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Montañismo y Exploración
El Duque de los Abruzos
1 septiembre 2002


Es poco conocido incluso entre los escaladores. ¿Quién fue? ¿Un personaje con la tremenda fortuna de nacer dentro de la nobleza y poder gastar sin límite en expediciones? ¿Un aristócrata aventurero? ¿Un explorador? La biografía del duque de los Abruzos, uno de los exploradores del siglo XIX y XX más importantes pero también más ocultos por su pertenencia a la nobleza, muestra a un hombre más que a un noble. Un hombre con la capacidad extraordinaria de ver siempre más allá dentro de sus exploraciones.







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Mirella Tenderini y Michael Shandrick. El Duque de los Abruzos. Vida de un explorador. Ediciones Desnivel, Madrid, 2001. 240 páginas. ISBN: 84-95760-14-2


Los montañistas saben que en la segunda montaña del mundo existe un espolón que se llama Espolón de los Abruzos y que es ahora la ruta normal de ascenso a esta montaña. Quizá es por esto que Luis Amadeo José María Fernando Francisco de Saboya-Aosta, duque de los Abruzos, es más conocido. Sin embargo, su labor como alpinista y como explorador van más allá de una expedición al K2.

Duque de un país que tiene en "miras a sentarse a la mesa de los poderosos", Luis de Saboya se las ingenia para pasar sus ratos libres escalando montañas y en 1897, a los 24 años de edad, realiza su primera gran exploración: el ascenso al monte San Elías, en Alaska, montaña que nadie había subido hasta entonces. Educado en la disciplina de la marina, analiza cada historia de los intentos previos y decide que la expedición deberá hacerse como si se tratara de una expedición a los polos y no como si fuera una montaña nada más. Su análisis le deja claro que sólo cruzar el glaciar para llegar a la montaña es de por sí una expedición polar. Esto y otras innovaciones, como las de usar las estufas que Fridtjof Nansen había diseñado para su travesía en Groenlandia, son las que le dan el éxito.

Dos después, su segunda expedición se dirige al Polo Norte. Ha leído minuciosamente el libro de Nansen e incluso ha viajado para platicar con él. Él no quiere pasar más de un invierno en el Polo y su barco, el Estrella Polar, se dirige hacia las aguas donde Nansen había viajado. En un accidente, una mano se le congela y no puede marchar al Polo, así que ve cómo sus hombres se dirigen al norte y semanas después regresan con una noticia: han llegado más al norte que Nansen. Se trata de un récord que el mismo Peary toma como una ofensa. Sin embargo a diferencia de la expedición al San Elías, la del Polo no había alcanzado su objetivo, y por añadidura tres hombres habían perdido la vida; sin embargo, precisamente la del Estrella Polar fue la expedición que asignó al duque un puesto de primer plano en el rango de los exploradores." (p. 93)

Es 1897 y entonces "Eran años de intenso fervor por todo lo que se podía descubrir y experimentar. Era la época de las grandes exploraciones, y el interés por los viajes y descubrimientos se difundía cada vez más." (p. 23-24)

Han de pasar nueve años para que realice su siguiente expedición: el monte Ruwenzori, de quien Henry Morton Stanley había dicho en 1901: "Espero que un hombre dedicado a su trabajo, un alpinista apasionado, tome en consideración el Ruwenzori y lo estudie, lo explore de arriba abajo, cruzando sus enormes crestas y profundas canales." (cit. en p. 100)

Para entonces, la noticia de que el duque de los Abruzos se dirige a un objetivo es sinónimo de competencia: "A estas alturas, el duque de los Abruzos ya era un personaje famoso, y su participación en acontecimientos deportivos era garantía de un gran seguimiento por parte del público y de la prensa." (p. 96) Ya había sucedido en el San Elías y en el Polo la competencia se seguía dando. "Siempre pasa lo mismo, durante años nadie ha pensado en las Montañas de la Luna, y ahora todos corren hacia ellas." (p. 102)

Sin embargo, ninguno de sus contendientes consigue la cima mientras él asciende a todas las cumbres del macizo.

Hasta 1909 es cuando dirige la expedición al K2. Como en el Polo, el objetivo se descubre como más allá de las posibilidades de entonces, pero ascienden por encima de los seis mil metros por el espolón que ahora lleva su nombre y que es la ruta normal por donde ascendieran los italianos en 1954. Y como no consiguen su objetivo, se dirigen al Chogolisa, pero también ahí son rechazados por la montaña. Luis de Saboya habría de regresar del Karakorum sin una cima pero con importantes datos y fotografías de Vittorio Sella.

La vida del duque de los Abruzos no fue tan cómoda como pudiera imaginarse. Su pertenencia a la casa real de Italia y sus hazañas fueron más que notorias: "En esta Italia que miraba hacia el futuro con esperanza, las hazañas del duque de los Abruzos constituían un motivo de orgullo nacional, una baza que jugar también en el extranjero, de donde la joven nación había gozado hasta ese momento de escasa consideración." (p. 96-97)

Mezclado con la política (sin quererlo) y con la Primera Guerra Mundial (de voluntad propia), la vida del duque de los Abruzos es más que interesante. El libro tiene la cualidad de mostrar no sólo al duque, sino al mundo en que un personaje de su talla está viviendo junto con la Italia donde "surgía la primera fábrica italiana de automóviles" y las relaciones diplomáticas en que se ve involucrado por fuerza.

Más que un mero alpinista, Luis de Saboya-Aosta se descubre como un auténtico explorador porque sigue en otros medios lo que Mummery, de quien era amigo, había plasmado: "...el verdadero alpinista es el que intenta nuevas ascensiones..." (Mummery, cit. en p. 38)

La única desgracia del libro es, como comentan los autores, que tiene sólo una frase célebre que haya dicho o pensado el duque, lo cual nos priva de lo más valioso de este explorador, pero esto se debe precisamente a que "En la difícil tarea de reconstruir su vida, nuestro trabajo se ha visto dificultado aún más por la desaparición de los diarios personales del duque, que se perdieron, junto con los archivos de la familia Saboya, al final de la segunda guerra mundial."


Erratas

Página 13, primera línea, dice: "El sol abrasaba ese 22 de febrero de 1993..." Debe decir: 1933.



 



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