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Montañismo y Exploración
La Conquista de El Gigante

Después de haber descendido Basaseáchic y la Cascada de Piedra Volada, surgía un nuevo reto: descender por la pared de El Gigante. Este primer ascenso, realizado en diciembre de 1996, se convirtió en histórico para Chihuahua. Y también en un destino para los escaladores.







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La conquista En cuanto llegó Oscar comencé a descender. Rápidamente alcancé el final del cable y brinqué el primer nudo. Continué descendiendo por el siguiente cable hasta que llegué al final y uní el último cable de que disponíamos. Me encontraba como a unos 15 metros del río y ya podía comunicarme verbalmente con el grupo del río. Brinqué el nudo y lentamente descendí. Si hubiera bajado directamente habría llegado al agua de una poza, pero Casca me ayudó y con un ágil brinco alcancé una pequeña isla de arena en medio de la poza, me desembaracé del cable, un par de brincos entre unas piedras y alcancé la orilla del río: El Gigante había sido vencido. Casca y los demás miembros del grupo del río me dieron un amplio abrazo y nos felicitamos mutuamente, ya que el éxito había sido de todo el grupo. Por radio avisamos a todos los demás grupos; a R-2, R-1 Y campamento general. Eran las 5 de la tarde y llegué todo deshidratado ya que en todo el día no había probado una gota de agua, Casca me ofreció un litro de agua y me lo absorbí de un solo trago. Habíamos logrado el sueño que un año antes nos habíamos planteado. Lo primero que hice inmediatamente después de aterrizar fue dar aviso a Oscar para que iniciara su descenso. Al ir bajando fue desarmando la ruta, quitando los fraccionamientos para que Víctor y Pino pudieran recuperar las cuerdas sin problemas. Hacia las 6 de la tarde llegó Oscar y de nuevo se repitieron las felicitaciones de todo el grupo. El descenso estaba terminado, faltaba desarmar la pared lo cual yo calculaba tomaría cuando menos unos 2 días. No pasó más de media hora antes de que Víctor y Pino empezaran a recoger los cables que habíamos instalado entre R-2 y el río. En el último cable les amarramos un costalito con comida y con cuatro litros de agua, la cual mucho les hacía falta. Esa noche, la última del 96 y primera del 97, Víctor y Pino la pasarían en R-2, nosotros en el río. Después del descenso de Oscar nos dimos una tremenda comida que Casca nos había preparado y que nos cayó de maravilla.  

