| Antes creíamos que en sus aguas habitaba una hermosa mujer rubia con cola de pez. Ella, dicen, devora a los hombres que quieren llevarse su perol de oro. A esta sirena la protegía una gigantesca serpiente, que nos alejaba del lugar. |
Esta es una de las leyendas que corrían en la mente del hombre común de la localidad de Chachapoyas, al norte de Perú y muy cercana a la República de Ecuador. Localizada a unos seis grados al sur del ecuador geográfico y en la gran cuenca del Amazonas, la leyenda se refiere a una cascada conocida desde siempre por los habitantes de la región. Una exploración dirigida por Stefan Ziemendorff la vio en el 2002 y fue hasta el 2006 que regresó y junto con un grupo de investigadores peruanos exploraron la zona para medir su altura. En total, la cascada alcanzaba una altura de 771 metros en dos grandes saltos.
En conferencia de prensa de ese año, Ziemendorff declaró que era la tercera caída de agua más alta del mundo, superada sólo por la de Salto del Ángel (979 metros, en Venezuela) y Tugella Falls (948 metros, en Suráfrica). En poco tiempo, la declaración ante la prensa de ser la tercera más alta del mundo se vio puesta en duda y posteriormente refutada y ahora ocupa el 16º lugar en las cascadas más altas, según la lista oficial de World Waterfall Database.
La cascada Gotca, que así es nombrada por la gente del lugar, fue el objetivo de una expedición de 14 españoles que llegaron a Lima y luego pasaron 24 horas en un mal camino para llegar a la localidad, una de las más alejadas de Perú y en la vertiente que da a la gran cuenca del Amazonas.
Su primer día de exploración los dejó pasmados: una tormenta había hecho del caudal del río algo impresionante: “A mediodía, nos sorprendió una tormenta y pudimos comprobar, en directo, la impresionante respuesta de los barrancos. Las crecidas se producen de forma repentina, como una ola, y el caudal pasa de ser bajo a ser brutal, en cuestión de minutos. Esta fue nuestra primera lección: si una crecida nos sorprende en una vertical, no tendremos muchas opciones de escape.”
Otra sorpresa: no había un acceso hasta el inicio de la primera caída. “Según nos cuentan, tan solo un ingeniero limeño, con la ayuda de dos guías, habían conseguido llegar a la cabecera. Se abrieron camino, a través de la selva, a golpe de machete. Pero de eso hacía más de dos años y la trocha se había cerrado.” Así que decidieron hacer primer el descenso de la segunda caída: 540 metros y lo hicieron en varios rapeles:
“Un pasamanos de 50m. nos aproximaba a la cabecera del primer rapel: 80m, casi volados, que nos dejaba en un cómodo saliente. A este primero le sucederían otros ocho rápeles más (90, 10, 15, 25, 40, 60, 95 y 140).”
Así, tras 555 metros de rapeles, la línea de descenso la habían hecho por el margen derecho del río. Era tiempo de pensar en ir por el primer salto de la cascada, más arriba:
“Si bien es una vertical más pequeña (231m.) que la parte inferior, teníamos la incertidumbre de no saber que encontraríamos por encima del primer salto… Dos guías nos ayudaron a abrir una trocha, que nos dejó en el afluente Isupata. Tuvimos que montar 2 rápeles (15 y 40), hasta caer en Gocta. Y antes de llegar a la cascada superior, pasamos una zona encajada y acuática, con resaltes y pozas saltables, que solo nos obligaron a montar dos rápeles (12 y 10)… Ya en la gran vertical, descendimos por la línea prevista y montamos reuniones en las repisas estudiadas. Si bien comprobamos que la pared estaba algo más desplomada de lo esperado, lo que nos obligó a hacer algún que otro péndulo. La caída superior quedó equipada con tres rápeles (35, 70 y 105).”
La expedición había cumplido su objetivo mayor, pero también exploraron varias cascadas más: Golondrina superior, Golondrina inferior, Cucharita, Lejía, Chorro Negro (500 metros, fraccionado en tres caídas), Mirano, Mata, Palomita Inferior, Escalón Inferior, Mata, Palomita Superior, río Gocta, Taishana, Afluente Escalón, además de ríos y afluentes para futuras expediciones: Yumbilla (896 metros) y Chinata (580).
El equipo español recibió ayuda de la población para el transporte de equipo y comida, el alojamiento y la logística en general. Hicieron una rotación de personal del pueblo para que fueran beneficiadas más personas y no sólo unas cuantas. Daban explicaciones a las preguntas constantes de la gente y al final decidieron impartir un taller de técnicas y hacer un rapel sobre el río “con el único propósito de que disfrutaran de aquello que les habíamos estado contando tantas veces.”
El equipo español estuvo compuesto por Amancio Catalán, Antón Sendra, Antonio Salguero, Carlos Sánchez, Cecilio López, David Bueno, Jesús Antoranz, José Antonio Catalán, José María Orihuela, José Martínez, Juan Calleja, Juan Miguel Moreno, Marisa Piedra y Xavier Munné. La estancia del equipo español en Chachapoyas duró del 19 de junio al 15 de julio del 2010.
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