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Montañismo y Exploración
Desde el Lago del Cielo
1 diciembre 2000

Desde que fuera invadido por China, el Tibet tiene una restricción importante y prácticamente ningún turista puede viajar por el país sin una autorización que escasamente se da. Vikram Seth logra obtener este visado por casualidad y viaja por el país como uno más de sus habitantes. El resultado es este libro lleno de imágenes escritas con palabras.







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Vikram Seth. Desde el lago del Cielo. Viajes por Sinkiang, Tíbet y Nepal. Ediciones B (Biblioteca Grandes Viajeros), Barcelona. 1998, 288 páginas. ISBN: 84-406-8377-4

 

Incluso tras haber estado en él, el Tíbet me sigue pareciendo "un lugar que me gustaría visitar".


Un viaje por los lugares de China que no son fácilmente permitidos a los turistas es difícil de hacer por el fuerte control que las autoridades ejercen sobre el turismo. Virkam Seth, de nacionalidad india, en un viaje al Lago del Cielo, en el lejano oeste de China, se enfrenta a la incomodidad de este sistema de viajar:

"...el cariz del viaje empieza a preocuparme. Está bien organizado: el transporte, la comida, el alojamiento, los guías... la comodidad de no tener que ocuparse de esos aspectos prácticos ha conllevado dos clases de restricciones.

"La primera es inherente a un viaje en grupo y, en realidad, a cualquier forma de actividad grupal organizada: la imposición a los participantes de una disciplina, una puntualidad...sin embargo, estoy seguro de que verse empujado por la Voluntad del Grupo a correr de un lugar a otro, sin saborear nada, resulta fastidioso a todos.

"La segunda clase de restricción es característica de los viajes por China. El movimiento de los extranjeros está rigurosamente controlado." (p. 27-28)

Sin embargo, justo en los alrededores de El Lago del Cielo, consigue hacerse de la visa especial hacia el Tibet y que él afirmaba que "Los únicos capaces de lograr que les estampen en el permiso de viaje los sellos oficiales para llegar a Lhasa son los grupos de turistas adinerados cuyo programa está cuidadosamente apretado para impedir cualquier momento de iniciativa o exploración individuales". "En Turfan, consigo hacerme con ese permiso gracias a dos acontecimientos improbables: una canción y un paseo." (p. 35-36)

Estos acontecimientos lo llevan a planear rápidamente un viaje hacia el Tibet a bordo de autobuses como pasajero "irregular", sobre todo siendo extranjero. Para entonces ha pasado dos años en China estudiando y conoce bien el idioma y algunas veces, si se viste con el uniforme "monótono"chino, es confundido con uno de ellos, lo cual le causa placer.

El viaje es algo más que la narración de un viajero extranjero que ve una tierra que pocos han visto. Es la compenetración de un espíritu humano en el paisaje y en su gente, aspecto que hace muy relevante su relato en comparación con los europeos. En algún momento opina acerca de la actitud de los chinos con respecto al extranjero:

"El contacto entre chinos y extranjeros está impregnado por la sensación de que la extranjeridad constituye un elemento crucial del carácter de uno. Sin embargo, con los amigos más íntimos Â?que es probable que sepan bastantes cosas del mundo exterior o, al menos acepten concebir que la "tierra del centro" puede ser la "tierra de fuera" para los "hombres de fuera"Â?, es posible compartir esa aceptación, esa reconfortante hermandad sin tensiones que hace que uno, a través del placer de su compañía, ame el país del que proceden." (p. 35)

El viaje realmente importante inicia en Liuyang, a bordo de un autobús conducido por un personaje digno de ser tomado en cuenta: "Para Sui, a diferencia de nosotros, no es sólo un viaje: es un estilo de vida. Pasa más tiempo en la carretera que en Lhasa, y son los contactos y los conocidos a lo largo de la ruta los que proporcionan alivio y sabor a las horas tras el volante." (p. 163)

