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Montañismo y Exploración
Este juego de fantasmas

"Lejos de evitar los desafíos de la vida, el peligro permite ver la «vida corriente» en su verdadera perspectiva, apreciarla y gozar de ella. Y la adicción reside más en la partida que en la llegada; reside en decidir que se va, en actuar, más que en la consecución. Está oculta en el triste pitido del barco, el bramido de los reactores del avión y el silbido de vapor del tren atravesando tierras desiertas hacia futuros desconocidos."







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Joe Simpson. Este juego de fantasmas. Ediciones Desnivel, Madrid. 1995. 366 páginas. ISBN: 84-87746-61-6

 

Iré contigo, pues,ya que has de tomar parte en este juego de fantasmas.Desde las avanzadasotearemos entre los lóbregos cráteres; bromearemoscon los hombres exhaustoscuyos nombres hace tiempo olvidamos.

Siegfried Sassoon
A uno que estuvo conmigo en la guerra.

¿Por qué ser conquistador de lo inútil, adicto compulsivo a lo absurdo? (p. 140)

Joe Simpson, un niño de infancia peregrina por diferentes países debido al trabajo de su padre, abandona los estudios universitarios para convertirse en escalador. "Quería viajar y ver cómo viven otras gentes, cómo es su cultura, escalar sus montañas y ponerme en esa perspectiva transitoria que había descubierto en los Alpes. No quería una carrera, ni casarme y tener familia, ni nada que me atase o me retuviese. Simplemente pretendía ser libre y estar en las montañas, que eran la experiencia más liberadora que conocía. Y el hecho de que los no escaladores nunca lo pudieran entender lo hacía aún más especial, como un secreto escondido en las mentes de unos pocos privilegiados." (p. 139) "Supongo que sólo se trataba de ambición, ambición vana, tal vez." (p. 104)

Esa ambición le lleva a diferentes paredes de alta dificultad y a vivir en un mundo completamente diferente a aquel en que había vivido antes pero, ante todo, a una pregunta básica: "Con frecuencia me había preguntado por qué quería escalar montañas, pero pronto comprendí que no hacía falta. Tales preguntas carecen de respuesta, y sólo las plantean quienes no han hecho esas cosas." (p. 103)

Esta pregunta discurre a lo largo del libro: el por qué se escala, sobre todo cuando se corre peligro y se está tan cerca de la muerte. "Justo lo contrario de lo que se me había enseñado a pensar y hacer." (p. 139) y toma un matiz muy profundo cuando se trata de accidentes y de amigos que han perdido la vida: "Sabía que la actividad era peligrosa, a veces me asustaba pensar en lo que podría ocurrir, y si esto fuera así, ¿no deberían ser los motivos justos y nobles en vez de sólo mezquina ambición? Oculté mis auténticos sentimientos, o al menos la mitad de ellos que tan mal se acomodaba a mi mente, y empecé a vivir en el embuste. En breve sería incapaz de distinguir entre la verdad y la mentira, y olvidaría toda noción de por qué había empezado, salvo para recordar que estaba bien; que al principio estaba muy bien." (p. 104)

Sin embargo, descubre algo más verdadero que las dudas que el montañismo le produce: el miedo. "El miedo, al igual que el equilibrio, no es innato sino que se aprende dolorosamente. Los instintos de lucha y huida de todos los animales no son respuestas intuitivas, sino acciones cuidadosamente controladas. Del mismo modo que se aprenden, pueden desaprenderse. El miedo puede ser controlado, racionalizado, comprendidas sus causas e ignorado. Algunas personas hacen esto mejor que otras, pero todas lo hacen." (p. 298-299)

Por supuesto, el miedo aparece en cada escalada, pero puede evitarse o enfrentarse: "Intentar enfrentarse al miedo es instructivo." (p. 294) "El auténtico truco consiste en tentar al miedo. Ahí reside el autocontrol. Elige el miedo al que quieres o ante el que necesitas reaccionar y desecha el resto. Examina cómo se forma cada miedo, comprende de qué te advierte y actúa en consecuencia. Para el escalador esto significa trabajar con frecuencia en un estado continuo de miedo controlado. Sólo cuando el nivel de miedo se hace insoportable sabe el escalador que se mueve cerca o más allá de sus límites y le conviene hacer algo. Retirarse, lanzarse a un agarre, no moverse, lo que parezca el mejor modo de evitar la causa del miedo." (p. 299)

Lo que hay detrás de enfrentar al miedo se descubre con un proceso muy lento pero que tiene todos los visos de ser una actitud ante la vida: "Lejos de evitar los desafíos de la vida, el peligro permite ver la «vida corriente» en su verdadera perspectiva, apreciarla y gozar de ella. Y la adicción reside más en la partida que en la llegada; reside en decidir que se va, en actuar, más que en la consecución. Está oculta en el triste pitido del barco, el bramido de los reactores del avión y el silbido de vapor del tren atravesando tierras desiertas hacia futuros desconocidos." (p. 355)

Hombre comprometido consigo mismo, le desagrada que otros no comprendan lo que él hace: "Mis padres no podía imaginar lo que suponía para mí la escalada. Había intentado explicárselo, poniendo cuidado de acentuar la seriedad del empeño. Si llegase a pasarme algo, quería que supiesen que yo ya había aceptado esa posibilidad. No podría soportar dejarles confusos y doloridos, sin poder entender la muerte de su hijo menor. Por encima de todo, me desagradaba la idea de que pudieran pensar que se trataba de un sacrificio inútil y que nunca supieran la verdad: que para mí era e mayor estímulo vital que había tenido, que la naturaleza misma de la actividad era la que nos daba nuestra personalidad propia a mí y mis amigos escaladores. Las montañas estaban trenzadas inextricablemente en el tejido de nuestras vidas." (p. 171)

En un estilo ágil y bastante ameno y más que una novela autobiográfica, Este juego de fantasmas es la filosofía adquirida de una persona que comenzó siendo niño, como es la vida de todo escalador. Es también un tributo a los "fantasmas" que rodean su vida y que alguna vez escalaron con él o llenaron ese mundo personal de horizontes verticales.


Fe de erratas

Página 252, últimas dos líneas, dice: "Dobroslawa Wolf, «Mrufka», (el compañero polaco de escalada de Al [Alan Rouse])..." El nombre y apodo son correctos, pero se trataba de una mujer. En el libro K2: el nudo infinito aparece una foto tanto de Dobroslawa Wolf como de Alan Rouse en la página 118 (tercera y segunda, respectivamente).

Página 253, dice: "Se dirigieron al Chogolisa, una montaña que escalaron por vez primera el gran Hermann Buhl y un joven Kurt Diemberger..." Los alpinistas mencionados estaban en retirada de un intento en esa montaña, cuando Buhl perdió la vida al acercarse demasiado a una cornisa en medio del mal tiempo.



 



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