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Montañismo y Exploración
Rumbo a Tombuctú

El río Níger no se había recorrido totalmente y dos amigos deciden emprender ese viaje, pero invitan a dos más. La navegación del río se ve interrumpida por el abandono del proyecto por los dos promotores, pero es llevada hasta el fin por los invitados. Es así como Mark Jenkins termina en Tombuctú, una ciudad que siempre quiso conocer.







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Mark Jenkins. Rumbo a Tombuctú. Una travesía en kayak por el río Níger. Ediciones B (Colección Grandes Viajeros), Barcelona, 1998. 310 páginas. ISBN: 84-406-8385-5

 

Miré alrededor y descubrí que lo que tenía ante mis ojos no respondía a mis expectativas. Me había hecho una idea completamente distinta de la grandeza y la riqueza de Tombuctú [...] La ciudad no ofrecía, a primera vista, otra cosa que una masa de casas de tierra destartaladas. Mirara a donde mirara, no se veía más que inmensas llanuras de arena movediza de color blanco amarillento. El cielo era rojo pálido hasta el horizonte.

René Caillie, cit. en p. 290


Tombuctú, la legendaria ciudad africana llena de riquezas incontables lejos del mundo europeo, fue el motivo del viaje de numerosos exploradores que murieron sin regresar a Europa, muchos sin haber llegado, otros apenas iniciado su viaje. René Caillie llegó solo, convertido en musulmán, hablando árabe o malinké y con el nombre de Abd Allahi. La descripción que da de la ciudad es totalmente lejana de lo que en Europa se hablaba de ella. "¿Cómo era posible que la ciudad más misteriosa de la historia no fuera más que un montón de edificios de barro, una mera zona comercial en el desierto? Ni pensarlo. René Caillie fue tomado por un impostor, un charlatán, y pronto quedó olvidado. El mito ha sido y será siempre más poderoso que la realidad." (p. 291-292)

Tombuctú, prácticamente a orillas del río Níger, sigue llamando la atención a viajeros de todo el mundo. Dos de ellos planearon hacerlo siguiendo el curso del río Níger desde su origen hasta su desembocadura en kayaks. "Su nombre era Níger, término procedente de la palabra n'ger, que en la lengua de los nómadas del desierto significaba, sencillamente, «río»." (p. 40) Dos amigos más se les unieron y se adentraron en el África "sin carreteras ni cables". Tienen que andar una distancia considerable con su carga. ¿De dónde obtendrán a los hombres para semejante viaje? "?Hombres oyen tambores. Hombres oyen lo que tambores dicen. Hombres vienen." (p. 85) "...los tambores pueden comunicar muchas, muchas cosas, pero cuando llaman a otros pueblos sólo transmiten noticias importantes: un nacimiento, una muerte, un baile, un forastero, una boda, una pelea." (p. 88)

Así, reemplazando a sus porteadores de población en población, llegan a las fuentes, pero solos, porque los africanos no se atreven a mirarlas, pues creen que con ello les llegará alguna desgracia. "En África ocurren cosas extrañas; cosas fantásticas; cosas que uno no alcanza a comprender. Uno nota que presagian algo, pero no sabe qué. Los africanos están acostumbrados; para ellos, lo extraño es lo corriente. No intentan descifrarlo. Si tienen un problema, hablan con un abogado o un contable, un chamán o un nigromante, según de qué se trate." (p. 17)

El viaje planeado no es un viaje más, sino un primer descenso, ya que antes que ellos nadie había navegado la parte superior de Níger, que habían alcanzado por primera vez en medio de la oscuridad: "Es una noche oscura, pero alcanzamos a ver el río, que es negro; negro como la lava, profundo, y discurre veloz. No vemos de dónde viene ni adónde va. No es bueno ver un río por vez primera en la oscuridad. Es como subir a gatas por una estribación en mitad de la noche y ver entonces y ver entonces por vez primera una montaña que quieres escalar o un castillo que deseas conquistar. La oscuridad es sobrecogedora y hace que todo se torne monstruoso e inquietante. Lo que no ves, te lo imaginas, y lo que te imaginas es más terrible que la realidad." (p. 76)

Sin embargo, "Estoy justo donde quiero: uno de los últimos lugares desconocidos, en un lugar que aún no ha sido cruzado por infinidad de autopistas ni delimitado con cables: navegar por el Níger es sólo una excusa para venir aquí." (p. 86)

"Hoy en día, el deseo de ser el primero en hacer cualquier cosa parece ridículo. Por lo general se rechaza como un capricho adolescente y torpe, como un ansia imberbe de fama. Y en ocasiones lo es. Sin embargo, como suele descubrir la mayoría de la gente, la fantasía de la fama, cuando uno se encuentra en plena brega, es demasiado fútil para ayudarte a seguir adelante.

