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Montañismo y Exploración
Annapurna, primer ocho mil

En un rincón del Himalaya hasta donde no habían llegado los europeos, el Annapurna es uno de los dos objetivos de la primera expedición francesa a esa cordillera en 1950. Su meta: conquistar el primer ocho mil. El libro se convirtió desde la primera edición en un éxito y es ahora un clásico de la literatura de montaña.







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Maurice Herzog. Annapurna: primer ocho mil. Editorial Juventud, Barcelona. 288 páginas. ISBN: 84-261-1431-8

 

Cuando se acometen paredes de este tipo, uno adquiere una responsabilidad ante todo el mundo del alpinismo.

Tomaz Humar

Durante el siglo XIX, el Servicio Cartográfico de la India realizó un levantamiento de la cordillera del Himalaya por medio de individuos que utilizaban rosarios budistas para contar los pasos y que llevaban oculta la brújula en su molinillo de oraciones. Uno de estos mapas fue el que sirvió a la expedición francesa que en 1950 se internara en la cordillera para realizar la exploración a un ocho mil y tratar de llegar a su cima. El objetivo, visto desde nuestra perspectiva actual, no es nada impresionante, sobre todo si esa montaña era el Dhaulagiri, cuya pared sur fue ascendida en solitario el otoño de 1999 por Tomaz Humar.

En 1950, la situación era otra: sólo ingleses y alemanes se habían internado en la cordillera. Era el turno de Francia, que consiguió un permiso de Nepal para ascender al Dhaulagiri y al Annapurna. Todo dependía de ese mapa hecho con premura.

El grupo de nueve franceses, dirigidos por Maurice Herzog, se dirigió en primer lugar al Dhaulagiri (8,167 metros), pues era la montaña más alta y evidente. Pronto se dieron cuenta que el mapa que tenían en las manos había sido mal dibujado, así que se dieron a la tarea de explorar la zona en busca de la ruta de la montaña, pero estos internamientos en la montaña los dejó con una sola conclusión

"—¿Cómo es la pared sur?..."—¡Si la hubiérais visto de cerca...! Una muralla desmesurada, de muchos kilómetros de altura, sin un rellano, algo así como tres veces la pared norte del Cervino... Con la cara sur no hay que contar." (p. 62)"—Al Dhaula, hijos míos..., ¡ya iréis cuando os dé la gana!" (p. 64)

Después de tres exploraciones a la montaña, descubren que el mapa es erróneo y después de una reunión general, deciden dirigir sus esfuerzos al Annapurna (8,091 metros) cuando apenas han entrevisto esta montaña. Una primera exploración conduce a otro callejón sin salida. Y el buen tiempo se termina, pues se acerca el monzón. Para entonces, se han dado cuenta de que el estilo alpino que tenían pensado efectuar, debe ser abandonado: "La técnica alpina está fuera de lugar. La táctica de campamentos escalonados se impone y la aventura individual ha de dejar paso a la empresa colectiva. Nuestros compañeros se dan cuenta de cómo hay que actuar en el Himalaya y de lo que resulta indispensable: un equipo." (p. 42)

El trabajo en equipo les lleva al descubrimiento de una ruta por la cara norte que será su vía de ascenso en un tiempo increíblemente rápido, pues se dirigen a ella el 23 de mayo. La labor que se les presenta entonces es gigantesca, pues tienen presente que su intento es importante para Francia y para ellos mismos, pues Tillman, quien años antes ascendiera el Nanda Devi (la montaña del Himalaya más alta escalada por el hombre hasta entonces) está por la región. Y el monzón está más próximo.

La nueva técnica de campamentos intermedios no les detiene mucho, salvo algunos que no acaban por aclimatarse del todo. Entonces, el 3 de junio, doce días después de dirigirse a la cara norte, Maurice Herzog y Louis Lachenal alcanzan la cima del Annapurna, convirtiéndose en los hombres (ellos y todo el equipo)que pisan la primera montaña de más de ocho mil metros ascendida por el hombre.

"Ninguna ascensión a los Alpes nos impuso un número tan grande de dificultades. En el Himalaya, los hombres no se habían entregado nunca a semejantes acrobacias." (p. 119)

Además de ser la crónica del primer ascenso a una montaña de más de ocho mil metros, "Annapurna, primer ocho mil" es un libro impresionantemente humano que nos descubre el surgimiento de la idea misma de la expedición, del acercamiento a la montaña, de las exploraciones en busca de una montaña que escalar y de todos los sucesos con que el equipo de nueve hombres se topan hasta la cumbre y la posterior huida en medio del monzón, mientras los expedicionarios que llegaron a la cumbre son tratados de congelamiento, duro pago a cambio de una cima no sólo para Francia, sino para la humanidad. A pesar de ello, Herzog escribe:

"El Annapurna para todos nosotros, es un ideal realizado; en nuestra juventud no nos absorbían los relatos imaginarios ni los sangrientos combates que las guerras modernas ofrecen a la imaginación de los niños. La montaña fue para nosotros un campo de batalla natural en el que, jugando en las fronteras de la vida y la muerte, buscábamos la libertad que oscuramente anhelábamos y que necesitábamos tanto como el pan.

"El Annapurna, hacia el que hubiéramos ido todos con las manos vacías, es un tesoro sobre el cual viviremos... con esta realización, una página se dobla... Una nueva vida empieza.

"Hay otros Annapurna en la vida de los hombres..." (p. 288)



 



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