Año nuevo 1 de enero de 1997. Para recibir el año nuevo encendimos una gran fogata junto al río y nos la pasamos platicando. Hacia las 12 de la noche enviamos todos a coro una felicitación a los demás grupos a través del radio, a los pocos minutos recibimos otra de R-1, entre vivas y gritos de alegría. Teníamos muchas razones para estar contentos. La gran fogata que hicimos iluminaba un amplio sector de la parte baja de la pared de El Gigante, era una visión bella, como dantesca, la pared se percibía como mágica al influjo de la luz suave y naranja de la fogata, que parecía estar danzando. A la una de la mañana busqué la soledad de la noche y me aparté un poco del grupo. Levanté la vista y vi cómo la imponente mole de El Gigante se levantaba hacia el cielo nocturno. Parecía la silueta de un gigantesco triángulo que apuntaba al firmamento. El cielo estrellado hacía resaltar la silueta de la gran mole que parecía dirigirse al infinito en un viaje fantástico a través del espacio. Se veía tan hermosa, me pareció que era mágica y de alguna forma nos había contagiado con su magia. También me sentí solo de pronto y me di cuenta de cómo la naturaleza se había convertido en mi refugio. A las 8 de la mañana se levantaron Casca y Mayita y se fueron a Basaseáchic. Se irían a paso rápido, querían llegar hoy mismo a la cascada y de ser posible a Chihuahua ya que Casca tiene que presentarse mañana a su trabajo. Como los demás no teníamos prisa nos fuimos levantando a la hora que teníamos que levantarnos. Desayunamos y a las 10:30 iniciamos el retorno caminando lentamente. Nos deteníamos con frecuencia ya que queríamos ver cuando Víctor y Pino comenzaran a subir hacia R-1. Como a las 11 y cuarto los distinguimos que empezaban a subir, apenas los notábamos, iban en las dos líneas. Después, como al ir avanzando por el río nos alejábamos de El Gigante, ya no los distinguimos más, pero a través del radio nos enterábamos de su avance. A las 2 de la tarde llegaron al fraccionamiento, su avance era lento, pero venían cansados y tuvieron todavía que hacer algunas maniobras y desarmar los anclajes. A esa misma hora nosotros nos encontrábamos comiendo plácidamente a la orilla de una hermosa poza junto al río, protegidos por la sombra de unos alisos. A las 4 de la tarde Víctor y Pino finalmente alcanzaron la R-1, iniciando entonces el grupo de apoyo a recoger los cables. Nosotros a las 5:45 de la tarde llegamos a la unión del arroyo de Cahuisori, ya muy cerca de Basaseáchic, yahí decidimos acampar. Durante el día llegaron a Sapareachi Rubén Chávez y Daniel Benzojo, quienes de inmediato se integraron al grupo de apoyo de R-1 . 2 de enero de 1997. Nos levantamos a las 8:30 de la mañana y después del ritual del desayuno hacia las 11 continuamos caminando. A poco de caminar vimos la immponente cascada de Basaseáchic. A las 12 del día llegamos a la vereda que sube hasta la parte alta de Basaseáchic y coomenzamos a subir lentamente, teniendo grandes descansos en el mirador de La Ventana y en la parte alta de Basaseáchic. A las 2 de la tarde alcanzamos el estacionamiento. Ahí nos estaba esperando el papá de los Moegel. Nos dirigimos en vehículo al rancho San Lorenzo en donde Fernando Domínguez ya nos estaba esperando. En este rancho quedamos de reunirnos todos los grupos, nosotros fuimos los primeros en llegar y nos dispusimos a esperarlos con una buena comida que tanta falta nos hacía. Por la tarde llegó en su troca el Nono Corral y Mayita, venían de Cuauhtémoc y traían provisiones para el grupo de apoyo, así es que nomás nos saludaron y siguieron hacia Sapareachi. Esa noche la pasamos en una de las cabañas de Fernando Domínguez que son muy cómodas y creo que las que dan uno de los mejores servicios turísticos de la región.  

El adiós 3 de enero de 1997. Hoy comenzó a llegar la gente de Sapareachi. Los primeros lo hicieron como a las dos y el resto a las cuatro. Los grupos de apoyo de R-1 y el campamento general habían completado la retirada y desarmado con éxito. Todavía este día por la mañana fue un grupo hasta el puerto para recoger los últimos cables que se habían dejado listos desde ayer ya muy tarde. El Gigante estaba conquistado. Vinieron las felicitaciones, las fotos del grupo, el reparto del equipo y mochilas y el regreso a Cuauhtémoc de la mayoría, yo me iría directo hasta Chihuahua ya que deseaba salir lo más pronto posible a Guadalajara. Tenía mucho que meditar en el viaje. El Gigante ya era historia y nuevos retos nos esperan para este año, retos de todo tipo. A los pocos días de que terminamos esta expedición, con algunas mediciones que hicimos de los cables y observaciones de campo, pude precisar que la pared de El Gigante tiene una magnitud de 885 metros verticales, casi los 900 metros. Sin lugar a dudas se trata de una de las paredes de piedra más altas del país en caída libre. La conquista de El Gigante fue la culminación de las exploraciones en Candameña, pero no la última, ya que ahí los retos son infinitos y siempre los hay. Lo que hace falta son personas que afronnten estos retos que se nos ofrecen.   Tomado de Carlos Lazcano. Candameña, la barranca de las cascadas. Gobierno del Estado de Chihuahua, Secretaría de Turismo. 1997. 169 páginas. s/ISBN. Capítulo 9, páginas 130-145
 

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