno.” (p. 113)

Ese es el principio de su calvario personal, aquel que le hizo escribir y emborronar cuartillas. El resultado es una conclusión muy importante:

“Sabemos y somos conscientes de que nunca seremos unos alpinistas de renombre. Tenemos claro también que las grandes proezas que pasan a la historia no están hechas para nosotros. Creemos en las sensaciones, y para que éstas sean buenas y nos llenen, no hay que perseguir exclusivamente grandes montañas... Se trata de vivir cada segundo, cada minuto y cada hora de montaña como si fuese exclusivo, único e irrepetible. Creo que también eso los hace especiales. Cada momento es nuevo y me llena también de una forma nueva diferente.” (p. 181-182)

Por la esencia misma del tema, el libro es bastante repetitivo en algunos puntos y puede llegar a aburrir, pero el resultado, resumido en el párrafo anterior, muestra que el tiempo ha hecho su trabajo y que ahora el lector puede conocerlo.

Erratas

Página 29, línea 10, dice: “Y sin botas se escala mejor.” Debe decir: “Y sin crampones se escala mejor”.


Lee un capítulo del libro (PDF)



 



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