Hacer una primera en la montaña más alta del mundo es muy difícil cuando han subido ya miles de personas. Pero dos nepalíes lo lograron y además establecieron un récord mundial en la aventura.
Algunos nos llamaban locos, pero sólo tenemos diferentes clases de límites y esperanzas de la vida.
Sanu Babu Sunuwar
Es la montaña más publicitada del mundo y por lo tanto, no es fácil hacer algo nuevo y novedoso en ella. Después de su primer ascenso, las primeras que se han sucedido han sido de muy variadas maneras: la primera a la cara norte, a la pared suroeste, a la casi olvidada y muy peligrosa pared este, el primer ascenso sin oxígeno, el primer ascenso en solitario y sin oxígeno, la primera travesía, el primer descenso en esquíes, el más joven (13), el más viejo (76)… ¿qué más podía hacerse en el Everest sin caer en el trillado “primero de mi nación”? Y más en una montaña que ha sido subida por miles de personas, todas ellas queriendo resaltar el ser primero en algo.
Lakpa y Babu en la cumbre del Everest.
Foto: cortesía de appifly.org
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Nepal, que este año ha estado celebrando el Año del Turismo, tuvo a dos montañistas que se unieron para hacer una primera novedosa: viajar del techo del mundo hasta el mar, pero no por la vía tradicional: desde la cumbre del Everest se lanzarían en parapente para llegar hasta Namche Bazar: más de cinco kilómetros de descenso en parapente. Sus nombres: Lakpa Sherpa y Sanu Babu Sunuwar, de 35 y 28 años de edad, respectivamente.
La idea comenzó a formarse poco a poco y por supuesto que fueron tildados de locos, pero el 4 de abril dejaban Katmandú. El 21 de mayo, a las 9:24:32 tiempo local, enviaban un mensaje: “Cumbre del Everest, un día hermoso y azul, día muy especial”. Junto con ellos habían llegado a la cumbre sus compañeros sherpas Phu Dorge Sherpa y Nima Wang Chu Sherpa. Era un trabajo en conjunto. Hasta aquí, nada nuevo. Cientos de sherpas han alcanzado la cima del Everest.
En pleno vuelo, sobre el Nuptsé.
Aquí comenzaba la parte novedosa. Si extender un parapente en cualquier lugar es algo complicado, en el punto más alto de la tierra, con ese espacio reducido, debió serlo más. Ser un innovador incluye una dosis de miedo y temor al fracaso y esto último hace retroceder a muchos. Precisamente en ese punto, todos ellos fracasaron.
Así que casi se puede sentir en la cumbre del Everest esa ansiedad por unos minutos hasta el momento del despegue… o de lanzarse al vacío, cuestión de enfoques. Eran las 9:44:57, casi 22 minutos después de su arribo a la cima. Una corriente termal los llevó 30 metros por encima del Everest, así que alcanzaron la altitud de 8,880 metros y Lakpa sin oxígeno embotellado. Pero pudieron ir bajando poco a poco y sobrevolaron inclusive el Nuptse. Después viajaron por encima de todo ese camino que habían seguido para llegar a la cumbre.
Con el Everest al fondo.
Aterrizaron en el aeropuerto de Namche Bazar a las 10:49:52: habían bajado más de cinco mil metros en poco más de una hora y seguramente se veían extraños portando ropa y equipo que se usa por encima de los seis mil metros.
Pero aquí no terminó todo. Lakpa y Sanu navegaron por el río Sun Kosi hasta la confluencia con el Río Ganges y de ahí hasta el mar. Así terminaban una aventura que ponía en primer lugar a Nepal y su pueblo más representativo: los sherpas. Lukla y Sanu se habían encontrado apenas seis meses antes de iniciar la expedición. Lukla acababa de descubrir el parapente y trataba de aprender de manera autodidacta y se estrelló contra un árbol. Sanu fue quien lo bajó de ahí.
En kayak, sobre las aguas que los llevarían al Océano Índico.
El mundo de Lakpa era la montaña y el de Sanu era el aire y el agua. Instructor de parapente, Sanu había sido el primero en cruzar Nepal en parapente y también había hecho varios descensos en aguas vivas, algunos de ellos en solitario. Los dos se complementaron pues Lakpa ayudó a Sanu en la montaña y éste a aquel durante el vuelo y la navegación en kayak. Y en el agua los acompañó Krishna Sunuwar.
Durante la navegación, se volcaron algunas veces, se vieron atrapados en remolinos, perdieron sus palas y todos esos detalles de que está compuesta una navegación de 800 kilómetros en ríos, pero cuando entraron al Ganges tuvieron la presencia de cadáveres: es costumbre que los cuerpos, parcialmente cremados, se dejen a la deriva en este río sagrado hasta que lleguen al mar… o a algún sitio.
Lo mejor fue llegar al Océano Índico, el 27 de junio. Los tres hombres nacidos y crecidos en las montañas más altas de la tierra, nunca habían visto la vastedad del océano. Con ello cerraban un viaje de 800 kilómetros y casi nueve mil metros de desnivel. Y además, era la primera expedición completamente nepalesa, sin la participación de alguien de otro país.
“Nuestra visión es no sólo ser los primeros, sino ser la primera expedición completamente nepalí de esta clase. Deseamos apoyar a todos los nepalíes que deseen establecer nuevos récords, especialmente en nuestro propio país. Año tras año hemos observado cómo deportistas de otras naciones vienen a Nepal y a la región del Everest para establecer, o al menos intentarlo, récords y primeros ascensos. Esta vez saldremos con un equipo sólo de Nepal con la esperanza de colocar a nuestra gente en la categoría de los que establecen récords.”
Nepal, un pueblo al que generalmente se ve como el que provee a los porteadores de altura, había saltado poco a poco hasta llegar a este punto. Pero no sólo se trataba de un récord:
“Como retribución, queremos hacer una fundación para las escuelas y proporcionar apoyo físico o material a las escuelas de las regiones más remotas. Entendemos que hay muchas escuelas aquí que necesitan material educativo y otras instalaciones básicas. Intentamos establecer una manera de que esos materiales educativos estén al alcance de los niños completamente gratis y ayudar a la implementación de agua potable e instalaciones sanitarias. Nuestro equipo siente que ayudarles financiera o físicamente sólo este año [Año del Turismo en Nepal] no bastará para alcanzar el impacto deseado que esperamos. Pretendemos continuar el próximo año.”
De su viaje realizaron un documental de 29 minutos. Antes que ellos, se había realizado un vuelo en ala delta sobre el Everest y un helicóptero había aterrizado en la cumbre, pero nadie hasta entonces en parapente.
Eso sí era una primera en el sentido más amplio sentido de la palabra.