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Montañismo y Exploración
EVEREST: CINCUENTENARIO
29 mayo 2003

Había sido conquistada la cumbre más elevada del mundo para el hombre de la calle que, fascinado por la magia de las cifras e ignorante de las verdaderas razones de tales empresas, no veía en las expediciones dirigidas al Himalaya nada que no fuera el intento de conseguir un récord, con la conquista del Everest ya estaba todo dicho; en aquellas montañas ya no podía buscarse nada más, como no fuera al abominable hombre de las nieves o un filón de oro.
Lionel Terray







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29 de mayo de 1953. Las 11:30 de la mañana. Dos hombres pisan la cumbre de la montaña más alta del mundo por primera vez después de haber pasado una noche a más de ocho mil metros en una estrecha tienda de campaña. Edmund Hillary y Tensing Norgay, neozelandés y sherpa, respectivamente. A partir de ahí, la historia parece haber comenzado para la montaña. Pero sólo parece.
En 1921 una expedición inglesa se dirigía por primera vez al Everest por el lado del Tibet y encontraron una ruta de ascenso: el Collado Norte. Tres años después, Georges Mallory y Andrew Irving desparecían en la montaña. Los comentarios que se hicieron entonces originaron la leyenda de que ellos, o al menos Mallory, habían llegado a la cumbre. La leyenda se revivió en 1999, cuando una expedición encontró el cadáver de Mallory. Sin embargo, mucha gente (Chris Bonington y Reinhold Messner, entre otros) se definió hacia la imposibilidad de que hayan hecho cumbre.
El acceso que Inglaterra había tenido tan expedito por el lado del Tibet se vio cerrado de golpe cuando China invadió a este país y cerró sus fronteras. Así que en 1951, se hacía la primera expedición de reconocimiento a la cara sur del Everest. Dirigida por Eric Shipton, Georges Lowe y Edmund Hillary, ambos de Nueva Zelanda, se añadirían a la expedición. El reconocimiento tuvo éxito pues no sólo encontraron la ruta de acceso sino que subieron prácticamente toda la cascada de hielo del Khumbu y se detuvieron antes de llegar a la parte más alta porque una grieta que no pudieron salvar se interpuso entre ellos. Pero entonces estaba claro: ésa era la ruta y sólo había que enviar una expedición lo suficientemente preparada para que llegaran a la cumbre.
Pero los ingleses se llevaron una sorpresa: Suiza había solicitado y obtenido los dos únicos permisos por año que Nepal concedía entonces por montaña. Lanzados a la conquista de las grandes cumbres. Los suizos resolvieron todos los problemas de la montaña pero ni en el otoño pudieron llegar, pese a que Tensing y Lambert durmieron dentro de una tienda sin sacos de dormir por encima de los ocho mil metros.
Entonces entraron de nuevo los ingleses y debían �salvar el honor� pues para 1954 el permiso estaba concedido a Francia, que para entonces ya tenía en su haber el primer ocho mil (Annapurna, 3 de junio de 1950). La victoria fue fácil. Los ingleses ya no tenían que resolver ningún problema salvo los logísticos y para ello llevaron a Tensing, el hombre que más conocía la montaña entonces.
Desde entonces, han ascendido más de mil trescientas personas y además en diferentes �modalidades�: la primera mujer (Junko Tabei, 1975), primer ascenso sin oxígeno (Messner y Habeler, 1978), solo y sin oxígeno (Messner, 1980), primera ascensión de una persona que subía con guía (Dick Bass, 1985), primera ascensión en 24 horas (Marc Batard, 1990), un ciego (Erick Weihenmayer, 2001), un manco (2003), récord actual de velocidad: 10:56:46 horas (Lakpa Gelu Sherpa, 26 de mayo de 2003).
Cabe preguntarse qué es el Everest ahora, 50 años después de haber sido hollada su cima. A juzgar por las noticias transmitidas por Internet, el día 29 de mayo está considerado como el Día D. Es claro: muchos quieren estar dentro de los primeros 50 años de ascensos. Al parecer, quien llegue después del 29 estaría en otra categoría.
Pese a que el ascenso se realiza prácticamente colgado de una cuerda que baja desde la cima, el Everest se ha convertido en un símbolo de calidad social, No son, por supuesto, los tiempos de Tensing y Lambert en que cada paso era nuevo. Y no sólo eso: la montaña se ha convertido en un recipiente de todo aquello que las expediciones dejan, sea en la misma montaña o en los campamentos base. Joe Simpson menciona en La vertiente oscura:
�Pocos de esos ascensionistas del Everest, si es que lo ha hecho alguno, han comentado alguna vez el estado en el que se encuentra la montaña o el estilo en el que la han subido.�
Y sin embargo, pocos dirían �no� a una invitación a subir al Everest, no importa el estilo. Prestigio social.

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