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Montañismo y Exploración
La montaña no quiso
15 septiembre 2001


Además de haber sido el primer hombre en pisar la cumbre del Cervino, Edward Whymper fue también el que inauguró la etapa escrita de los “milagros de montaña” que es como el autor de “La montaña no quiso” prefiere llamar a todos aquellos accidentes o incidentes graves y aparatosos donde los implicados sobrevivieron y muchas veces resultaron ilesos. Uno puede estar de acuerdo o no con el planteamiento del autor, pero lo cierto es que se trata de accidentes donde los supervivientes pueden ofrecer todos los datos que provocaron su caída.







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Saint-Loup. La montaña no quiso. Editorial Juventud, Barcelona, 1953. 160 páginas. s/ISBN.

...el más fanático alpinista no penetra de buena gana, por su plena voluntad, en lo sobrehumano...


Siempre que se habla de accidentes de montaña se mencionan los factores por los que las personas involucradas han sucumbido, pero pocas veces se habla de aquellos que han estado en un peligro severo y que se han salvado casi milagrosamente. Un pequeño ascenso a una montaña, hizo que Saint-Loup pensara seriamente en ello:

"Es una ruta despreciada por los propagandistas de murallas porque no irrumpe nunca en pleno cielo en un vertiginoso callejón sin salida de nieve y de hielo, pero que resulta, sin embargo, inaccesible para los hombres motorizados de las ciudades, porque es demasiado elevada y demasiado ruda." (p. 6) Esa ruta era considerada por los informantes de Saint-Loup como "«completamente para vacas»... Así que nos habíamos equipado para una montaña «para vacas»" (p. 8). Es decir: botas inapropiadas, sólo un piolet y ninguna cuerda.

"Al subir, menos mal, pero al bajar... comprendo que he cometido una de estas faltas graves que sólo pueden ser reparadas por un trabajo inaudito y una prudencia vigilante" (p. 8) porque "En la montaña, en las circunstancias difíciles, es preciso saber oír un cierto toque de alarma. Los músculos y la voluntad de vivir se aflojan de repente y sobreviene la caída. Estamos en peligro en un terreno, sin embargo, ridículamente fácil, pero sé que la mayor parte de las tragedias en los Alpes no suelen ocurrir en los pasos de «sexto grado superior»" (p. 9)

Una cordada formada por Saint-Loup y su compañera están en problemas por la falta del equipo necesario y Saint-Loup, quien va delante, se hunde tres veces en una grieta.

"Me encuentro con el busto recostado sobre la nieve, de cara a ella [su compañera], con los brazos extendidos, hundido en la grieta hasta la cintura. Permanezco insensible al drama de este equilibrio entre la vida y la muerte, percibiendo solamente lo ridículo de mi posición de guía ante los ojos de una mujer que me contempla sin esbozar siquiera un gesto, con una irritante sangre fría... me referirá más tarde que su corazón había dejado de latir un momento y, que en caso de [mi] desaparición total, había decidido sentarse junto al agujero y esperar, ya que no tenía medio de sacarme ni, según creía, la experiencia necesaria para encontrar sola el camino del valle." (p. 13)

La falta de equipo hace que pernocten en un glaciar que podría haber sido recorrido en poco tiempo y al otro día llegan a la morrena. La experiencia le hace ver a Saint-Loup que se han salvado "milagrosamente" y tiene su propia filosofía al respecto:

"El «estúpido siglo XIX»... ha mentido al crear la literatura d elos Alpes «homicidas» que ha transmitido sus inexactitudes de generación en generación... Los Alpes honicidas... ¡Qué mala ficción gramatical...! Hablar de los Alpes homicidas es confundir la causa y el efecto. Con la frecuente repetición de esta fórmula en la que el adjetivo y el sustantivo están estrechamente asociados, los diarios y cierta literatura... tienden a ligar la noción de la montaña y de la muerte. El título «Alpes homicidas» sobreentiende «Ya veis cómo acaba esto... no podía acabar de otro modo...»"

Esta idea no es asimilable y Saint-Loup se dedica desde entonces a recopilar casos de accidentes donde todas las personas involucradas se hayan salvado sin o con pocos daños físicos porque su teoría es que

"La montaña «perdona» noventa y nueve veces por ciento las faltas que se cometen contra las reglas establecidas por la experiencia.

"No obstante, el riesgo es grave, preciso, y en todos los instantes en las grandes ascensiones. La subida de un equipo hacia la cumbre difícil es una sucesión de catástrofes evitadas. A los sesenta años, un escalador de categoría, no ha perdido tiempo, vive de milagro. Sin embargo, sobrevivir a veinte años de alpinismo es un estado normal; perecer en la montaña, un hecho excepcional" (p. 15-16)

Para comprobar esta teoría, se propone "hace un balance completo de las intervenciones milagrosas en la montaña" porque "el milagro es, por definición, aquello que no puede ser explicado ni definido." (p. 17)

El libro analiza la caída de Whymper en el Cervino durante una de sus correrías en solitario y algunas otras más, entre ellas el caso de Guy Labour en el glaciar de los Nantillons el 18 de agosto de 1924 y que él denomina "Una muerte a crédito" y que bien pudo haber sido el caso en el que se basara Frison Roche para escribir su novela Grieta en el Glaciar.

Los casos son sorprendentes: caídas de cientos de metros donde los alpinistas sobreviven, caída de rocas sobre los escaladores y caídas dentro de grietas. Hay un caso excepcional del alemán Adolf Hörne que fuera capturado al final de la segunda guerra mundial por una patrulla francesa mientras practicaba alpinismo y que decidió tirarse al vacío para no caer en la deshonra. Mil metros después, los franceses le vieron ponerse de pie, mirar hacia arriba y seguir cu camino hacia su campamento. En el campamento militar encontrarían después un reporte que hablaba del suceso donde se mencionaba que Hörne había tenido una fractura abierta.

Pese al uso de la palabra "milagro" que podría ser malinterpretada, el libro es un análisis de accidentes donde no se perdió la vida y se pudo saber cada uno de los movimientos y las fallas.



 



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