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Montañismo y Exploración
Desafío en el mar


Una de las regatas más importantes es la Sydney-Hobart, que cruza el estrecho de Bass, donde se producen fuertes corrientes marinas. La Hobart de 1998 se vio sorprendida en pleno mar abierto por un temporal como nunca se había registrado en una competencia de éstas.







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Bruce Knecht. Desafío en el mar. RBA Editorial. Colección Adventure Press. 2002. 304 páginas. ISBN: 978-84-7901-866-5


De entre los mares más importantes entre los marinos están Cabo de Hornos, el estrecho de Behring y el estrecho de Bass, la separación entre Australia y Tasmania. Ahí, el mar lleva una fuerza muy fuerte que gobernar una embarcación en ese mar sólo lo hacen los mejores. En el estrecho de Bass se hace anualmente una regata llamada Sydney-Hobart o, abreviada, Hobart, un recorrido desde Australia hasta Tasmania que se lleva a cabo en pocos días.

"La Hobart está lejos de ser la competición de vela oceánica más larga del mundo, pero tiene fama de ser la más traicionera. El estrecho de Bass, la extensión de agua de 140 millas marinas de ancho que separa el continente australiano de Tasmania, es una de las áreas marinas más turbulentas del mundo. Ambas masas terrestres estuvieron juntas en otro tiempo y hoy la abertura tiene mucha menor profundidad que los océanos al este y oeste de la misma. Cuando las olas que se han estado ganando cuerpo a lo largo de cientos de millas pasan por encima de estos someros fondos, tienden a romper como en una playa." (p. 25)

En 1998, unas condiciones meteorológicas sumamente especiales hicieron que las embarcaciones que participaban en la Hobart se metieran a la boca del lobo: una formación parecida a un huracán se formó cuando estaban pasando por el estrecho. En una situación muy parecida a la que sucedió en la Fastnet en 1979, cuando se tuvieron vientos de fuerza 10, según la escala de Beaufort:

"Fuerza 10: Viento de 48 a 50 nudos [89 a 93 kilómetros por hora] de velocidad. Olas considerables con crestas muy extensas, que rompen, y la espuma producida se alinea en densas franjas paralelamente al viento. Toda la superficie del agua aparece blanca de espuma. El movimiento de las aguas se hace muy intenso y violento. La visibilidad queda disminuida por la espuma en suspensión en el aire." (Rousmaniere, p. 19)

Pero para 1998, las cosas han cambiado mucho:









Inicio de la regata en Sydney

"El ritmo cada vez más rápido reflejaba dos de los mayores cambios ocurridos en la vela de competición: en primer lugar, el abandono de los barcos de madera, construidos según el instinto y la tradición, a favor de otros diseñados con ayuda de los ordenadores y hechos de fibra de vidrio, aluminio y materiales sintéticos de la era espacial; en segundo lugar, la transformación de lo que había sido un deporte puramente amateur en otro con un número creciente de profesionales a tiempo completo." (p. 18)

Vientos de "...hasta setenta y ocho nudos!" (p. 119) son algo para lo que los veleros de regatas no han sido diseñados. Las fuerzas ejercidas en el casco, en el mástil, en el aparejo todo y, sobre todo, en la tripulación, son enormes.

"El verdadero peligro de los vientos intensos son las olas que producen... Nueve horas de viento de 50 nudos en mar abierto producen normalmente olas con una altura significativa media (el promedio del tercio de olas más altas) de unos diez metros... A veces, de maneras que todavía no se comprenden por completo, dos o más crestas de olas se unen para formar las llamadas rogue, que suelen ser olas de una altura que casi dobla la media." (p. 66-67) "Con vientos fuertes, como mínimo una de cada mil olas es una rogue. A un promedio de unas trescientas olas por hora..." (p. 124)

Pero entonces, ¿por qué no detener la regata?

"Como los clubes náuticos de todo el mundo, [el Cruising Yatch Club de Australia, organizador de la regata] se rige por las cinco reglas fundamentales establecidas por la Federación Internacional de Vela. La Regla cuatro dice: "Es exclusiva responsabilidad de un barco decidir si participa en una prueba o si continúa en una regata"" (p. 25)

Así, son los propietarios de los yates, que van a bordo, quienes deciden si seguir o no. Y siguen por una razón: el servicio meteorológico proporcionó información específica demasiado tarde pero cuando lo hizo salió a la luz algo importante: los marinos no usaban el mismo lenguaje que los meteorólogos, así que consideraron que las cosas no irían del todo mal.











El tiempo en el sur de Australia durante la regata Hobart de 1998

"Un temporal era el aviso más grave que el servicio [meteorológico] podía emitir para las aguas del sudeste de Australia, pero muchos participantes en la Hobart no lo sabían. Creían que el aviso más grave era el de huracán o ciclón." (p. 66)

El resultado de la regata fue: "Seis tripulantes murieron en la quincuagésima cuarta regata Sydney-Hobart [1998]. De los 115 barcos que empezaron la regata, sólo 43 llegaron a Hobart, siete fueron abandonados. Cinco se hundieron... Más de veinte tripulantes fueron barridos de sus yates, y los helicópteros y barcos de salvamento tuvieron que sacar a 55 del agua." (p. 254)

Pero, ¿qué pasó en cada embarcación? La situación fue, por supuesto, muy diferente en cada una y el autor del libro se centra, por desgracia, en las personas con más poder económico y lo que les pasó. A pesar de que a Larry Ellison, el segundo hombre más rico del mundo, y a su tripulación no les pasó nada salvo mareos y una tensión constante que obligó a declarar a Ellison que "No hay ni una puta posibilidad de que yo vuelva a estar aquí" (p. 233), ocupa una buena parte del libro. Es precisamente cuando inician los problemas para los demás veleros, que el autor "desembarca" del Sayonara para ir al Winston Churchill (que se hundió) y el Sword of Orion (a punto de hundirse y del cual se hizo un rescate bien documentado).

¿Es poco importante lo que vivió el Sayonara? En absoluto. Se refleja precisamente que se encuentra a bordo "la mejor tripulación del mundo, en el mejor barco del mundo". Pero, ausente de errores, parece no haber una lección que aprender en ellos. Es precisamente por esto que los relatos sobre el Winston Churchill y el Sword of Orion son más importantes: en ellos se reflejan más los errores de la tripulación y se descubre que hay seres humanos que están viviendo algo imposible de describir.

La recopilación de información sobre la regata debió haber sido ardua, pero aún así uno se pregunta el por qué el libro apareció hasta 2001 y no antes. La respuesta la proporciona el capítulo final: con tantos intereses en juego, las investigaciones sobre la Hobart llegan directo a un tribunal, donde hay demandantes y demandados, sean patrones de embarcaciones, personas que perdieron un familiar, el club náutico que organizó la regata o la oficina meteorológica.

El libro refleja lo que son las regatas actualmente y todos los sesgos comerciales y legales que pueden abordar y uno no deja de lamentar la ausencia de acciones de solidaridad entre los mismos marinos o al menos su mención. Incluso en las tripulaciones que se mencionan (muy pocas para ser 115 barcos) hay muchos problemas.

Centrado en narrar la "verdadera historia" de la Hobart de 1998, el autor no hace sino descubrir que tal verdad no existe, puesto que hay muchas opiniones.



 



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