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Montañismo y Exploración
Séptimo grado

El libro clásico de Reinhold Messner que se ha leído mucho pero entendido muy poco. A partir de aquí, Messner comenzó a enviar al mundo ideas que con el paso del tiempo revolucionarían el mundo del alpinismo y la forma de ir a las montañas.







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Reinhold Messner. Séptimo Grado. RM, Barcelona, 1982. 208 páginas. ISBN: 84-7204-103-4


. . "Estamos a punto de alcanzar el séptimo grado. Al menos sí estoy seguro que se está gestando. Entretanto, muchos dominan ya el sexto grado y unos cuantos lo han superado ya. Siempre ha habido esta diferencia entre muy buenos escaladores y buenos escaladores. A finales de los años cincuenta y durante toda la década de los sesenta, el alpinismo entró en el callejón sin salida de la escalada técnica con clavijas. Se tenía la idea equivocada de que se podían solucionar, y también crear, más problemas de alpinismo incrementando el uso de medios artificiales, con la esperanza de ampliar así la escala de dificultad." (p. 40)

Lo anterior lo escribía Reinhold Messner en 1970, cuando se libraba una batalla ideológica dentro del alpinismo: la llamada "escalada técnica" estaba invadiendo todos los espacios donde antes se había instalado un alpinista con creatividad.

"La irrupción de los medios auxiliares ha dejado maltrecho el baremo por el que se medía la accesibilidad de una pared por medios naturales. Antes, el escalador dividía mentalmente la pared, seleccionaba las partes escalables y componía con ellas una vía única, invariable incluso bajo las peores condiciones climatológicas. Ahora ha tenido que ceder en interés de los seguidores de la nueva tendencia, consistente en labrar superdirectísimas en las paredes, escaleras hacia el cielo." (Karl Greitbauer, cit. en p. 24)

¿En qué consistía el tema "Séptimo Grado" que tantas y tan prolongadas polémicas hizo surgir? La razón era sencilla: a mediados de los años veinte, Willo Welzenbach y Adolf Deye establecieron una escala de dificultad para la escalada que consistía en seis grados que correspondían a la siguiente clasificación: I, fácil; II, medianamente difícil; III, difícil, IV, muy difícil; V, seriamente difícil y VI, extremadamente difícil. Por supuesto, en el mundo del alpinismo de entonces, quien escalaba un sexto grado era de los mejores.

Sin embargo, esta escala adolecía de un defecto que estaba por ponerse en evidencia: no consideraba que las dificultades siempre se incrementaban. De esta manera, quien hacía una escalada algo más difícil de lo que se conocía entonces como sexto grado y que antes era considerado imposible, hacía que todos los demás grados se "devaluaran". La escala fue aceptada y aplicada casi sin restricciones hasta que la dificultad comenzó a ser muy elevada. "La única manera de ampliar la escala de dificultad consistía en entrenarse para este fin." (p. 37), y como en ese entonces no era habitual hacerlo, la idea de ser "escalador nato" se implantó junto con la "escalada técnica".

"En cada época se plantean determinados «problemas» de escalada, a través de los cuales se manifiesta el estado del alpinismo en ese momento. Como consecuencia lógica del impulso natural hacia lo nuevo, las metas del alpinismo son cada vez más ambiciosas. Por lo que la búsqueda de nuevos medios auxiliares que sirvan para solucionar tales problemas es igualmente grande." (Dietrich Hasse, cit. en p. 21-22)

Quienes apoyaban las escaladas "técnicas" sostenían que la montaña podía ser abarcada y conquistada a como diera lugar, sin importar si para ello se colocaban vías llenas de clavos, incluso de expansión. "Se escala por muchas razones. El alpinismo no es solamente una actividad deportiva, también es saber gozar del movimiento y de la naturaleza. No está bien que se les impida divertirse a los que no pueden prescindir de las clavijas" (Peter Bednar, cit. en p. 47)

En contraposición a esta forma de ver la escalada, que se suponía "moderna", algunos de los mejores escaladores iniciaron la batalla: "...una ruta no se califica de «temeraria» únicamente en razón de su inclinación o su longitud. En mi opinión hay una sola manera de realizarlas: venciendo las mismas dificultades de siempre, sólo que con menos medios auxiliares" (p. 37-38) "Puede parecer absurdo, en pleno siglo XX, situarse en contra de la técnica y calificarla de «atraso». ¡Técnica=progreso! ¡Seguro! ¿Pero también en alpinismo?" (p. 38)

Desde el punto de vista histórico y pese a que la escala se había establecido en los años veinte, "Es interesante observar que el quinto grado de dificultad alcanzó su madurez con Mummery, y que tras Preuss vino el sexto; y no es exagerado afirmar que Bonatti y cozzolino han introducido el séptimo grado de dificultad" (p. 49)

Ante todo, la discusión de la validez de una escalada con medios artificiales era el punto más notorio: "Si no se está a la altura de una pared, es preferible desistir. Mañana, o quizá dentro de diez años, vendrán otros mejores que puedan hacerlo" (p. 40) "...numerosos escaladores, a medida que los medios auxiliares técnicos se iban perfeccionando y resultaban cada vez más eficaces, se han impuesto a sí mismos ciertas restricciones, a fin de conservar una determinada dosis de emoción y evitar que nazca la incomprensión entre el hombre y la montaña." (p. 54)

El séptimo grado, "entendido como lo todavía posible más allá de lo considerado como imposible hasta entonces, y no «lo imposible hecho posible»", se instaló no sólo por tener un número más y una escala más amplia, sino sobre todo porque era necesario. Era la gran barrera que había que saltar para resolver los problemas de la época, que residían en mayores dificultades y mayor seguridad:

"Yo soy un escalador conservador, y por ese motivo tenía suficiente con los medios auxiliares más sencillos. En aquel momento de nada me habrían servido las clavijas de expansión o un traje de plumas. Por fortuna no me había habituado a su uso y sí había aprendido a no perder la serenidad en las peores situaciones. En nuestra tecnificada época, a veces el atraso significa seguridad y progreso." (p. 115)

"El VI grado se encuentra hoy día al alcance de gente sin talento pero que escala mucho. El VII grado lo alcanzan los que, además de escalar muy a menudo, también poseen la chispa del genio. Por último, el VIII grado tal vez lo hayan conquistado ya aquellos que tienen talento, escalan muy a menudo, entrenan mucho y no se desmoralizan nunca. El VII grado contribuye a que las antiguas rutas de V grado no tengan que ser valoradas con II+ cualquier día. Este [el VII grado] comienza allí donde se acaba el alpinismo de mentalidad conservadora." (Luggi Reiser, cit. en p. 163-164)

El Séptimo Grado habla principalmente de las escaladas de Messner a finales de la década de los sesenta, todas ellas interesantes porque son precisamente el reflejo de esa nueva mentalidad que estaba surgiendo. Libro ameno y prácticamente indispensable para ubicar dentro de la historia a la escalada de cualquier país, nos recuerda que lo que ha pasado una vez, puede suceder de nuevo.





 



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