Georges Marbach y Bernard Tourte. Técnicas de espeleología alpina. Ediciones Desnivel, Madrid. 2003. 398 páginas. ISBN: 84-95760-95-9
El mundo no carecerá de maravillas, pero el hombre, a menudo, no sabe maravillarse.
Albert Einstein
El mundo subterráneo, todo eso que subyace bajo la tierra que pisamos, ha sido un misterio para la mayoría de la gente, salvo algunas cavernas que ahora están abiertas al turismo. Hay mucho más que cavernas sencillas donde se puede pasear tranquilamente, pero para llegar a ese mundo hay que adquirir la técnica adecuada. ¿Cuál técnica?
Precisamente de ello trata
Técnicas de espeleología alpina: de explicar la técnica con que se puede explorar el mundo subterráneo. Los autores tienen la lucidez de comprenderlo todo bajo tres rubros: el material, pues de ello depende la técnica, el aspecto físico y mental y la propia técnica.
En el primer apartado comienzan las sorpresas, pues no se proporciona una lista de equipo específico. De hecho, se hace mención al respecto: “En esta nueva versión no haremos ninguna referencia, por motivos de seguridad, a los productos manufacturados, aunque a priori sean seguros.” (p. 10) Así que nada de marcas, aunque algunas veces los nombres de los aparatos sean por sí mismos conocidos bajo una marca.
Más que eso, se dedican a mencionar cada parte del equipo que un espeleólogo lleva y sus características en base a las normas de control de calidad CE. Así, por ejemplo, se habla de un casco y de que no todos los cascos sirven para la práctica de la espeleología, pues “La norma de deportes es diferente a la de industria, sobre todo en un punto: la cinta yugular debe resistir un esfuerzo de 50 daN sin abrirse, mientras que la del casco de industria debe abrirse con 15 daN. Con éste último corremos el riesgo de perder el casco cuando tengamos una caída o un golpe fuerte. Es algo que debemos evitar.” (p. 31)
Mosquetones, cuerdas, ascensores, descensores, casco, ropa, sistemas de iluminación y todo lo que se pueda pensar, es mencionado para luego añadir consejos prácticos sobre el equipo, puntos clave a distinguir, mantenimiento y lo que especifica la norma EN. Esto en sí rompe con el esquema de comprar un equipo por sólo la marca y se fija en lo que es más importante: la norma de calidad que le da la garantía.
La segunda etapa del libro habla del cuerpo humano: lo físico y lo mental. Entonces aparece una veta que es distintiva de los espeleólogos:
“A pesar de que ha habido algunas tentativas que afortunadamente no han tenido continuidad, la espeleología sigue siendo un deporte sin ánimo competitivo. Con esto también se evita el ser arrastrados por los lamentables derroteros por los que transcurre el deporte espectáculo: oportunismo, codicia, fraude, dopaje... Por el mismo motivo, los espeleólogos se encuentran protegidos de la gloria que, como todo mundo sabe, no lleva a ningún sitio.” (p. 147)
Pero a pesar de esto, la espeleología
sí es competitiva. Los equipos de espeleólogos tienen una especie de carrera por encontrar la sima más profunda, por encontrar un menos mil, una nueva especie biológica o por algo más que es claramente una competencia. O quizá los autores se refieren a la competencia de nivel comercial en la que entran en juego los medios masivos de comunicación. Algo es cierto: se siente el orgullo de permanecer oculto.
Esta primera idea conduce inmediatamente a la siguiente: “La espeleología sólo exige una vida sana, que es una fuente natural de equilibrio, un buen conocimiento de sí mismo, de nuestro cuerpo y nuestras capacidades físicas, una alimentación conveniente sin que deje de ser específica, un entrenamiento regular, como prueba del buen estado de funcionamiento de la maquinaria muscular. Nada más.” (p. 148)
Sin embargo, la espeleología es, primeramente, un deporte y como tal, hay que entrenar. Es posible que un espeleólogo medio pueda no entrenar y sólo mantenga su condición con las salidas de fin de semana. Los autores hacen un comentario muy importante:
“...es obvio reconocer que un espeleólogo que entra en una cavidad dispone de un capital energético que se va mermando poco a poco a lo largo de la exploración y que, por lo tanto, es necesario saber administrar.” (p. 13)
Claro que las técnicas ayudan, pero sería más recomendable tener un entrenamiento adecuado y dirigido. Pero eso parece que aún está por llegar, comenzando por el reconocimiento de que es importante entrenar y que haya alguien que desarrolle un entrenamiento específico.
Finalmente la técnica:
“Las que vamos a describir a continuación no son las únicas [técnicas] posibles, por supuesto, ni siquiera las únicas practicadas, incluso en Francia. Pero tienen la ventaja de haber sido ampliamente probadas sobre el terreno, tanto en cavidad como en cursos, formando un corpus homogéneo, y que permiten salir de cualquier situación contando con un material estándar. Además permiten el aprendizaje progresivo de la superación de las dificultades que nos vamos encontrando bajo tierra.” (p. 171)
Nuevamente un enorme caudal de información que hace detenerse mucho tiempo al lector para leer y analizar una técnica específica para después aplicarla en un terreno de práctica y en una caverna. En este tercer apartado se incluye desde la forma de caminar hasta algunas técnicas de rescate en cuerda.
Pero el libro no es sólo la mera enunciación de las técnicas, sino también una compenetración con la mentalidad del espeleólogo que tiene la certeza de que “Para un espeleólogo digno de este nombre, atraído por la oscuridad fresca de las cuevas, la simple idea de meterse bajo tierra supone ganas. Placer, energía. Es la primera garantía de una salida exitosa...” (p. 155)
Así que su proyección se dirige a la exploración, pues “Que estás
Técnicas de la Espeleología Alpina sean puestas al servicio del descubrimiento y no al del simple perfeccionamiento atlético y sus derivados. Éste es nuestro mayor deseo.” (p. 388)
“La embriaguez del descubrimiento es un estado bien difícil de temperar: en primer lugar ante los pozos que se van sucediendo, el río que ruge o el laberinto de una galería concreta, puede suceder que quedemos bloqueados a la hora de actuar. Pero antes de abrir la saca de burilar o de precipitarnos, hemos de pararnos a reflexionar... Cuando hablamos de respeto al medio subterráneo, todo el mundo está de acuerdo, pero desafortunadamente no todo el mundo lo concibe de la misma forma.” (p. 214)
Un excelente libro de espeleología por su sencillez narrativa, por la claridad con que se explica cada tema y por su profundidad en el conocimiento, es altamente recomendable para toda aquella persona que quiera aprender las técnicas de espeleología, pero será mucho más útil a quienes ya la practican.
“...las técnicas descritas en el libro se aplican a un terreno que todos sabemos es potencialmente peligroso. Por lo tanto, es responsabilidad del lector mantenerse lo más atento posible y probar los métodos descritos en el libro en situaciones en las que se minimice el riesgo de caída, antes de aplicarlas bajo tierra... como en las obras anteriores, está condenada a envejecer, y además tanto más rápido cuanto mayor sea la vitalidad de que goce la espeleología. Esto es lo deseable.” (p. 11-12)
Erratas
Tabla de la norma EN 12275 para los mosquetones. En la página 131. Los valores de resistencia para eje largo abierto corresponden a los de eje largo cerrado y viceversa.
Aunque esta no es una
errata, me hubiera gustado que en la página 183 se mencionara el año en que André Meozzi inventó el sistema “Ded” de ascenso con bloqueadores. Es, quizá, lo único que le hace falta a ese apartado.