Así, poco a poco, Seth va mostrando no sólo el paisaje, sino las relaciones con la gente, y esto es muy importante: "...aunque sé ciertas cosas de la lengua, la literatura y la historia de China, ignoro por completo los cantos, las nanas, las canciones infantiles, los juegos callejeros, las adivinanzas; todo cuanto es de capital importancia en la infancia de los chinos. Los cursos de chino no incluyen nada de eso; en realidad, ¿cómo iban a hacerlo? Sin embargo, sin esas cosas, no puede entenderse la riqueza de referencias hechas a un pasado común, las presuposiciones fortuitas de las experiencias compartidas que se encuentran detrás de la conversación en cualquier idioma." (p. 148)

En el Tibet se enfrenta a la limitación de una lengua que no sabe hablar: "Si supiera tibetano este viaje sería mucho más interesante. Ahora sólo puedo comprender el Tibet a través del filtro de los tibetanos que hablan chino, casi todos ellos de menos de cuarenta años." (p. 172)

El hombre que ha decidido regresar a la India cruzando el Tibet y Nepal es un encuentro con la gente misma, a la cual se acerca constantemente y es aceptado mucho más por ser indio (país fronterizo con China) y el lector se da cuenta con un poco de frustración de que el viaje no puede ir muy lejos y que sólo se habla de una línea dentro del gran marco de la geografía. Sin embargo, es una línea importante, pues "Pocos viajeros han realizado el viaje a través del Himalaya, y no muchos más han hecho el viaje por mar; el comercio, cuando ha existido, siempre se ha visto limitado por la geografía." (p. 285)

La cantidad de temas abarcados es impresionante y uno de los que llaman la atención es el del trato hacia el extranjero que habla inglés: "No hay lugar seguro, no hay intimidad que respeten esos "violadores lingüísticos" a quienes uno sólo interesa por el idioma... en ningún lugar se está a salvo de las maquinaciones de un violador lingüístico. Sonríe decididamente e inicia la conversación: "Hola. ¿Hablas inglés? Yo también. ¿De qué país eres?" Las primeras veces tiene cierto atractivo, pero enseguida se hace pesado. No tarda en ser evidente que uno no le interesa. Sólo si es un simple saco de arena para practicar el idioma." (p. 193)

El viaje al Tibet lo inició con premura por temor a que su permiso caducara, así que no hizo prácticamente ningún estudio previo. "...para un intruso como yo, que lo desconoce todo de las minucias de su significado [habla de los templos del Tibet], resultan a la larga una experiencia frustrante. Ahora no le veo sentido a la excusa de que la ignorancia aporta una visión refrescante a un entorno complejo." (p. 225) Y sin embargo, ha tenido que partir así.

Lo que más llama la atención es que Seth se ha convertido realmente en viajero, aquel que se convierte en parte del paisaje y, en mayor medida, en parte de las personas a las que conoce:

"Una y otra vez, sin otra intención que la de ser amables, la gente me ha ayudado a lo largo de mi viaje. Y esta experiencia es sólo una continuación de lo que he experimentado en todos mis viajes por China: una asombrosa calidez hacia el extraño por parte de un pueblo en quien desde muy antiguo se ha inculcado la sospecha hacia los extranjeros. Direcciones, consejo, comida, aliento: lo que convierte el hecho de viajar por China en algo tan placentero es que rara vez siente uno la ausencia de buena voluntad entre la gente o comprueba que están demasiado ocupados para ayudarle a encontrar el camino." (p. 226)

Por supuesto, en ese tipo de viajes descubre algo más que la gente y el paisaje y se acerca a la mentalidad del viajero:

"Me maravillan los viajeros que, por curiosidad o por espíritu de misión, deambulan por entornos no familiares durante años y años. Hace falta una actitud mental más capaz de satisfacción con el presente que la que yo tengo. Mi impulso de llegar es demasiado fuerte." (p. 280-281)

"Con un viaje en avión el choque de la llegada es más inmediato: la familia, el clima, producen un impacto simultáneo, de tal modo que la mente queda desconcertada y se oscurecen las implicaciones particulares." (p. 283)

Desde el Lago del Cielo es un título engañoso, pues es ahí donde se gesta el verdadero viaje hacia el Tibet y el Nepal.



 



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