El descenso hacia el río
Cuando Víctor terminó de desenredar los cables yo ya había instalado una línea auxiliar y seleccionado un sitio donde haría un fraccionamiento para poder seguir descenndiendo. Como había visto que la pared seguía igual, o sea que no permitía que el cable cayera libremente por la gran cantidad de palmillas, decidí cambiar la técnica para bajar el cable. En vez de irlo dejando caer poco a poco, lo metimos cuidadosamente dentro de un costal especial el cual colgué de mi arnés y así fui descendiendo y el cable salía del costal en la medida que se necesitara, sin que se enredara en ningún momento; esto hizo facilísimo la continuación del descenso.
Como unos 60 o 70 metros más abajo aumentó la inclinación de la pared y pasé por unas brevísimas repisas que aumentaron las zonas de fricción en el cable. Aquí decidí utilizar una de estas repisas para poner otro fraccionamiento. Mientras decidía cómo fraccionar esta parte le pedí a Víctor que bajara hasta donde me encontraba.
Para ese momento, en la primera repisa Oscar y Pino se aprestaban a descender hasta R-2. Ayudados por el grupo de apoyo instalaron un cable de 260 metros. Oscar fue el primero en descender y mientras lo hacía fue conduciendo el otro cable para que no se enredara como nos había pasado el día de ayer.
La idea de instalar otra línea era para que pudieran subir dos personas a la vez y así agilizar los movimientos cuando tuviera que desarmarse la ruta, además considerábamos que resultaba un gran apoyo subir o bajar en parejas que hacerlo solo. Aunque sabíamos que este segundo cable no alcanzaría a llegar a R-2 debido a que sólo tenía 260 metros, uno de los dos de las parejas que subieran se cambiaría de un cable a otro para poder utilizar las dos líneas simultáneamente. Una vez que bajara Oscar le correspondía el turno a Pino.
En lo que Víctor me alcanzaba, estuve observando el paisaje que se me presentaba de la Barranca de Candemeña. Casi no lo podía creer, se veía tan imponente la serie de paredes que conformaban esta barranca, serían igual o más altas que el mismo Gigante, aunque lo que hacía destacar a éste era que su caída es de un solo tajo, mientras que en las otras, la verticalidad era interrumpida por enormes repisas. Aunque nosotros habíamos utilizado dos repisas para auxiiliarnos en nuestro descenso, éstas resultaban chicas commparadas con las de las demás paredes más grandes, además El Gigante tenía una parte donde desde su cumbre y casi hasta el río se iba totalmente libre y esto ninguna otra lo tenía, aunque fueran más altas.
Estaba encantado y me daba cuenta que nos encontrábamos ya muy cerca de lograr nuestro objetivo, es decir, completar el descenso de esta gran cima, quería brincar de gusto en la diminuta repisa en que estaba, pero no era muy conveniente. En esas cavilaciones me encontraba cuando aterrizó Víctor, me provocó tanto gusto verlo y de compartir con él el éxito que estábamos logrando, y eso a pesar de que para estas alturas el agotamiento ya se empezaba a hacer presente, la conquista de El Gigante se nos había hecho más pesada de lo que esperábamos, pero bueno, eso era lo que más sabor le daba al caldo.
El final... del cable
Pero todavía no debíamos cantar victoria.
En cuanto Víctor llegó continué descendiendo y para mi sorpresa el cable no alcanzó, ahí colgado tuve que unir el cable extra que traía, que era de unos 60 metros de longitud, lo dejé caer y logré que no se enredara y se desplegara en toda su longitud, sin embargo, a través de la radio el grupo del río me confirmó que tampoco alcanzó, que faltaban unos 20 metros.
iNo era posible! pensé, ése era el último cable de que disponíamos, para entonces ya habíamos instalado en la pared los casi 1500 metros de cables que traíamos. Tuve que regresarme a la pequeña repisa donde estaba Víctor y ahí él me recordó que todavía disponíamos de un cable, el de 160 metros que se había quedado en R-2. Como era demasiado cable le pedí a Víctor que subiera allá y bajara un cable de 50 metros que habíamos dejado como línea de apoyo en la orilla de R-2 y que dejara el de 160 metros como cable de apoyo. Víctor subió y yo de nuevo me quedé esperando. A estas alturas con el cansancio y considerando que en todo el día casi no habíamos probado bocado nos hacía desear enormemente el que finalizáramos el descenso.
Meditaba en esto cuando llegó Oscar en lugar de Víctor, traía el cable que faltaba. Víctor prefirió que Oscar completara el descenso conmigo y que nosotros saliéramos por el Río de Candameña junto con el grupo del río. Con esta decisión para Oscar y para mí terminaría la expedición, porque desde el río ya nada podríamos hacer más que caminar para salir de la barranca y reunimos con el resto del grupo en Rancho San Lorenzo como habíamos establecido, y eso nos llevaría como día y medio más de caminata. En cambio a Víctor y a Pino todavía les esperaban al menos dos días pesados por la recogida de los cables y equipo y su traslado al campamento general con ayuda de los grupos de apoyo en la R-l y el campamento general.