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Montañismo y Exploración
Lugares poco recomendables


Hablar de sitios inhóspitos siempre es una especie de carnada para los viajeros auténticos, aquellos que buscan los sitios donde aún se puede descubrir algo. Javier Pérez presenta doce Lugares poco recomendables que son auténticos anzuelos. Y más que eso: el libro es una bien lograda obra de literatura donde está presente el estilo narrativo de las grandes crónicas, tan antiguo y tan eficaz.







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Javier Pérez de Albeniz. Lugares poco recomendables. Ediciones Desnivel, Madrid, 1998. 174 páginas. ISBN: 84-89969-07-8

 

…en nuestro planeta, el Paraíso y el Infierno están entrelazados, no importa cuán lejos puedas viajar. Si quieres tomar un atajo al Paraíso, búscalo más cerca de ti, ante tus propias narices: puede que lo encuentres dentro de ti mismo.

Thor Heyerdhal

En un planeta que “ha empequeñecido” por los grandes avances tecnológicos y porque los medios nos los traen a casa en segundos, “Creemos que todo el planeta está al alcance de nuestras manos. Que no queda nada por descubrir. Que ya no hay lugares salvajes y libres. Estamos equivocados.” (p. 13)

Javier Pérez se encarga de elegir doce destinos que nos muestran precisamente que la Tierra no está conocida del todo y que aún se puede encontrar algo siempre nuevo. Doce sitios que él denomina “poco recomendables”. Excelente carnada para los viajeros. Así va del Polo Sur al Everest, de Zaire a Zanzíbar, del Orinoco al Amazonas, de las Islas Marquesas al Cabo de Hornos, de Colombia a Chiapas y del tren transmongoliano a Dolpo, en el Himalaya.

Quizá elegir doce destinos no sea lo más importantes. De acuerdo a nuestros gustos podríamos elegir otros quizá “menos recomendables”. Lo que le da importancia a Lugares poco recomendables es la forma en que se abordan: “El reportaje es aventura. Y la aventura es, desde las primeras novelas griegas a las contemporáneas, la esencia de la narrativa.” (p. 13)

Los reportajes que escribe Javier Pérez no son meramente descriptivos sino excelentes trabajos literarios donde se mezclan las génesis del mundo, los problemas cotidianos del hombre, las historias de los hombres que dieron a conocer esos lugares, los problemas recientes y todo lo que implica estar ahí, entre otras cosas. Pero lo más importante: deja recrear al lector en la más pura literatura por el estilo tan limpio con que está escrito.

“Cuentan que un día, mientras pescaba, un dios arrancó las Islas Marquesas de las profundidades del mar ardiente. Un dios vecino, asombrado por la belleza de ese instante, quiso hacer algo aún más hermoso y rompió algunos trozos de esas rocas para engendrar con ellas a los seres humanos. El primer hombre, la primera mujer, y sus cuarenta hijos, creados con esquirlas de la isla Nuku-Hiva, dieron lugar al resto de la humanidad. Y desde entonces son tan orgullosos, fuertes y altivos como la lava de la que proceden.” (p. 104)

Fuera de los orígenes mitológicos, uno llega a conocer a personajes como Álvaro Mendaña (descubridor de las Islas Marquesas, 1595), Oscar Von Beringe (descubridor de los gorilas, 1902) y Willem Cornelius Schouten (descubridor de Cabo de Hornos, 1616) o los más conocidos: Hillary, Scott, Amundsen... hombres de la talla suficiente como para enfrentarse al Cabo de Hornos, por ejemplo, ahí donde:

“No se puede comer: la comida se sale de los platos y hay que sostener los vasos con la mano. No se puede leer: los ojos bailan entre líneas y la cabeza comienza a girar alrededor del segundo párrafo. No se puede dormir: la cabeza y los pies se golpean rítmicamente contra los extremos de la litera, y es necesario hacer fuerza con los codos para mantener la posición. Sólo se puede vomitar y ver cómo la vida se balancea.” (p. 52-53)

Escrito con la casi olvidada tradición de los libros de viaje, alcanza la proporción de un Egon Erwin Kisch en sus Descubrimientos en México, lo que le da mucha importancia a este libro, quizá poco llamativo por su portada, que también señala el contenido, pues es similar a las portadas de los viejos viajeros, desde que comenzaron a escribir sus crónicas hasta mediados del siglo XX.

Tres cosas le hacen falta a Lugares poco recomendables: al menos un mapa para ubicar al lector en la parte del mundo donde se está, la fecha en que fueron escritos los artículos (porque cada capítulo es un artículo publicado ya en alguna revista) y mayor número de páginas, porque se termina asombrosamente rápido.



 



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