"¿Qué significa en realidad ser el primero? Significa que no hay un mapa de carreteras, Significa que tienes que averiguarlo todo por ti mismo. A algunos les gusta, a otros no. Cuando algo ya ha sido explorado, hay una ruta. La siguiente persona que vaya allí sigue esa ruta, no tiene que crearla, alguien lo hizo por él. La experiencia de intentar crear la ruta es lo que desean en realidad los que quieren ser los primeros, ya sean físicos, violinistas o exploradores. Eruditos y pedantes, viajando como lo hacen por rutas trilladas, no pueden sino pasar por alto el meollo de la cuestión." (p. 35)

A poco, se descubre que el libro es en realidad una secuencia de viajes que abarcan diferentes hombres y épocas, desde la valiosa información de la exploración hasta Tombuctú, que está intercalada con la narración, hasta la expedición que se desarrolla en kayaks. "Cuando uno empieza a hacer largos viajes con otras personas, cree con ingenuidad que todo el mundo tiene objetivos comunes: los tuyos, pero nunca es así. En toda expedición, cada persona abriga expectativas y ambiciones totalmente personales, a menudo inescrutables. Por eso ningún viaje sale tal como se había planeado." (p. 45)

Así, de repente, un grupo de cuatro hombres está dividido en dos, porque "Mike y yo hemos venido a África para ser lo que somos; Rick y John han venido para escapar de quienes eran." (p. 150) Las jornadas son muy duras: "Remamos desde las ocho de la mañana hasta las seis de la tarde." (p. 182) y "Al final de cada jornada estamos agotados, física y mentalmente. A veces hablamos hasta bien entrada la noche; aunque también hay veces que no lo hacemos, bien porque estamos muy cansados o bien porque estamos hartos los unos de los otros. Tal vez escuchemos la radio, sentados en torno al aparato como si de una hoguera se tratase, pero enseguida la apagamos para ahorrar pilas. Entonces nos levantamos, nos deseamos buenas noches y nos metemos en las tiendas." (p. 183)

Una vez pasado el curso alto del río, cuando éste se vuelve muy ancho y no hay más actividad que remar (los cocodrilos, hipopótamos y los ataques de las abejas han quedado atrás), cada navegante está a solas consigo mismo y se descubren justificaciones para dejar la empresa: "En bicicleta se atraviesa el paisaje, cosa que no es posible en kayak. Desde un kayak, sólo se ven las orillas. Uno va hasta tal punto hundido en el agua que no ve más allá de las riberas. Ástas se convierten en sus confines. No se viaje a través del paisaje, sino a lo largo del mismo, siempre curioso, siempre perplejo, siempre deseoso de saber cómo es el mundo más allá de las orillas." (p. 217)

Finalmente, "Ahora el río mide más de kilómetro y medio de anchura y es del todo navegable. Hemos visto piraguas, bateas y barcazas. A nuestro juicio, éste ya no es un río para recorrerlo en kayak... Ni siquiera hemos de discutirlo... Mike y yo vamos a dejar el Níger." (p. 223)

"No teníamos el celo intensamente noble, vanidoso hasta la ceguera, del auténtico explorador. No contábamos con la perseverancia infatigable ni con el encargo imperial. En realidad sólo nos estábamos buscando a nosotros mismos." (p. 215)

El autor se dirige de cualquier forma a Tombuctú, en autobús, motocicleta y en ferry, rechazado en algunas partes por los soldados, en otras por los tuareg. Es ahí donde encuentra por sí mismo el relato de René Caillie, en vivo: "La arena es cada vez más abundante en los caminos: el desierto intenta recuperar la ciudad y va llenándola gradualmente, como un reloj de arena." (p. 293) y es entonces cuando "Mi viaje ha acabado. Era un proceso físico y finito. Ahora atravesará el lago de mi mente y se transformará en algo incorpóreo y eterno: una historia" (p. 294)

"Ésta es nuestra oportunidad para compensar su amabilidad. Se trata del deber del viajero que se halla en tierras remotas, eso que quienes no viajan son incapaces de entender: un buen viaje es un intercambio, comida y cobijo a cambio de una explicación muy esperada, socorro a cambio de historias. El anfitrión recibe más de lo que da; el viajero, más de lo que toma." (p. 99)

Para Mark Jenkins, África no deja de tener ese choque cultural, sin que llegue a abandonar nunca un ápice de su extranjería. Un jefe africano con quien habló directamente, le asegura: "-Me aseguró [el guía de Jenkins] que usted es capaz de andar como un malinké. Por eso he accedido a hablar con usted. Dice que es capaz de andar como andamos los negros; que, en el fondo, usted es negro. Eso me ha dejado muy preocupado, pero ahora que he hablado con usted ya estoy más tranquilo: usted es blanco, por dentro y por fuera." (p. 209)

John y Rick llegaron hasta la desembocadura del Níger y se convirtieron en los primeros seres humanos en recorrer todo el río.



 



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