Hace pocos días, el alcalde de Saint Gervais hablaba de restringir seriamente el acceso al Mont Blanc porque la máxima cumbre de los Alpes está siendo deteriorada por la enorme cantidad de gente que anda en sus laderas. El impacto ambiental era la causa de ponerse a legislar sobre el tema, algo que a ningún montañista le gusta porque consideran que legislación y montañismo no se llevan de la mano. En principio la idea de legislar sobre este tema parece tener sentido pese a las protestas que ha habido sobre ello.

Sin embargo, no hace mucho, la reglamentación en el Parque Nacional Huascarán, en la Cordillera Blanca de Perú, está siendo tratada por el gobierno de ese país para lograr el aprovechamiento del parque con “objetivos primarios de conservación del PNH (protección, conservación y mantenimiento de la biodiversidad) con impactos negativos ambientales y sociales mínimos, que beneficie a las comunidades locales y contribuya a la sensibilización del visitante respecto de temas ambientales”.

Entre las acciones para lograr esto, estaba la restricción de paso a los montañistas en dos aspectos fundamentales: 1) deberían llevar siempre un guía de Huaraz y 2) no podrían ir a ningún lugar que no fuera estipulado. Por supuesto, los montañistas reaccionaron pero el furor se vio aplacado —o al menos postergado— con el tiempo que le lleva a la burocracia responder.

Sin embargo, aún a la burocracia tiene su fecha de vencimiento y el reglamento comenzó a funcionar después de la temporada alta en la Cordillera Blanca, así que habrá un largo año para que los montañistas se acostumbren a la idea y junten su dinero para pagar a “prestadores de servicios turísticos quienes se hacen responsables de la seguridad y comportamiento de los visitantes durante su permanencia dentro del PNH [Parque Nacional Huascarán] ”.